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Pensar en mayor calado, horizonte del desarrollo portuario en Barranquilla

El río Magdalena, arteria vital de la economía colombiana, ha sido un tema recurrente en mis columnas anteriores, donde abordé su importancia como eje de desarrollo y los desafíos históricos que enfrentamos en su aprovechamiento. Hoy, en un contexto de optimismo renovado, es imperativo reflexionar sobre el alcance de las recientes gestiones públicas y privadas, y las posibilidades de futuro para Barranquilla como puerto competitivo.

La administración actual de Cormagdalena ha marcado un hito al garantizar que el calado del canal de acceso a la zona portuaria se mantuviera en 10 metros durante todo el 2024. Esto no es menor: por primera vez en años, los actores portuarios pudieron operar con una estabilidad que brinda previsibilidad, algo esencial para atraer mayores flujos de carga y, con ellos, inversiones.

Ahora, ante las versiones no oficiales que indican que la DIMAR estaría considerando que el calado operativo podría aumentarse a 10.5 metros, surge una interrogante clave: ¿hasta dónde podemos y debemos llevar el calado en Barranquilla para maximizar su potencial como puerto? Esta no es solo una pregunta técnica; es una cuestión estratégica que demanda una discusión académica seria, basada en estudios hidrográficos y técnicos que consideren el impacto a corto y largo plazo.

Un aumento del calado permitiría recibir, si no buques más grandes, al menos los que actualmente arriban a nuestra zona portuaria, pero con mayor capacidad de carga. Esto reduciría los costos logísticos por tonelada transportada y fortalecería la competitividad de la ciudad frente a otros puertos de la región.

Hacer este análisis debe convocar tanto a la academia como a las fuerzas vivas de nuestra economía, y, por supuesto, será necesario estudiar qué inversiones adicionales en dragado, señalización y tecnología portuaria serían necesarias, así como el impacto que tendría en las dinámicas del ecosistema del río Magdalena.

Las experiencias internacionales pueden servirnos de guía. Puertos como el de Rotterdam, Santos o Guayaquil han demostrado que los proyectos de ampliación del calado requieren no solo voluntad política, sino también una planificación rigurosa que involucre a todos los actores. Es esencial que esta discusión no se limite a los despachos oficiales, sino que involucre a los privados, a los pilotos prácticos de nuestro puerto y que se construya desde la academia, involucrando a expertos en ingeniería marítima y logística.

Barranquilla tiene la oportunidad de dar un salto histórico en su desarrollo portuario. La ampliación del calado es, sin duda, un camino atractivo, pero debe ser transitado con responsabilidad, evaluando las posibilidades reales del río y el impacto en la ciudad. Una cosa es clara: el río Magdalena seguirá siendo la columna vertebral de nuestra economía. La pregunta que debemos responder ahora es si estamos dispuestos a darle el protagonismo que merece, de la mano de decisiones informadas y sostenibles.

El momento de actuar es ahora. Como tuve la oportunidad de mencionarlo en la última rendición de cuentas de Cormagdalena, realizada el pasado 11 de diciembre, la estabilidad alcanzada en el último año debe ser el punto de partida para nuevas discusiones. Es el momento de diseñar una visión de largo plazo que permita a Barranquilla consolidarse como el puerto que Colombia necesita y que los barranquilleros merecen.