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¿Por qué Barranquilla no fue fundada en la época colonial?

La época colonial arranca en este territorio cuando los conquistadores empiezan a edificar su poder mediante fundaciones que tenían por objetivo central reproducir las características principales de su dominio en los planos políticos, militares y religiosos. 

Lo administrativo se organizó sobre estos ejes con el objetivo de expoliar la riqueza americana, de controlar las vastas extensiones de tierra y someter a la explotación y al control absoluto a los aborígenes que encontraron en casi todas partes. 

El proceso de colonización que advino inmediatamente después de la conquista del territorio tuvo como eje el desarrollo de fundaciones mediante las cuales se buscaba consolidar el poder político de la Corona española. Este fue un acto de poder y de construcción de soberanía.

Los estudios de los historiadores de aquéllos tiempos permiten entender que la conquista y la colonización no fueron solo impulsados por el Estado, por la Corona, sino por los empresarios privados, los cuales ayudaron a financiar muchas expediciones.

(Véase: Marcelo Carmagnani, Alicia Hernández Chávez y Ruggiero Romano (Coordinadores), Para una historia de américa, I. Las estructuras, El Colegio de México-Fideicomiso de Historia de las Américas-Fondo de Cultura Económica, Edición Electrónica, 2016. Esta obra está compuesta por III tomos, muy buenos todos. Menciono solo el I porque trae información necesaria sobre la colonización. También debo mencionar un librito que me abrió los ojos hace mucho tiempo sobre la relación entre los privados y el Estado y acerca de las Leyes de Indias en el proceso americano de la Colonia: José María Ots Capdequí, El Estado español en las Indias. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2018. Ambas obras se consiguen muy fácil en la web).

Es decir, estos procesos podrían caracterizarse como una iniciativa público-privada, utilizando el lenguaje contemporáneo. Ya se ha establecido, sin ninguna duda, que la casa de los Welser (basada en lo que hoy es Alemania) y la casa Fúcar (de origen italiano y que dirigía el hombre más rico de su época, Jakob Fugger o Jacobo Fúcar) invirtieron en esas expediciones fuertes sumas de dinero con la promesa de recibir una parte del botín.

La explicación de esta alianza entre el Estado y los privados tiene que ver con el hecho de que esos territorios estaban bajo control español en el imperio europeo que era dirigido por los monarcas hispánicos. Y también se explica por la pobreza relativa de la Corona, empeñada en la expansión hacia América pero escasa de recursos.

Esta situación económico-política es la que empuja a los reyes a imponer su soberanía territorial sobre las tierras conquistadas y colonizadas. Por ese motivo, todas las fundaciones fueron reguladas, desde muy temprano, por el monarca y sus representantes y se llevaron a cabo a nombre del rey, aunque fueran adelantadas por capitanes de un lugar distinto a España, como ocurrió en Venezuela y otros sitios, donde aparecen apellidos alemanes fundando ciudades y villas.

El instrumento más utilizado para autorizar la fundación a nombre del rey era la capitulación, a través de la cual se llevaban a cabo las fundaciones conservando la soberanía del Estado sobre el territorio y garantizando el reparto de los bienes obtenidos (del botín, etcétera) entre las partes implicadas (capitanes privados, Estado colonial, soldados rasos).

Este modelo de fundación a nombre del rey empezó a ejecutarse en La Española (hoy República Dominicana y Haití) a comienzos del siglo XVI (1504, aunque algunos autores sostienen que un poco antes) y luego se fue generalizando a los territorios del continente. De hecho, las invasiones de Cortés y de Pizarro (México y Perú) también se ejecutaron a nombre del rey, a pesar de que tenían aporte privado.

Hay que entender bien estas circunstancias históricas para saber que ese proceso de fundación provocaba una tensión entre los funcionarios reales y los aventureros privados y, por ese motivo central, la Corona siempre buscó preservar sus intereses, la soberanía territorial, sobre todo, y la parte más grande de la riqueza obtenida.

España buscaba extender el imperio a suelo americano y este era el móvil inicial de su política de control. Así mismo, quería obtener la parte gruesa del botín a través de sus oficiales, creando un instrumento que le garantizara esos dos aspectos esenciales. El desarrollo institucional posterior, con el avance del Estado colonial, permite probar que esto es así.

Por esta situación, no se podía fundar villas y ciudades sin la autorización expresa del monarca o de sus representantes. Esta estrategia fundacional, como un modo de desarrollar la colonización y el poder imperial, quedó claramente establecida en las famosas Leyes Nuevas, de 1542, las cuales fueron ampliadas en el año 1573.

(Un análisis de cómo se distribuían las ganancias, sobre las características del acto fundacional y del papel de la iglesia, de los privados y del Estado puede leerse en: Milton Zambrano Pérez, La urbanización latinoamericana durante la época colonial: una mirada para su enseñanza, Revista Educación y Humanismo, Universidad Simón Bolívar, Vol. 12, No 18, pp. 116-128, Junio-2010, el cual se consigue sin problemas en la web). 

Santa Marta, la ciudad más antigua fundada sobre el territorio colombiano

Este es el fundamento histórico que determina la fundación de ciudades costeñas como Cartagena y Santa Marta, acción de la cual queda evidencia en los archivos, como la máxima prueba de que sí fueron fundadas en 1525 (Santa Marta) y en 1533 (Cartagena), por Rodrigo de Bastidas y Pedro de Heredia.

Mapa de la ciudad en su reciente creación y sin las murallas (c.1550)

El acto de fundación de una ciudad que iba a servir de punta de lanza del desarrollo de la colonización y del imperio tenía unos claros parámetros establecidos desde España. Esa instrucción era bastante precisa y me voy a permitir transcribirla de acuerdo con los documentos de aquélla época:

“Elegirá (en el riñón de la tierra) un sitio…En medio de lo más llano hará hacer un hoyo, teniendo cortado un gran trozo de árbol, tan largo que después de metido en la tierra lo que bastare, sobre en ella estado y medio, o dos, el qual los mismos caciques y señores, sin que intervengan otros indios, lo alzarán, justamente con algunos españoles, poniendo las manos en él también nuestro Caudillo, para que justificadamente se haga este pueblo, habiendo hecho su parlamento, el qual palo meterán en el hoyo, y luego le pixarán dexándolo derecho y bien hincado. Y luego haziéndose la gente afuera, el Caudillo tomará un cuchillo –que para el propósito tendrá aparejado—y lo hincará en el palo, y volviéndose al campo dirá: ¡Caballeros, soldados y compañeros míos y los que presente estáis. Aquí señalo horca y cuchillo, fundo y sitio la ciudad de Sevilla, o como la quisiere nombrar, la qual guarde Dios por largos años con aditamento de reedificarla en la parte que más conviniere; la qual pueblo en nombre de Su Majestad y en su Real Nombre guardaré y mantendré paz y justicia a todos los españoles, conquistadores, vecinos y habitantes y forasteros, a todos los naturales, guardando y haciendo tanta justicia al pobre como al rico, y al pequeño como al grande, amparando las viudas y huérfanos. Y luego, armado de todas sus armas (para cuyo efecto estará), pondrá mano a su espada y haciendo con ella campo, bien ancho, entre la gente, dirá arrebatándose de cólera: ¡Caballeros! Ya yo tengo poblada la ciudad de Sevilla en nombre de Su Majestad. Si hay alguna persona que lo pretenda contradecir salga conmigo al campo donde lo podrá batallar, al qual se lo aseguro, porque en su defensa ofrezco morir ahora y en cualquier tiempo defendiéndola por el Rey mi señor como capitán, criado y vasallo y como caballero Hidalgo... Lo qual dirá tres veces y todas (sic) dirán y responderán cada vez que hiciere el reto: La ciudad está bien poblada: ¡Viva el Rey Nuestro Señor! Y por lenguas lo dará a entender a los señores de la tierra. Y en señal de posesión cortará con su espada plantas y hierbas del dicho sitio, apercibiendo a los presentes por qué lo hace y diciendo la hace sujeta a tal Audiencia o a tal Gobernación, o si la hace cabecera, y con esto embaynará su espada y luego en el instante hará hincar una cruz, que para ello tendrá hecha, a una esquina de la plaza, que será a la parte que ya tendrá elegida para la iglesia, la qual plantará el sacerdote revestido, y al pie della se hará un altar y dirá su misa, asistiendo a ella todos los soldados con toda devoción y solenidad (sic) para demostración de los naturales y movelles sus corazones; y haciendo muchas salvas con el arcabucería, regocijando este día con trompetas y caxas. Y el sacerdote dará la advocación a la iglesia juntamente con el Caudillo”. (Este texto fue tomado de: Gabriel Guarda, Tres reflexiones en torno a la fundación de la ciudad indiana, En: Francisco de Solano (Coordinador), Estudios sobre la Ciudad Iberoamericana, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, España, Segunda Edición Ampliada, 1983. Esta obra fue digitalizada y se puede leer gratuitamente en Google-Libros. La cita fue tomada de las páginas 89 y 90 del capítulo de Guarda. Este investigador tomó el dato de la forma de fundar de: Bernardo de Vargas Machuca, Milicia y descripción de las Indias, Madrid, 1599, página 105, escritor que había observado experiencias fundacionales en La Española).

He respetado la forma original como fue escrito este testimonio histórico. Nótese que el nombre genérico que se usa en la fundación es el de la ciudad de Sevilla, puesto que se trata de una instrucción general, para todos, aunque después el acta concreta de la fundación aparezca firmada por el fundador, el sacerdote y por otros funcionarios reales. Este esquema fue mejor desarrollado después, en las Leyes Nuevas de 1542.

Ese documento de época sirve para probar varias cosas, en relación con el acto fundacional en los comienzos de la colonización: el poblamiento o fundación debía hacerse a nombre del rey, garantizando su soberanía sobre el territorio; b) la iglesia participaba como testigo y garante; y los capitanes o caudillos aceptan estos dos poderes y su papel de representantes reales; c) nadie podía fundar sin la autorización del rey. 

Vista del paseo de Bolívar en la década de 1930

(En un libro mío, de próxima aparición e intitulado Historia colonial de Barranquilla, me ocupo a fondo del tema de los orígenes de Barranquilla, para hacer un aporte acerca de esa problemática desde la perspectiva del historiador y aprovechando mi experiencia como investigador del proceso de formación del Gran Caribe en la época colonial, que me permitió escribir un libro del cual se han publicado apartes en revistas especializadas y se han hecho presentaciones en Congresos Nacionales de Historia).  

Aquí está el gran problema que ha existido en torno a la supuesta fundación de Barranquilla. No hay un documento de época que permita corroborar que, en efecto, sí fue fundada en el marco de la creación de la institucionalidad colonial y de la expansión del imperio.

Esto confirma el argumento de que Barranquilla pertenece a un proceso de poblamiento no reglado por la Corona, que no fue exclusivo de ella, pues también se presentó con poblaciones no fundadas deliberadamente en los cruces de caminos, en las inmediaciones de los ríos, los mares o los lagos. La causa de esa situación tuvo que ver con la vastedad del territorio y con la escasez de funcionarios para cubrir todas las complejidades que aparecían, como el surgimiento de sitios y lugares fuera de control, al menos al principio de su proceso formativo. 

Los expertos en el período colonial llaman a estos poblamientos bastante espontáneos (en el sentido de que no eran dirigidos, desde sus inicios, por los representantes del rey) “surgideros”.

Los “surgideros” podían formarse de la descomposición de una misión, de una hacienda, o de la huida de aborígenes de las encomiendas puestas en entredicho por el Estado español, o que salían de los resguardos por cualquier motivo. También podían llegar a esos sitios o lugares otras personas provenientes de tierras lejanas.

Por esta condición, diferente con respecto a las ciudades fundadas en lo que después se llamó Costa caribe, fue que la forma de poblamiento de Barranquilla fue llamado Sitio de Libres, de personas que fueron llegando y aglomerándose sin un plan conforme a lo que se pensaba para las ciudades y villas, que contaban con su organización especial, y con un trazado urbano que reproducía la experiencia medieval española y disponía, en el núcleo central, a los poderes dominantes de la época: la burocracia colonial, la iglesia, los militares y los poderosos de la tierra, el comercio y las demás actividades económicas.

Estás razones históricas me llevaron a escribir el artículo El mito de la fundación de Barranquilla, que apareció publicado aquí mismo en zona cero, en el cual trato de demostrar que es imposible sostener la tesis de la fundación de Barranquilla como la planteó el señor Domingo Malabet en el siglo XIX, análisis que fue reimpreso en 1922 en el libro de Vergara y Baena llamado Barranquilla, su pasado y su presente.

'Vacasquilla' en el Gran Malecón del Río

No es posible que alguien sostenga que Barranquilla fue fundada en 1629, como lo sostiene este señor, por la sencilla razón de que no existe ninguna prueba definitiva sobre ese hecho. Y la prueba de fondo, en este caso concreto, es el acta de fundación, que no aparece en ningún archivo nacional o extranjero sencillamente porque no existe.

Lo que hizo el señor Malabet, a falta de las pruebas del caso, fue inventarse, basado en su propia capacidad especulativa, una narración fantasiosa sin ningún valor histórico. Eso fue posible porque este historiador aficionado no tenía la formación histórica en cuanto al período colonial requerida para dilucidar este problema y tampoco contaba con los archivos o bibliotecas que le hubieran ayudado a resolver el asunto del origen de Barranquilla, tal y como ya se resolvió para Cartagena, Santa Marta y otras poblaciones colombianas.

Y si el señor Domingo Malabet hubiera nacido en nuestro tiempo y se hubiera formado como historiador, tampoco habría podido sostener que Barranquilla fue fundada, pues jamás encontraría en ninguna parte el documento histórico que certifica que la urbe sí fue fundada, debido a que ese testimonio no existe en ninguna parte, pues esta ciudad no apareció en la historia mediante un acto de fundación premeditada, sino, como dicen los expertos en los tiempos coloniales, por una aglomeración o generación espontánea.

Al no tener una formación histórica adecuada con respecto al período colonial y al carecer de las fuentes originales de la época sobre el acto de la fundación, lo que hizo Domingo Malabet en el siglo XIX fue especular sin ningún fundamento acerca de cómo había aparecido la urbe.

Lo curioso del asunto es que él coloca a los aborígenes galaperos como los fundadores de Barranquilla CUANDO ESOS GRUPOS HUMANOS NO TENÍAN EL PODER DE FUNDAR NADA en los tiempos de la colonia, sobre todo porque, en muchos sentidos, el proceso fundacional se hizo contra ellos, dirigido por quienes se convirtieron en sus opresores y explotadores, es decir, el Estado colonial y sus aliados.

Este es uno de los graves errores históricos del señor Malabet, derivado de su falta de preparación científica en historia. El otro gran error que comete es que confunde fundación con aglomeración espontánea, no reglada.

Si ustedes revisan con calma su explicación de cómo fue fundada Barranquilla encontrarán que esta tiene como base la llegada de las vacas de Galapa buscando agua en las riberas del río Magdalena, y el ingreso, detrás de ellas, de los aborígenes que habitaban aquellas tierras.

Si se mira con atención lo que escribe Malabet, y eso se contrasta con el contexto histórico de la época colonial, se notará enseguida que lo que él narra no es una fundación, sino una aglomeración espontánea. Es decir, este señor no sabe lo que significa fundar en la época colonial.

Y el colmo de los colmos no es que confunda aglomeración espontánea con fundación, sino que convierta a unos aborígenes, que estaban llevando palo de los invasores, en fundadores, como si estos y sus vacas pudieran fundar villas y ciudades, sin tener en cuenta que esa prerrogativa era de la Corona, de los aliados y funcionarios. 

Por eso los historiadores contemporáneos sostienen que Barranquilla no fue fundada como otras poblaciones colombianas, sino que apareció en la historia, en el siglo XVII, como un Sitio de Libres que no tuvo un Caudillo fundador, por lo cual no cuenta con un acta de fundación formal que permita establecer el año de la fundación y quienes participaron en ese acto fundamental.

El hecho de que falte más investigación de los historiadores sobre el surgimiento de Barranquilla, como Sitio de Libres en los albores del siglo XVII, no es argumento para aceptar la fantasía mitológica de Domingo Malabet.

Quien repita hoy ese mito fundacional es porque carece de los conocimientos más elementales acerca del período colonial y porque no sabe que los aborígenes no podían fundar nada en esos tiempos; además, porque no entiende cómo eran las fundaciones en esa época y tampoco comprende que sin acta de fundación, no había fundación propiamente dicha en este período histórico, sino poblamiento espontáneo. 

Ojo: no se está hablando de actos fundacionales ahora, o en los siglos XIX o XX, como cuando alguien funda un equipo de fútbol, una universidad o una barriada, porque los contextos históricos son diferentes. Aquí estuvo otro de los errores del señor Malabet; confundió la fundación relativamente libre de su época con la de la época colonial. 

Por eso escribió, más apoyado en su capacidad especulativa que en la revisión de las fuentes primarias y secundarias de aquéllos tiempos, el mito fundacional que se sostuvo en el imaginario colectivo hasta bien entrado el siglo XX.

Quienes quieran seguir repitiendo ese mito hoy lo harán por falta de conocimientos históricos, por terquedad, o por la ausencia de rigor provocado por no acercarse, con la voluntad de aprender, a los importantes trabajos de historia colonial que se han escrito dentro y fuera del país.

Ya es hora de que empecemos a mirar la historia de la urbe sin las anteojeras del mito fantasioso y de las falsedades producidas en el siglo XIX por el señor Domingo Malabet. Cada quien es libre de seguir en lo que quiera seguir, pero es una vergüenza que todavía haya personas, aficionadas o no a la historia, que siguen expresando que Barranquilla fue fundada en la época colonial, sin caer en la cuenta del error garrafal en que están inmersos.

Aunque falten aún más estudios sistemáticos sobre el origen de Barranquilla, lo más adecuado es salir de la trampa de ese mito fundacional que solo conduce al error, y asumir el camino de la investigación histórica rigurosa sobre ese origen.

No es justo seguir repitiendo tonterías mitológicas por falta de estudio y por carecer de la honradez y la sencillez necesarias para reconocer que se está equivocado. El problema de fondo no es tanto el error, sino la terquedad para no superarlo.