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Chile, a cincuenta años del golpe de estado

El pasado lunes 11 de septiembre se conmemoraron los cincuenta años del golpe de Estado que puso fin al gobierno marxista de Salvador Allende y congeló la democracia en Chile por largos 17 años. Fue una jornada en que el país se expresó en toda su complejidad

Los actos oficiales, con importantes visitas como los presidentes de Colombia y de México, con discurso del presidente Boric que planteaba una profunda reflexión sobre la defensa y protección de la institucionalidad y la firma de una carta por parte de todos los expresidentes en que se pronunciaban por la irrestricta defensa de los derechos humanos y de la democracia.

El día anterior, en la noche, una reunión de las mujeres en la plaza al frente del palacio de La Moneda, en donde expresaron su preocupación por los más de mil cien detenidos desaparecidos de los cuáles aún no sabemos nada. El mensaje fue rotundo y claro, “para que nunca más en Chile”.

El presidente Salvador Allende cuando era bombardeado en el Palacio de la Moneda durante el golpe de Estado

En este contexto se valoraba la creación del “Plan Nacional de Búsqueda: Verdad y Justicia”, con el que se comprometió el actual gobierno con el fin de pagar la deuda histórica del Estado Chileno al respecto. La verdad es que, más allá del aporte de los informes Rettig y Valech, con sus mesas de trabajos relacionadas con ejecutados políticos y aquellos que fueron sometidos a abusos y torturas, ha sido la agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, la que ha hecho los más relevantes esfuerzos para dar con los cuerpos de sus familiares durante largos cincuenta años.

El “Plan Nacional de Búsqueda” tiene como objetivo prioritario esclarecer las circunstancias de desaparición y/o muerte de las personas víctimas de desaparición forzada, de manera sistemática y permanente, de conformidad con las obligaciones del Estado de Chile y los estándares internacionales. Para ello se hace necesario reconstruir las trayectorias de las víctimas de desaparición forzada, avanzar en el esclarecimiento de la verdad judicial y extrajudicial con sus respectivas responsabilidades criminales, recuperar los restos mortales de las víctimas, garantizando la debida participación de las familias de los detenidos desaparecidos a lo largo de todo el proceso. Sin duda una deuda pendiente del Estado chileno, sin la cual es muy difícil de avanzar en la reconciliación nacional.

 El espectáculo al respecto lo dieron las elites políticas representadas en el Congreso y a través de los principales líderes de los partidos políticos. Durante un par de semanas fuimos testigos de acciones que no nos enorgullecen como país:

Acto ciudadano en conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile

La derecha se negó a firmar la carta de la defensa de los derechos humanos y de la democracia, se ausentó del acto conmemorativo y hasta, con Carta de la Unión Demócrata Independiente, justificó el golpe de Estado de 1973. Sectores de la extrema derecha volvieron a enarbolar memorias que parecían superadas: el día de la independencia, el erigir a la Junta Militar como la salvadora de Chile, fueron expresiones de un negacionismo que parecía camino a superarse. Sin duda que esta actitud de la derecha, incluida aquella que parecía más democrática, demuestra una vez más como los fríos cálculos electorales, con un republicanismo pinochetista empoderado, puede llevar a que las convicciones que creíamos profundas no eran más que palabras de buena crianza, pero carentes de todo contenido real.

La Democracia Cristiana no ha hecho tampoco el verdadero mea culpa, no asumir una oposición dentro del marco institucional protegiendo la democracia en Chile bajo el gobierno de Allende y no pedir perdón al país por justificar su derrocamiento a través de un golpe de Estado, sin duda que avalado en las cuentas políticas que sus líderes habían sacado y que las Fuerzas Armadas echaron por tierra a los pocos meses de instalada la dictadura.

Los sectores de izquierda también deben asumir sus responsabilidades, desde aquellos que no se comprometieron completamente con la vía democrática al socialismo hace medio siglo, los que siguen pregonando y avalando actos de violencia, como aquellos que aún hoy buscan instalar la discusión en términos más bien políticos que democráticos, institucionales y, por qué no decirlo, valóricos.

La ciudadanía también quiere actos reales, en especial de los gobiernos de centro izquierda que han predominada en el Chile de los últimos treinta años, con la debida altura de miras, con juicios a los responsables de violaciones a los Derechos Humanos, con actos reales de búsqueda de los detenidos desaparecidos, con la reparación y la justicia. Todo ello sin tintes electoralistas y que luego terminan en acciones avaladas, desde el gobierno de Patricio Aylwin, en la famosa frase “…en la medida de lo posible”.

Personas en el acto ciudadano en conmemoración de los 50 años del golpe de Estado

Los medios de comunicación tampoco ayudan mucho en este tema, sin duda que hubo esfuerzos interesantes, tanto desde el periodismo como de la historia, por conectar a la ciudadanía con los procesos de hace cincuenta años, pero sus permanentes amenazas de disturbios en el contexto de los cincuenta años, no hacen más que ahondar en situaciones de violencia, que las hubo sin dudas, pero que fueron mucho menores a las alarmistas reflexiones que las radios, los periódicos y los canales de televisión aventuraron.

Siempre me pregunto, ¿cuánto aporta este discurso alarmista de los medios de comunicación a la generación de actos de violencia? ¿Cuándo será el día en que realicen una evaluación justa y ponderada y valoren los masivos actos de conmemoración pacíficos con una mayor y más intensa cobertura? Por ejemplo, el acto en el estadio Nacional, totalmente pacífico, el más masivo del 11 de septiembre pasado, sin la mínima expresión de actos de violencia y no las continuas expresiones de barricadas, enfrentamientos con las fuerzas de orden y seguridad en Villa Francia y otras poblaciones emblemáticas de Santiago donde, por lo demás, aún hay actos impunes de graves violaciones a los derechos humanos. Más que darles demasiada tribuna, ayudar a esclarecer los casos pendientes, aportar en la idea de la justicia, la reparación y la no repetición, puede ser, sin duda, un aporte que los medios de comunicación pueden realizar para que la sociedad chilena pueda sanar y lograr una verdadera reconciliación.

Lo peor que le pudo pasar a Chile en la conmemoración de estos cincuenta años del Golpe Cívico Militar es vivir un proceso de generación de una nueva constitución con un grupo pinochetista mayoritario y empoderado en el Consejo Constituyente. La Derecha Democrática, la misma que había dejado atrás el eufemismo del Pronunciamiento Militar y que había hecho carne el discurso del Golpe de Estado; la misma derecha que creyó y se integró a las mesas de investigación del informe Rettig y Valech; la misma derecha democrática que cerró el Penal Cordillera y que habló de los cómplices pasivos de la dictadura, hoy vuelve a reverdecer discursos de odio, negacionismo y justificación de la dictadura y de todas sus atrocidades. Que pena que la ciudadanía chilena, a través del voto, haya favorecido este escenario.

Velatón en conmemoración de los 50 años del golpe de estado

Cuan fuertes resuenan hoy las sabias palabras de Steve Stern en su libro, “Memorias en construcción: los retos del pasado presente en Chile, 1989-2011”, cuando nos hace ver que las memorias se construyen, que se adaptan y moldean al compás de los intereses y los significados actuales. Al contrario de lo que nos gusta creer, la memoria no es simplemente la capacidad de traer a la conciencia algo que nos ocurrió, sino la capacidad de integrarlo u organizarlo a una serie de eventos unidos por cierto interés y/o significado. La memoria, por lo mismo, se crea y se recrea, a tal punto que no son pocos los que, por intereses, pueden vender hasta sus más genuinas convicciones.

No faltan los que plantean que es un error conmemorar, que mirar al pasado y hacer memoria sólo nos divide y nos impide proyectarnos como sociedad. La respuesta la tiene el profesor Carlos Peña, cuando plantea, en la presentación del libro de Steve Stern que, “…al construir memoria, en verdad, estamos revalidando los compromisos que alguna vez tuvimos como comunidad ¿por qué esos mismos compromisos no podrían, además de conferir significado a los hechos que pasaron, inspirar la realización del futuro?”