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“Me gustan los estudiantes…”

En el año de 1965 salía de la prodigiosa mente y del alma inquieta de Violeta Parra, la afamada folclorista chilena, su canción que explicitaba, con tanta potencia, el rol de los jóvenes, específicamente los estudiantes chilenos  en la participación política y el compromiso social a través de actos de protesta y desobediencia  civil con la finalidad de visibilizar injusticias y tratar de influir en las autoridades para mejorar mejorar condiciones de vida personales y de los demás, es decir,  la más fiel expresión de la búsqueda del complicado  Bien Común, aquel  que trata de armonizar  los intereses individuales con los colectivos.

Violeta parte su canción describiendo el carácter del movimiento estudiantil, explicitando que los estudiantes, además de ser jardín de alegrías, “Son aves que no se asustan de animal o policía”. 

Destacaba un elemento que está en la esencia de los movimientos estudiantiles, que tiene relación con poner a prueba la versión oficial, de contrastar los hechos y de no ser esponjas que absorben lo que mezquinos intereses quieren instalar gracias al acceso al poder y a los medios de comunicación, “¡Que vivan los estudiantes que rugen como los vientos cuando les meten al oído sotanas o regimientos!, Pajarillos libertarios igual que los elementos. Caramba y samba la cosa. ¡que vivan los experimentos!”

Y el aspecto más destacable, que en cierta medida me recuerda las palabras de Vicente Huidobro en el año de 1924, cuando destaca que los más relevante de la Historia de Chile hasta aquella época la habían realizado los jóvenes, que son los encargados de elevar las causas justas que oprimen y apremian y que pone en entredicho la versión del poderoso, “Me gustan los estudiantes porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura, para la boca del pobre que come con amargura” y más adelante agrega, “Me gustan los estudiantes porque levantan el pecho cuando les dicen harina sabiendo que es afrecho y no hacen el sordomudo cuando se presenta el hecho

Violeta Parra

El visionarismo de Violeta Parra se instala con fuerza en el mundo de hoy, con una comunidad internacional que comulga con ruedas de carreta y que observa y no actúa ante una de las acciones más ignominiosas de la Historia de la humanidad, los actos de claro genocidio que práctica el Estado de Israel contra la población palestina y que se ha visibilizado por los movimientos estudiantiles en distintos rincones del planeta.

Son los estudiantes los que están tratando de instalar en la conciencia colectiva de la humanidad, la visión de que las prácticas genocidas del Estado terrorista de Israel, está socavando todas las estructuras jurídicas creadas a partir de las terribles consecuencias de 30 años de Guerras Mundiales, que  afloró en la consciencia colectiva de la Humanidad, a través de instituciones, tratados, reglamentos y prácticas que buscaban que nunca más en el mundo se vivieran actos tan deleznables como aquellos que afectaron a pueblos enteros, a minorías perseguidas y aniquiladas, a personas de todas las edades, de diferentes credos, etnias y orientación sexual,  producto de  intereses territoriales y geopolíticas nacionalistas en su peor versión.

El sábado 18 de agosto, la prensa internacional daba cuenta de las variadas manifestaciones en diferentes ciudades de Estados Unidos en favor de la causa palestina. Las estadísticas hablaban de casi 3.000 estudiantes detenidos en más de 60 centros universitarios del gigante del norte. Más allá de la posición política de su gobierno, que a estas alturas es un verdadero cómplice de dichas acciones, los estudiantes demandan que sus universidades rompan relaciones con empresas relacionadas con Israel y que su gobierno intervenga en favor de un cese al fuego en la Franja de Gaza.

Una vez más los jóvenes se plantean contra la versión oficial y que habla de que su país que , abusando  del derecho a veto de un miembro permanente del Consejo de Seguridad, ha impedido, desde 1948 y en más de una treintena de ocasiones que acusaciones de violaciones flagrantes del Estado sionista de Israel, en contra de la población palestina, no fueran más que letra muerta a pesar de las  evidencias y de las sensibilidades de muchas otras naciones que son parte de la Organización de Naciones Unidas. Deben ser las manifestaciones universitarias más masivas de la Historia de Estados Unidos desde las que se llevaron a cabo en contra de la intervención norteamericana en la Guerra de Vietnam, por las décadas de 1960 y 1970 y que se emparentan con lo que hicieron sus abuelos y sus padres, en el sentido de exponerse por una causa justa y humanitaria.

Violeta Parra

 Los estudiantes estadounidenses se sensibilizan no sólo por las imágenes que hoy, gracias muchas veces a las redes sociales, se comparten sobre el comportamiento de la autoridad israelita en la zona de conflicto, sino que además demuestran la lucidez que la Historia les puede aportar , ya que la demanda de alto al fuego está acompañada por la conmemoración de la Nabka, el éxodo de unos 700.000 palestinos que fueron expulsados de sus hogares al momento que se crea el Estado de Israel en 1948. “Poner fin a las matanzas es detener el crimen. Israel, fuera de Palestina”, el cántico más repetido que acompaña a los estudiantes en sus manifestaciones.

En todo el mundo y también en Chile, los estudiantes han levantado la voz y elevan su anhelo de justicia por un conflicto que sucede a miles de kilómetros de distancia, que se eleva a la evidencia más profunda de que no les es indiferente. Son estudiantes, que, a diferencia de otros conflictos, no han sido sensibilizados por los medios oficiales de prensa, ni por las grandes cadenas de televisión, ni por un cine que se haga eco, como en tantas ocasiones, de dramatizar causas injustas. Lo han hecho porque se han preocupado de informarse, porque se han comprometido por visibilizar lo que algunos poderes oficiales y fácticos se han encargado de ocultar y que se han encargado de convertir la causa del débil contra el fuerte casi como acto de sacrilegio.  

Ante la presión de sus estudiantes la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, la más antigua y prestigiosa casa de estudios superiores de Chile,   a través de un comunicado anunció la ruptura de sus convenios con universidades israelíes, y lo acompañaba con la frase “condenamos el exterminio de la población civil palestina”.

La medida se materializa después de masivas protestas de estudiantes que llegaron a tomarse la Casa Central de la Universidad en protesta por los más de 35.000 personas, mujeres, hombres y niños inocentes que, sin la más mínima posibilidad de defensa, han sido asesinados por las armas israelíes. El impulso dado por esta facultad se hizo eco en la Escuela de Derecho de la misma casa de estudios que, ante la negativa de su decano por seguir el derrotero marcado por la Facultad de Filosofía y Humanidades, se declararon en paro y se tomaron las dependencias universitarias.

El comunicado del Centro de Estudiantes de Derecho eleva a sus estudiantes a un nivel de dignidad y de certeza jurídica, cuando expresan: “Esperamos que nuestra Universidad y, particularmente nuestra Facultad, actúen en consecuencia de lo que exigen los valores democráticos inherentes que las debiesen caracterizar. El rol público de la Escuela no puede agotarse en meras declaraciones, el prestigio institucional no existe en el aire, y es menester que el mismo sea puesto a disposición, siempre, de las causas humanitarias y de los Derechos Humanos.”

Hoy me resuenan más fuerte que nunca las palabras de Violeta Parra, “Me gustan los estudiantes que marchan sobre la ruina. Con las banderas en alto va toda la estudiantina; son químicos y doctores, cirujanos y dentistas… Me gustan los estudiantes que con muy clara elocuencia a la bolsa negra sacra le bajó las indulgencias. Porque, ¡hasta cuando nos dura, señores la penitencia?”