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¿Cómo leer a Marx?

En mi ya larga estancia en las redes sociales he tenido discusiones ácidas sobre Marx con dos tipos de personas muy agresivas: con aquellos que critican a este pensador desde una posición ideológica de derecha y no le reconocen nada, y con quienes, desde la perspectiva de izquierda, lo defienden y romantizan como una especie de profeta que nunca se equivoca.

Ambas posiciones siempre me han parecido viciosas y fuera de la realidad. Por más desacuerdo teórico o ideológico-político que uno tenga con el pensador alemán nunca podría llegar a desconocer su influencia en los movimientos y partidos de talante social y en las grandes revoluciones proletarias del siglo XX.

Así mismo, tampoco es válido negar, por ignorancia o fobia, el impacto de las teorías de Marx en el desarrollo de las ciencias sociales de los dos últimos siglos, sobre todo en el campo de la sociología y de la historia. Estos aspectos, posteriores a la vida de ese intelectual, expresan claramente que la gente de derecha, que no le reconoce ningún aporte por razones ideológicas, está equivocada.

Esa lectura ideológica desde la derecha forja una visión carente de equilibrio racional y plagada de errores, pues su guía no es el análisis científico riguroso, sino la pasión que se desborda por el odio y que concluye en un macartismo ramplón sin ninguna base probatoria.

En los debates que sostuve en la web con este tipo de personas descubrí que su actitud no se basa en un conocimiento profundo de la obra de Marx, sino en lo que escuchan o leen de otros, es decir, de individuos que odian al pensador pero que tampoco lo han leído a fondo, por lo cual se forma una cadena de contradictores cuyo eje no es el conocimiento amplio de aquel autor, sino la cultura de la repetición de oídas, del simple chisme basado en lo que se escucha de los demás.

Es muy claro que este camino es inconveniente para criticar a Marx, pues no se apoya en la ciencia o en la historia, sino en la simple inquina, en el mero odio por motivos ideológicos, pero sin fundamentos teóricos sólidos; solo criticar al enemigo porque es el enemigo, pero sin estudiarlo a fondo.

La gente de izquierda que ha discutido conmigo acerca de Marx lo hace también sin muchos fundamentos conceptuales de base. Por la forma como reaccionan, en muchos casos con violencia, se les nota a leguas que lo hacen como quien defiende a una especie de dios que nunca se equivoca.

Para ellos, lo que escribió el erudito alemán es la única verdad posible, la cual está más allá del tiempo y el espacio y por encima de todas las verdades actuales y futuras. Esta forma de leer a Marx es anticientífica y acrítica y se entronca más con la manera de pensar religiosa o teológica que con el espíritu científico.

O sea, las personas de la izquierda que leen a Marx como si fuera el autor de la Biblia o el Corán cometen un grave error, pues el artífice del materialismo histórico estructuró su modo de pensar en el torrente de la ciencia de su tiempo, con la pretensión de cambiar el mundo bajo el supuesto del análisis científico, que no del teológico o religioso.

Tal vez sin darse cuenta esos militantes (que en realidad no conocen mucho los textos de Marx, como lo comprobé en los debates) sostienen un estilo de pensamiento idealista divorciado de la realidad histórica, mediante el cual convierten a un teórico materialista y revolucionario en una especie de dios o en el creador de una nueva teología que no admite discusión o crítica de sus postulados.

Estatua de Karl Marx en plaza de la revolución de Moscú

La manera de discernir de esos seguidores de Marx no es ni científica ni crítica, sino dogmática. Es dogmática, como la teología o la religión, porque sus verdades no se confrontan o contrastan con la realidad histórica, como se estila dentro de las ciencias sociales, sino que dan vueltas sobre sí mismas, como si las hubiera producido el mismísimo dios.

El mejor modo de leer a Marx es familia del estilo como analizan las ciencias sociales, no como lo hacen las religiones o las teologías. El aporte o las falencias de este autor no se descubren mediante el uso de las técnicas de desciframiento de la palabra divina, sino confrontando sus ideas con el torrente de la realidad histórica.

Él mismo, como intelectual, fue un producto de su tiempo, con todas las debilidades y vacíos que tenían las ciencias sociales en las que trabajó y que posibilitaron sus aciertos o desaciertos. Este es el trasfondo que permite comprender mejor a Marx, nunca la lógica de los libros sagrados.

La teología marxista que algunos aún defienden, consciente o inconscientemente, está en contra del espíritu del materialismo histórico y ha generado un marxismo ortodoxo de base idealista que se alejó hace rato del camino de la ciencia y que contribuyó a producir, en todas partes, una forma de pensar dogmática y sectaria.

Es necesario sacar a Marx del mundo divino en que lo idolatran muchos de sus discípulos para reinsertarlo en la vida, en la realidad histórica, con el propósito de entender mejor la fuerza de su pensamiento y el carácter de sus debilidades teóricas y de sus errores.

El criterio más idóneo para comprender a Marx y su obra es la práctica, como él mismo lo enseñó. En este caso, la práctica es la realidad histórica, es decir, la manera como ha discurrido la sociedad en el tiempo. Contra este trasfondo real es que hay que contrastar las tesis de Marx. Ese es el procedimiento adecuado, no el de la religión o la teología.

Si se sigue este camino se llega a la conclusión de que los resultados de la obra de Marx son variopintos, positivos y negativos. Entre los positivos está el impacto en la creación de un movimiento social razonado que vela por los intereses de los sectores populares.

También es muy positivo el efecto de los modelos teóricos de Marx en las ciencias sociales, su invocación al rigor y a la cientificidad en los análisis, lo cual ha facilitado el florecimiento de corrientes que destacan el papel del conflicto, el estudio de las clases subalternas, la comprensión a fondo de los hilos profundos del poder económico, político y de los fundamentos de la dominación y la explotación.

El peor fracaso de las teorías de Marx brotó de la aplicación de su enfoque del cambio revolucionario. La teoría del partido único, de la dictadura de los trabajadores, de la estatización de la producción y la distribución en el marco de un sistema socialista no ha funcionado bien en ninguna parte.

De acuerdo con la realidad histórica, es decir, con lo ocurrido después de la aplicación de la teoría del cambio social de Marx en la sociedad, el resultado no puede ser más pobre: regímenes dictatoriales muy cerrados que siembran la escasez y la necesidad en todos los lugares.

Sistemas ineficientes que nunca pudieron satisfacer cabalmente las necesidades del pueblo, a pesar de las promesas. Y no lograron satisfacer esas necesidades y crear una calidad de vida superior a la de los países capitalistas porque no tenían con qué, pues mataron la economía, la libertad y el humanismo detrás de una utopía irrealizable con rostro de ángel, pero con cuerpo de diablo.

Esto que se acaba de anotar no son simples palabras, sino que surge de entender lo que ocurrió en la historia. Se derrumbó la Unión Soviética y la cortina de hierro debido a las ineficiencias del socialismo de Marx.

Los chinos y los vietnamitas tumbaron la obsoleta economía socialista y reintrodujeron la economía privada y el mercado para mejorar la calidad y el nivel de vida de sus habitantes porque comprendieron que con la aplicación de las teorías de Marx solo seguirían reproduciendo la pobreza y la necesidad disfrazadas de paraíso.

Estos hechos históricos permiten demostrar que la teoría del cambio social de Marx ha sido un completo fracaso, pues no produjo el reino de la libertad y de la abundancia que predijo este intelectual, sino la más cruda escasez y una falta muy extendida de libertad.

La mejor lectura de Marx debe hacerse en el terreno que él mismo enseño: en el de la ciencia y de la práctica histórica. La teología y el misticismo marxistas no prosiguen este camino, sino el contrario. Sus teorías y su visión se aceptan o confrontan en el terreno de la ciencia y de la historia, en ningún otro.

Si Marx no fue un teólogo ni un creador de textos sagrados, ¿por qué hay personas que lo sacan de la historia y lo conciben como un dios creador de ideas irrebatibles?

Hay que hacer una lectura científica de Marx, eso es indiscutible. Esa es la única forma de leer bien a este gran pensador. No existe otra.