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La guerra, el desprecio por la paz

Ya hace unas semanas que se desencadenó una experiencia terrible, el conflicto instalado hace más de setenta años en el Medio Oriente, sigue cobrando vidas inocentes. Las muertes ya suman miles, más que en cualquier otro momento de la historia de este conflicto y una comunidad de civiles convive diariamente con todas las amenazas posibles.

Llama la atención que la civilización Occidental, que ha elevado la paz a un valor, que ha construido la lógica de que la guerra no soluciona nada, muy por el contrario, genera nuevos y multiplica el dolor, no sólo se plantee indiferente con respecto a una cruda realidad, sino que eleve la muerte y la destrucción como una estrategia válida. Sin duda que hubiera esperado una respuesta más coherente con los valores que Occidente dice defender y, de los que al menos yo creía, había aprendido a lo largo de su propia historia.

Hace unos días, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres se planteó en términos al menos coherentes con el fin de desentrañar la verdadera realidad de este conflicto y no reducirlo a las relaciones violentas establecidas entre Hamas y el ejército israelí: ““[Los palestinos] han visto cómo su tierra era constantemente devorada por los asentamientos y asolada por la violencia; su economía, asfixiada; su población, desplazada, y sus hogares, demolidos.” Ninguna persona que haya hecho de la Historia su principal preocupación puede obviar la relevancia del contexto, esto es lo que nos recuerda Guterres en sus afirmaciones. Tal como lo plantea Rashid Khalidi, “No se podría entender Hirochima, no se podría entender el Holocausto, no podrías entender el genocidio armenio. No se pueden entender episodios realmente horribles en la historia de la humanidad sin entender el contexto. Ver algo fuera de su contexto magnifica algunas cosas y suprime otras.”

Para aquellos que mantenemos cierto grado de información ante el conflicto nos parecía que las palabras de Guterres se elevaban a un nivel necesaria realidad, pero de inmediato los poderes fácticos que operan en nuestro mundo, que reconocen algunos dolores, traumas y muertes, mientras desprecian e invisibilizan otros.

La historia estaba del lado de las palabras de Guterres, pero las presiones resultan ser más potentes que el peso de la realidad. El propio secretario general de la ONU tuvo que salir a dar explicaciones e indicó: “…era necesario dejar las cosas claras, sobre todo por respeto a las víctimas”. Si uno no maneja el contexto de estas declaraciones, cualquier persona podría entender que se refieren a las víctimas palestinas después de 56 años de ocupación de su territorio, sus casas, sus calles, sus escuelas y hasta sus hospitales. Lo que quería aclarar Guterres era, tal como el mismo lo plantea: “…los agravios del pueblo palestino no pueden justificar los atroces ataques de Hamás.” A pesar de ello, y de insistir en la desproporcionada reacciona estatal israelí, desplegando un ejército nacional con un nivel de destrucción de los más potentes del planeta, en un castigo colectivo sobre el pueblo palestino, despreciando la primordial protección a los vecinos. Israel y sus aliados, llevan la guerra a un nivel de deshumanización que sólo está al nivel de las políticas de exterminio más crueles de toda la historia de la humanidad.

Casi de manera inmediata de que Guterres hiciera sus declaraciones en el Consejo de Seguridad de la ONU y haciendo referencia a que los atentados de Hamas “no se hicieron en el vacío”, el embajador israelí ante la ONU, Gilad Erdan, exigió la dimisión de Guterres, expresando que estaba “justificando el terrorismo”. Incluso amenazó con que Israel denegará la entrega de visados a los funcionarios de las Naciones Unidas producto de las declaraciones. ¿Se puede tapar el solo con el dedo?, ¿Qué nivel de coherencia podemos expresar cuando miramos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? Que necesario y justo sería que, recriminando la acción terrorista de Hamas, estuviera acompañada de una recriminación de la peor expresión de terrorismo, el terrorismo de Estado que realiza Israel a través de su ejército, que hace cómplices a todos sus habitantes, incluso a aquellos que durante años han bogado por una solución pacífica con el reconocimiento de dos Estados, pero que los oídos sordos, los ojos ciegos y la piel y el corazón insensible de un gobierno que eleva la guerra, la muerte de civiles como una estrategia política.

He logrado recabar algunas reacciones de personalidades y gobiernos de Occidente ante las declaraciones de Guterres. Tanto el gobierno español como el portugués se pusieron de lado del secretario general de la ONU. Expresan estar sensibilizados por las imágenes de destrucción y muerte en el territorio palestino, por el sufrimiento y el desastre humanitario que se despliega con expresiones de fuerza, que se transmite por los medios de comunicación, ante las narices de un sistema internacional que se plantea en todos los discursos por ser pro-paz. Muy por el contrario, el gobierno británico, a través del secretario de Estado de Inmigración, Robert Jenrick, ha pedido que Guterres se detracte de sus palabras. Lo anterior no es muy difícil de entender, si consideramos que de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos, Francia y Reino Unido no reconocen al Estado Palestino.

Para muestra un botón, Muhammad al Durrah, un niño palestino de 11 años fue alcanzado por una bala mortal en el fuego cruzado entre palestinos e israelíes en septiembre del año 2000. Desde ese momento, el Centro Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios ocupados, B’Tselem, empezó a levantar estadísticas que permitieran visibilizar las víctimas del conflicto palestino-israelí. Hoy, a 23 años de la muerte de Muhammad al Durrah, al menos unos 1.741 menores habían perdido la vida en la franja de gaza hasta el 6 de octubre pasado, en su mayoría palestinos. Por contrapartida, el Diario El País de España, titula el 25 de octubre pasado: “El ejército israelí mata a más niños en Gaza en dos semanas que en los últimos 23 años, según las autoridades de la Franja” y agrega, “Más de 2.700 menores de edad en la Franja han muerto bajo las bombas israelíes, lo que supone la mitad del saldo total de víctimas. Quienes sobreviven están expuestos a hambre, sed y a un grave daño de su salud mental.”

Lo anterior demuestra que la ofensiva israelita contra poblaciones civiles en las últimas dos semanas es la mayor de todas las operaciones bélicas, desde 1948. No existe ninguna certeza de que dicha acción pueda eliminar a Hamas, o al ala armada de este movimiento. No debemos olvidar que Hamas es una ideología, con concepciones religiosas, no sé si es posible eliminar una idea a través de la guerra, sólo espero que la cordura impere, que las palabras de Guterres hagan reflexionar y que la comunidad internacional levante fuertemente la voz por la relevancia de la paz y las soluciones pacíficas ante los conflictos y recordar lo que la historia nos muestra que la guerra nunca ha resuelto nada, solo genera nuevos problemas. La Guerra no es sólo la ausencia de la paz, es el desprecio de ella.