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El desafío de la convivencia escolar para la vida democrática

Los variados actores que comparten un espacio social conviven, se perciben y construyen una cultura, que hoy, más que nunca, se caracteriza por su dinamismo y complejidad y que deben ser capaces de propender a la construcción de lazos, interacciones, percepciones, normas, ritos y costumbres que, más allá de una necesaria y útil reflexión permanente sobre la base de valores compartidos, apunte a favorecer el logro de los objetivos planteados. 

“Las escuelas son micro sociedades, en tanto poseen una organización y estructura determinada, con normas de convivencia, sistemas de reglas que regulen las interacciones, la participación, entre otras. Son un pequeño sistema político y social que ofrece muchas oportunidades para practicar y examinar las aplicaciones de los principios democráticos” (Banz, 2008)

Desde esta perspectiva debemos entender que la Convivencia Escolar, como fenómeno social, se expresa y construye día a día, desde la interacción que se vive entre todos los actores del establecimiento, que comparten un clima y un espacio físico-social que va creando y recreando la cultura, con el entorno directo y cercano, donde los aportes de todos se comprendan y valoren como cruciales para el logro de los fines, las metas y los principios compartidos.

Así, en la dinámica de las relaciones, en la vivencia de compartir con otros y otras, de reconocerlos y valorarlos en su diferencia, de la posibilidad de integrar distintas formas de pensar, de reconocer el valor de la diversidad y la diferencia, en donde todos se reconozcan como sujetos de derechos y deberes, la Convivencia Escolar es una experiencia formativa para la vida democrática y una responsabilidad que no escapa a la labor pedagógica de la escuela.

La valoración de lo democrático en las escuelas y liceos no es sólo un conjunto de conocimientos que se pueden expresar en un marco curricular, sino que es también una forma de vivir y de construir comunidad educativa

La cultura escolar se configura sobre la base de rituales, definiciones estéticas, rutinas, espacios asignados a determinados objetivos que adquieren mayor relevancia en la medida que son fruto de la reflexión permanente de todos los actores involucrados.

No debemos olvidar que todo ello está permeado por sensaciones, percepciones que se construyen y que están fuertemente influenciados por la presencia o ausencia de afecto en el trato, la mayor o menor posibilidad de expresarse que tienen los estudiantes, docentes, apoderados y demás miembros de la comunidad educativa; la apertura de los espacios de la escuela o liceo para actividades no programadas de los/as estudiantes; la acogida o rechazo que estudiantes, padres, madres, apoderados y docentes encuentren frente a sus propuestas o inquietudes.

Todo ello, desde el dinamismo y la complejidad de la convivencia cotidiana, favorece el desarrollo de ritos, normas, costumbres, que alimentan y construyen percepciones que incidirán fuertemente en el nivel de pertenencia de los miembros de la comunidad educativa, su entorno y en la generación de un clima nutritivo.

Lo anterior adquiere mayor relevancia si consideramos que el clima escolar “… se refiere a la percepción que los individuos tienen de los distintos aspectos del ambiente en el que se desarrollan las actividades habituales” (Aaron y Milicic, 1999).

Esta percepción está fuertemente influida por la sensación de acogida o rechazo con que se perciben los distintos actores de la Convivencia Escolar, cuando se sienten que aportan y construyen, se valoran y se reconocen en cada una de sus funciones y roles.

Es sin duda una visión subjetiva de la convivencia que a su vez influye sobre ella, toda vez que predispone a las personas a vincularse de determinadas maneras con la institución y sus miembros.

Aporta a la cultura escolar, ya que se elabora un modo de convivir que es propio y característico de la institución educativa y se va conformando sobre la base de la integración de una serie de variables que se requiere considerar, a saber, el estilo de gestión y organización de la escuela, los elementos pedagógicos y la gestión curricular, las maneras en que se cautela y se preserva el funcionamiento institucional, su sistema normativo y la concepción y gestión de los conflictos, entre otros, que deben estar permeados por los valores y principios democráticos que construyen, confirman y crean cultura.

El aporte que entrega la concepción democrática de entender la convivencia escolar, el pensar la cultura y la protección de un clima nutritivo implica necesariamente un cambio de paradigma en que los actores de la comunidad educativa dejen de pensarse pasivamente y se eleven a actores activos con pertenencia y corresponsabilidad. 

Tal como lo plantea el Ministerio de Educación en Chile, “La Convivencia Escolar no es ajena a esta manera de mirar la educación…con el fin de que las escuelas y liceos puedan, cada vez en mejores condiciones, gestionar la convivencia y el clima escolar como ámbitos claves de la calidad de los aprendizajes y de la construcción de escuelas que reconozcan y valoren la diversidad, convirtiéndose en espacios que se enriquecen con la inclusión educativa” 

La preocupación por una convivencia escolar positiva,  por un clima escolar nutritivo aportan significativamente a la construcción de una sociedad que reconoce los valores compartidos, favorece el desarrollo de alumnos, profesores, directivos, apoderados y para docentes más comunicativos, participativos y comprometidos, que confían y respetan a quienes los rodean, favorecen el diálogo, la autonomía y la resolución pacífica de los conflictos, lo que redunda en una valoración de la institución, de sus ritos, normas y costumbres.  

Al construir una mirada integradora de la Convivencia nos impela a elevarla a un nivel de creación de Cultura Escolar, entendida ésta como “…los conocimientos socialmente compartidos y transmitidos sobre lo que es y lo que debería ser, que se transmite de manera involuntaria e implícita, y se simbolizan a través de actos y productos---“(Gather, 2004). Debemos tener presente que el estilo de convivencia que tiene una escuela o colegio no es azarosa ni inocua, plantea formas de convivencia que están referenciadas a una funcionalidad que demanda ser construida de manera democrática y dinámica, es decir, que integre a todos los actores y comprenda la relevancia del día a día. 

Sin duda que Convivencia, Cultura y Clima Escolar son conceptos distintos, que es necesario diferenciar en función de la importancia de visibilizar e intencionar cada uno de ellos, pero al mismo tiempo son complementarios, ya que ellos permiten concebir el quehacer cotidiano de la institución, con la misma relevancia que intencionamos cualquier otro aprendizaje, que debe ser planificado y gestionado desde la forma de enseñar y aprender, hasta el contenido de lo que se enseña y aprende.

Una escuela o colegio que construya cultura escolar desde la confianza recíproca entre todos sus actores, en un clima democrático y participativo, transversalmente practicado, defendido y difundido por toda la comunidad educativa, favorecerá una convivencia escolar sana, armónica, pacífica y productiva.