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El sentido crítico de Milan Kundera

“De modo que compré una postal y (para herirla, asombrarla y confundirla) escribí: ¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotsky! Ludvik.” Milan Kundera, La broma.

Un aspecto que me llamó la atención de algunas de las novelas de Milan Kundera (autor checo fallecido hace poco) fue la crítica tan profunda que le hizo al totalitarismo socialista.

En La broma y La insoportable levedad del ser esa crítica está hábilmente dosificada, en un estilo que privilegia el sarcasmo (o la sorna) y el humor. Kundera retrata el cinismo y la falsedad de unas personas que habitan en un mundo que parecen entender, pero que en realidad no entienden.

El novelista disecciona las formas de ser en un régimen burocrático y de partido único desde adentro, conociendo a fondo la materia tratada. Sus personajes brotan de la propia vivencia del estalinismo en Checoslovaquia.

La vida asfixiante bajo el totalitarismo no deja espacio para la libertad. El individuo es consumido por las relaciones partidarias, estatales, y convertido en un simple instrumento del engranaje político, leviatán que nunca soporta el disenso o la crítica.

El monolitismo estalinista y las formas de vida que genera es el tema central de la novela La broma. Una chanza, efectuada por un muchacho de 20 años que no está de acuerdo con que su novia asista a un cursillo de militantes del partido, es el epicentro argumentativo de esta obra.

Invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia

En el texto del chiste que va en una postal el joven se burla de la esperanza y el optimismo de los comunistas y exalta, sin conocerlo ni haberlo estudiado, a León Trotsky, el propio diablo para las huestes estalinianas de todos los países de la cortina de hierro o del “socialismo real”.

Como era común bajo la dictadura checoslovaca, la postal es revisada por los funcionarios del partido y ahí comienza el calvario para el joven estudiante, una tortura similar a la de todos los que caían en desgracia engullidos por la bota burocrático-partidaria en ese país.

Ludvik, el joven de 20 años caído en desgracia, es sometido a un “juicio político” dentro de las juventudes partidarias, expulsado del partido y se le niega la oportunidad de seguir estudiando en la universidad.

Lo que sigue es lo que normalmente les sucede a todos en un sistema estrecho donde el empleo y todas las actividades básicas son controladas por los miembros del partido, por la burocracia estatal, y donde el Estado es el único proveedor de puestos de trabajo.

El joven es degradado socialmente, pues el sistema clientelista del socialismo lo ha rotulado como enemigo, como crítico del status quo y esa crítica, en un régimen tan rígido y sectario, se paga con el ostracismo y la ignominia. 

No está de más recalcar que la experiencia del joven Ludvik es parecida a la de Milan Kundera, otro expulsado del partido comunista por sus ideas, a quien sometieron a la persecución y lo denostaron en su propio país hasta empujarlo a emigrar a Francia.

Milan Kundera

Kundera desnuda al sistema totalitario como lo saben hacer los literatos: con sutileza, utilizando las armas del arte para mostrar la bajeza de un contexto que aplasta al individuo, su libertad, y la propia existencia.

La zozobra individual y colectiva de un ambiente social opresivo y falso es desnudada por el novelista, quien desenmascara el cinismo de los jefes que muestran su sociedad como el camino al paraíso, cuando se parece más al infierno.

Creo que este es uno de los grandes méritos de la obra literaria de Milan Kundera en varios de sus libros. Al mostrar el rostro de la sociedad totalitaria, sus limitaciones y mezquindades, facilita la comprensión de la sociedad humana en general.

Así como el mundo del poder y el dinero en el capitalismo contiene mucho de monstruoso, la vida aplastada por el socialismo totalitario es otra forma de degeneración social disfrazada de humanismo.

La obra de Kundera enseña, con coloraciones muy profundas, que seguir la pesadilla totalitaria no es ir en procura de lo mejor, sino del mismísimo abismo.