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Donald Trump y la mentira

Donald Trump continúa como un fenómeno extraordinario en los Estados Unidos y en el mundo. No solo llegó al poder conmocionando la mentalidad de los habitantes de su país, sino que se mantiene vigente, liderando las primarias republicanas a la presidencia, a pesar de haber sido sancionado por la justicia y de tener varios procesos en curso.

En una primera acusación emitida por el Fiscal del Distrito de Manhattan en el mes de marzo de 2023, fue declarado responsable en un juicio civil por el pago de dinero a la actriz porno Stormy Daniels a cambio de su silencio, debido a las aventuras sexuales que sostuvo con ella antes de la batalla donde ganó la presidencia por primera vez.

En conexión con ese escándalo, su empresa fue declarada culpable por fraude fiscal, entre otros delitos, por falsificar registros con el propósito de tapar el pago de dinero, por debajo de cuerda, a la estrella pornográfica mencionada antes.

Otra acusación del fiscal especial Jack Smith lo tiene contra las cuerdas por delitos penales que quizás lo pongan detrás de las rejas. Resulta que cuando concluyó su mandato de presidente se llevó para su residencia privada en la Florida, de modo arbitrario e ilegal, documentos clasificados de la Casa Blanca, poniendo en alto riesgo la seguridad de su país.

El expresidente tiene pendientes más acusaciones, entre las cuales se destaca la que está abierta por su participación en el intento de golpe de Estado mediante el asalto al Capitolio para evitar la legalización por el congreso de la elección de Joe Biden. Esa asonada, de aquel 6 de enero de 2021, tal vez sea más grave que la acción ilegal de haberse apropiado documentos clasificados.

¿Cómo es posible que un hombre tan desvergonzado e irrespetuoso no reciba un castigo social notable y se mantenga a la cabeza de las primarias republicanas, con la posibilidad abierta de ser de nuevo aspirante a la primera magistratura del país del norte?

Donaldo Trump a su llegada a los Tribunales

Esta es la pregunta que afrontaré en las parrafadas que siguen. Trump proviene de la cultura del espectáculo, aparte de ser magnate de la construcción. A la cultura del espectáculo también pertenecen los artistas y los deportistas, entre otras estrellas sociales.

En ese medio pulió las herramientas para llegarle al corazón de la gente, a sus sentimientos y pasiones. Y en el ámbito de los negocios perfeccionó las habilidades para el engaño y la trampa, apoyado en un gran cinismo y en una perversidad sin medida, las cuales resultaron armas infalibles al enfrentar a sus adversarios dentro y fuera del Partido Republicano.

Trump ha sido muy hábil para decirle a la gente lo que quiere oír, sin ninguna clase de escrúpulos, y para destrozar a los enemigos acudiendo a medios muy rastreros, condimentados con una buena dosis de mentiras. Este es, quizás, el principal aspecto estructural de su estilo, el cual no excluye las agresiones soeces.

Pero Donald Trump no se ha hecho decisivo en la política norteamericana actual solo porque sabe conmover y llegarle a la gente, mintiendo sin aspavientos, sino porque entiende bien tópicos trascendentales de una parte del electorado.

Mueve ideas racistas para atraer votos racistas, muy abundantes en todos los estratos sociales, en un país con una larga trayectoria de discriminación racial. Hoy se sabe que ese racismo no solo se refiere a los afrodescendientes, sino a todos los pueblos inmigrantes que se ven como un problema para los norteamericanos.

Ha sabido movilizar al voto antiinmigrante, aprovechando el descontento que produce en el norteamericano medio la presión de los habitantes pobres de otros países sobre las fronteras de los Estados Unidos. 

Aunque viola ha menudo los mandatos bíblicos, supo ganarse con habilidad el apoyo de muchas iglesias, colocándose del lado de la negación de los derechos de las mujeres y de los otros géneros, si fue necesario.

Donaldo Trump a su llegada a los Tribunales

En las pasadas elecciones se colgó de los problemas de los sectores medios, impactados por la apertura económica y la globalización, esparciendo promesas de apoyo que no cumplió y que solo tenían el propósito de pescar votos adicionales.

Además, ha sabido atraer a los votantes partidarios del capitalismo salvaje, a las sectas minarquistas y anarcocapitalistas, algunas de ellas tan dogmáticas y violentas como los grupos racistas radicalizados. Este tipo de personas y grupos integran la punta de lanza más sectaria de los partidarios de Trump.

Así mismo, penetró en la fibra más profunda del nacionalismo norteamericano, moviendo ideas sencillas pero efectivas, relacionadas con la grandeza de los Estados Unidos y con colocar de primero en todo a su país.

Estos son los conceptos básicos que le han permitido movilizar a una amplia franja de votantes y que están en la base de su conversión en un fenómeno de masas, capaz de intimidar a los integrantes de su propio partido y a todo el establecimiento político norteamericano. 

Es decir, la trivialidad de Trump se articula perfectamente con la liviandad de muchos norteamericanos promedio, con el agravante de que este personaje del espectáculo sabe leer las variables movilizadoras de la gente y juega, con habilidad y cinismo, con las mentalidades colectivas.

Donald Trump, expresidente de Estados Unidos

Su proyecto conservador se articula con la ideología conservadora de las élites y de otros segmentos de la población. El enfoque racista atrae a núcleos duros del racismo en ese país, en los grupos altos, medios y bajos de la estructura social.

La defensa del capitalismo quiebra la resistencia de quienes tienen ciertos reparos ideológicos (o morales), pero que necesitan un defensor incondicional de sus intereses. Esos elementos ideológicos fuertes están conectados a otros menos sólidos, pero, así mismo, muy atractivos para la gente común.

Estas son las raíces del populismo de derecha de Donald Trump, un individuo que suele estar protegido por un teflón tan resistente que ni los fallos de la justicia parecen hacerle mella. Un teflón que se origina en la mentalidad norteamericana más dominante. 

¿Cómo detener a un individuo que miente, engaña y que no respeta ni a la justicia ni a las instituciones?

¿Habrá que guardarlo en la cárcel e inhabilitarlo para que la gente deje de votar por él?