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Las interpretaciones sobre las dificultades del gobierno Petro

Esta columna fue escrita de manera distinta, pues una parte de ella se basa en un sondeo de opinión realizado con algunas personas que representan una muestra de quienes votaron por Gustavo Petro.

Entre ellas están militantes de partidos del Pacto Histórico (o de organizaciones gremiales que lo apoyaron), militantes de izquierda no alineados con la alianza del Pacto, o votantes independientes muy críticos con el establecimiento político tradicional.

La investigación se modeló para saber lo que pensaban quienes votaron por Gustavo Petro, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos que han erosionado la gobernabilidad y que agudizaron la confrontación entre el gobierno y los opositores.

Para conocer su punto de vista, se planteó la siguiente pregunta: ¿Qué opinas sobre los problemas del gobierno Petro? La mayoría de los encuestados se tomó el trabajo de responder; muy pocos aplazaron la respuesta o no respondieron. Algunos apoyaron su visión con material audiovisual pertinente.  

Varios de los encuestados plantearon posiciones críticas con respecto al funcionamiento del gobierno, pero sin retirarle el apoyo. De aquí en adelante citaré textualmente el material obtenido, sin mencionar los nombres de los autores para evitar complicaciones, debido a que su opinión fue emitida sin saber que era para una columna.

“Simple, estimado historiador. Ha surgido una nueva mafia.” No explicó en qué consiste esa nueva mafia. “Solo he leído que el dólar está bajando.” Esta persona no acepta ninguna crítica dirigida al gobierno.

“Se enredó en su propia estrategia de combinar la gimnasia con la magnesia, creyendo en las falsas banderas de los partidos tradicionales y sus prácticas corruptas.” Nunca estuvo de acuerdo con la alianza nacional amplia que propuso y aplicó Petro.

“Pues esos audios de Benedetti son bastante preocupantes…” “Estoy muy preocupada…de lo que sí estoy segura es del golpe que se viene gestionando.” Visiblemente, combina dos inquietudes fundamentales.

“Petro ya perdió margen político para sus reformas con estos acontecimientos. Le resta revolver las cartas de nuevo. Retirar las reformas más problemáticas, volverlas a discutir y presentarlas con más consensos.” Plantea un rediseño de la alianza en el poder para facilitar la gobernabilidad.

“Lo veo cada vez más cerca de su destitución, la que habrá de llegarle por cualquiera de los cien caminos que están abiertos.” Esta es una premonición catastrófica compartida por Petro y los suyos cuando hablan de un golpe blando.

“La posibilidad de que Benedetti le hiciera una jugada como esta era predecible.” Buen conocedor de Armando, un político muy cuestionado en las toldas del Pacto Histórico, pero que apoyó Petro por motivos tácticos.  

“Una novela completa, todo un espectáculo como para alquilar balcón” –agrega el título de un libro: 70 años, Anocheció de golpe, alusivo al golpe de Estado de Rojas Pinilla. Parece insinuar que Petro será defenestrado por los militares.

El Presidente Gustavo Petro y la Vicepresidenta Francia Márquez, durante la marcha del pasado jueves.

“Tiene que redireccionar su accionar para sacar el barco a flote y la prueba de fuego son las próximas elecciones que van a medir su fuerza para terminar su gobierno de la mejor manera, de lo contrario se hunde el barco.” Otra premonición de catástrofe.

“Hay que rodear al presidente. A cerrar filas, está en marcha la segunda fase del golpe blando por parte de esta oligarquía ladrona.” Enfoque de un petrista convencido que cree en el gobierno del cambio.

“Todos sabíamos que esto no iba a ser fácil, por tanto, no me sorprende: los tropiezos, obstáculos, talanqueras, bloqueos, torpedeos, manipulaciones, mentiras, entrampamientos, todo eso se emplearía para evitar los cambios estructurales propuestos.” Un enfoque muy aterrizado desde la orilla del Pacto.

“Es un gobierno de corte socialdemócrata, civilista, que hay que apoyar y exigirle que tampoco tolere la corrupción.” Concepción de centro, crítica de la corrupción, pero simpatizante de las reformas.

“Grave el asunto. Más enredado que un bulto de anzuelos.” Descripción coloquial que fotografía la complejidad de la coyuntura política, con la crisis de gobernabilidad, los ataques continuos de la oposición y el presente incierto de las reformas.

“Lamentable todo lo que está pasando. Más que nada cuando necesita mostrar todo su buen juicio y capacidad de gobernante.” “Tremendo lío. Las reformas en el congreso ahora se van a atrasar más.” Preocupación muy cierta.

“Son las lógicas del poder de un gobierno nuevo postoligarquía. Para llegar se tuvo que negociar sobre la base de un acuerdo nacional. Acuerdo que con el tiempo ha desnudado los intereses reales de una unidad pegada con babas.” Enfoque agudo sobre la fragilidad del pacto nacional que fracasó.

“Si Petro no toma una buena dosis de sabiduría y prudencia para salir de este cataclismo político no sé qué va a pasar con este gobierno…” Otro vaticinio catastrófico.

“Petro y su gobierno tienen que dar un giro en su manera de gobernar, si quieren por lo menos dejar una buena huella.” No explicó en que consiste ese giro y si este es posible.

“Entramos en una crisis profunda de credibilidad. El gobierno va a tener que defenderse durante mucho tiempo. Es un período de incertidumbre grandísimo.” Comparó la situación del gobierno actual con la vivida por Ernesto Samper.

“Petro, al ser tan emocional, es altamente errático” “Los problemas que tiene ahora son culpa de las decisiones que obviamente tomó en campaña, al acercar a gente con un historial dudoso, lo cual fue un grave error, el cual repitió en múltiples ocasiones.” Crítica a la persona y a los cálculos políticos del presidente.

“Voté por el personaje, pero me está preocupando.” Esta expresión fue bastante común entre los encuestados. Denota frustración, sorpresa y mucho malestar por lo que ocurre.  

“Respetuosamente, es un gobierno que hizo acuerdos con lo tradicional y se ven los resultados en los escándalos.” Parece plantear que los escándalos no tienen que ver con Petro, sino con los aliados.  

“Todas las reformas al tiempo son insostenibles, muchos frentes que abarcar.” “Esto es lamentable. Con intenciones no se gobierna, se gobierna con hechos. Petro está muy mal rodeado.” Causas de la crisis.

“Metido en escándalos semanales que le van agitando la poca imagen que le queda. Mucha palabra e ideas gaseosas, poca ejecución y poco manejo de estadista.” Crítica fuerte contra Petro.

“Está bien, soportando el golpe blando.” Un petrista que no reconoce dificultades en el gobierno y que todo lo remite a los adversarios. Esta actitud también fue muy repetida por los partidarios pura sangre o por los integrantes del Pacto.  

“Terrible, un desastre.” Declaración de alguien que votó por Petro sin imaginarse lo que podría ocurrir. Su frustración y malestar son totalmente opuestos al entusiasmo que exhibía cuando le dio el voto a la alianza del gobierno vigente.

“Petro no es un ángel, quizás cometa sus errores, pero está bien intencionado.” “Petro tendrá que revisar muchas cosas.” Un elector que aún cree en la recuperación del gobierno.  

“Grave. Esperábamos otros escenarios de avance.” “Petro está recogiendo el error de lo que en un momento le reclamaban los movimientos sociales: no rodearse de miembros de la clase política tradicional.” “Petro ha subestimado a la oposición.” Más críticas al pasado y al presente de la forma de actuar del presidente.

“Pienso que el gobierno Petro atraviesa una crisis de gobernabilidad.” “Hay tensiones y fracturas dentro del Pacto Histórico.” “Son problemas que puede tener cualquier gobierno. No es algo nuevo que pasa en Colombia.” Sobre la crisis del gobierno.

Hasta aquí el material que tomé de los amigos encuestados. De ahora en adelante aportaré mi visión sobre lo que está ocurriendo. De más está decir que comparto muchas de las apreciaciones emitidas por las personas que me antecedieron.

Es claro que los problemas de fondo del gobierno empezaron desde el momento en que el aspirante estructura una gran alianza que incluyó sectores de más allá de la izquierda para garantizar el triunfo.

Esa estrategia fue necesaria, pues de lo contrario habría ganado el aspirante que reunía tras de sí a todo el antipetrismo. El análisis de Petro y sus asesores fue el correcto, en aras de garantizar el triunfo.

Pero este gobierno de unidad amplia reveló muy pronto las contradicciones internas de una coalición no programática, ni de principios, sino solo electoral. Una alianza estructurada a la manera antigua, recibiendo apoyo a cambio de potencial mermelada, igual a como lo hicieron los mandatos anteriores.

Es cierto que fueron llamados y participaron sectores críticos de los paridos tradicionales, pero sobre una base programática exigua y sin acuerdos previos amplios con respecto a las reformas fundamentales.

Partiendo de esta realidad, era cuestión de tiempo para que esos desacuerdos de fondo crearan las dificultades de gobernabilidad que vimos con la salida caótica de ministros que disentían de las pretensiones reformistas de Petro y sus aliados más radicales.

Lo que ocurre después es un eslabón de una cadena que fue construida a partir de la necesidad de ganar. Políticos tránsfugas y untados de actitudes dudosas, con casos legales por resolver, entraron a la campaña Petro y contribuyeron a la victoria, pero pensando solo en la tajada posterior al triunfo.

Esta clase de personas, acostumbradas a recibir cuotas de poder por su apoyo electoral, no se iban a quedar cruzadas de brazos si se les marginaba del reparto.

Eso explica, en parte, el escándalo promovido por Armando Benedetti, quien, al ser desahuciado por razones políticas y personales para un cargo importante en Colombia, quiso hundir el barco usando todo tipo de armas. Si a mí me joden todo se jode, fue su lógica al proceder como procedió, respaldado por el esfuerzo que le aportó a la campaña.

Esto era previsible, como lo sugirió un encuestado, pero también era previsible que no ganara si cerraba su aspiración solo con las huestes de la izquierda. De esto hubo mucha conciencia en los aliados más cercanos ideológicamente a Petro, y por eso se tragaron el sapo escondiendo el desagrado.

Ese sapo salió completamente a flote cuando advino la discusión de las reformas en el congreso. El debate más complejo y dramático de todos fue el de la reforma a la salud, pues no solo puso a prueba los intereses creados que se mueven alrededor de esta problemática crucial de la sociedad, sino la tradición histórica del país y los supuestos de la izquierda radical.

Petro y sus aliados radicales parecen inclinarse por una estatización completa de la salud, sin detenerse a pensar que esta estrategia ya se aplicó cuando fue creado el Instituto de los Seguros Sociales y que sus resultados fueron tan malos (por la politización, el clientelismo, la politiquería y la corrupción) que hubo necesidad de abandonar ese camino.

Uno de los graves problemas para alcanzar un acuerdo más global en esta materia con los partidos por fuera de la izquierda es que el presidente parece manejar la posición del todo o nada, estatización o muerte.

La crítica a este camino no solo proviene de quienes tienen intereses en las EPS, sino de expertos que conocen a fondo el sistema de salud y que piensan que arrasar con todo, incluido lo bueno, provocará una debacle difícil de reorganizar y meterá al país en una dificultad casi irresoluble.

Ese radicalismo del todo o nada también se ve en las otras reformas, especialmente en la transición energética. Es claro que dicha transición es necesaria, pero debe hacerse con inteligencia, sin golpear la macroeconomía del país, sin destrozar los ingresos del Estado mediante un cambio poco planeado y demasiado acelerado.

El tipo y el ritmo de las reformas son el principal aspecto para explicar la agudización de las contradicciones a que se enfrenta el gobierno Petro. No está en discusión su compromiso con los pobres y la buena fe con que dirige al Estado.

La Vicepresidenta Francia Márquez y el Presidente Gustavo Petro, durante la marcha del pasado jueves.

Pero la buena fe también ha generado desastres, a nombre de ideas aparentemente buenas se han cometido, en todas partes, errores gravísimos. El presidente maneja sus convicciones reformistas con una rudeza sin fisuras que le niega espacio a la crítica razonada y a la posibilidad de pulirlas para aplicarlas sin tantos contratiempos.

Si le apuesta al diálogo y a la democracia debe entender que reformas tan trascendentales deben pasar por el rasero de la discusión profunda con miras a mejorarlas para que su efecto no produzca una catástrofe, sino los beneficios esperados.

Creo que aquí está el principal cuello de botella para poder bajarle el tono a la confrontación política y para reformar al país sin echarlo al precipicio. Es claro que se debe reformar para mejorar en muchos campos, pero reformar no es sinónimo de destrozar, negándole a la nación un futuro mejor.

En ese radicalismo hermético radica uno de los mayores problemas de Petro, un hombre acostumbrado a oponerse hasta con las armas en la mano. Todavía no ha completado el curso de gobernante y, como va, quizás no llegue nunca a ser un auténtico estadista.

La esperanza que despertó en los sectores no radicales de la sociedad se ha ido diluyendo, pues sus palabras, tendientes a defender la democracia y la institucionalidad en el proceso de cambio para favorecer a los pobres, se están abandonando para abrirle paso al autoritarismo, opción que él crítico en sus primeras entrevistas después de ganar las elecciones y en alusión a lo que ocurría en Venezuela y Nicaragua.

Para recomponer su gobierno y ganar de nuevo gobernabilidad, Petro debe escuchar a la gente, sobre todo a los que saben. Y necesita también bajarle el tono al radicalismo, al estilo veintejuliero que enerva a las masas, pero que solo augura un futuro de agudización de la crisis.

Petro ha descalificado a todos los medios de comunicación como si todos fueran lo mismo, lo cual es un error. Es cierto que existen algunos tirados abiertamente hacia la oposición que no le perdonan una al presidente. Pero existen otros, muy independientes, que le apuestan a la verdad y a la crítica argumentada y que no solo ven lo malo del gobierno.

Como sugirió el exsenador Gustavo Bolívar, el gobierno debe mejorar sus relaciones con el periodismo y no seguir en una vorágine de agresiones que se convierten en un bumerang contra Petro y los suyos. Si hay sectores interesados en tumbar a Petro, esa pelea irracional con los medios favorece a sus adversarios.

Arreglar las dificultades con el periodismo no significa suprimir la libertad de expresión ni eliminar la crítica, dos aspectos importantes de las sociedades pluralistas. Solo significa restablecer el respeto mutuo y la posibilidad de la información veraz, dos necesidades básicas de los medios y del gobierno democrático.

Algunos analistas han sostenido que Petro se mueve en medio de una disyuntiva: o ayuda a reforzar el proceso democrático e institucional o camina hacia el autoritarismo. Esta disyuntiva apareció después del derrumbe de la gran alianza con los partidos tradicionales debido a los desacuerdos por la reforma a la salud.

Para reforzar el proceso democrático debe aceptar cambios en sus reformas, lo cual es muy difícil por el temperamento del presidente y de quienes le acompañan. Sin embargo, esta es la única ruta para superar los problemas de gobernabilidad en las condiciones de la democracia.

Si no acepta cambios en las reformas planteadas, estas no podrían seguir su curso normal en el congreso, pues la destrucción de la gran alianza que hizo para ganar y empezar su gobierno acabó con las mayorías indiscutibles. Y sin mayorías en la cámara y el senado no habría reformas.

Ante esta posibilidad el presidente volvió a la calle y llamó a sus seguidores a hacer respetar el proceso reformista como él lo quiere. Amenazando a los medios y al congreso, sembró la idea de que seguiría con las reformas con el apoyo popular, expresándole a la gente que él llegaría hasta donde le pidieran que llegara.

Aquí parece delinearse una posición que desembocará en el autoritarismo. Sin el congreso, ¿cómo aprobaría sus reformas? Y si no pasan por el congreso, ¿cómo soportarían la revisión de los órganos judiciales? Las palabras de Petro implican un claro desconocimiento de la institucionalidad y una amenaza que lo lanza por el sendero del autoritarismo.

En el futuro inmediato se vislumbra un combate muy fuerte entre el gobierno y la oposición. Como nadie parece dar su brazo a torcer son posibles dos escenarios: el golpe blando por parte de los opositores o el golpe duro a manos de Petro. Ambas opciones son lamentables, si se tiene en cuenta la experiencia latinoamericana.

A Petro le resultará muy problemático desconocer la institucionalidad, empezando por el congreso. No se sabe cómo reaccionarán los cuerpos armados y nadie puede asegurar que es suficiente con tener allí dirigiendo a amigos suyos.

Colombia no es Venezuela, en la cual Chávez tuvo un gran ascendiente sobre los hombres armados. Desde un principio, gran parte de los militares vieron como suyo a Chávez y lo acompañaron dirigiendo el proceso. Es imposible creer que ese sea el caso de Petro, sobre todo atendiendo a su pasado guerrillero.

Aquí es más difícil hacer marchar a los uniformados y tal vez no sea suficiente, para ganar esta partida, con haber eliminado a gran parte de la cúpula. Si Petro y los suyos consiguen el apoyo de los uniformados obtendrán el triunfo y someterán a la oposición. Pero eso todavía está en el terreno de la incertidumbre.

Si la situación no cambia, es decir, si el gobierno no toma la iniciativa para recuperar la gobernabilidad, ampliando su base de apoyo en el poder para aumentar la cantidad y calidad de los votos en el congreso con miras a aprobar sus reformas por la vía institucional, el futuro traerá consigo un huracán de consecuencias impredecibles.

La oposición no se quedará quieta y tratará, por todos los medios, de defenestrar a Petro. Esta alternativa podría provocar dos efectos: o que Petro se transforme en un dictador o que el país se desbarranque hacia el caos. Lo más especial de todo es que esta crisis solo ha empezado.

La solución ante este panorama de posible caos consiste en recomponer el dialogo con todos los partidos, rehacer la gobernabilidad integrando a nuevos agentes sobre la base de una discusión serena y seria de las reformas, y aceptando que estas pueden cambiar, que no solo está en juego el vencer o morir.

Pero esta propuesta que acabo de plantear pertenece a la categoría de las utopías irrealizables, desafortunadamente. Solo queda pedir que la vida no nos maltrate tan duro. O, como dicen los creyentes, que Dios nos coja confesados.