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La porfía constituyente en Chile

Sin duda que el título de esta columna podría relacionarse perfectamente con lo que sucede en Chile hoy, en que los partidos políticos, reunidos en una extensa mesa de trabajo, buscan acercar posiciones para lograr un mecanismo que permita una nueva aventura constituyente.

El proceso se inició una vez derrotada la propuesta constitucional anterior y parece hoy, tres meses después, no estar ni cerca de arribar a un acuerdo.

Lo que sí está claro es que la fiebre constitucional se ha alejado de las calles, de las discusiones ciudadanas y parecen volver a los espacios en que históricamente en Chile se han generado las propuestas constituyentes: los partidos políticos, el congreso y una elite ciudadana que termina arrogándose la representatividad de todos.

Pero el título de esta columna no tiene que ver con el proceso actual que está viviendo Chile en pos de dar a luz una nueva carta constitucional; no tiene relación con que la ultraderecha dejó la mesa de conversaciones e interpretó el resultado del plebiscito del 4 de septiembre como un verdadero clamor ciudadano de no querer una nueva carta y, de paso, validar el orden constitucional vigente; no tiene que ver con las declaraciones del Presidente Boric que parece abrirse a una especie de comisión mixta, con un número indeterminado de representantes elegidos por el congreso y otro por la ciudadanía, para que discuta los términos de una nueva constitución; no tiene que ver con la posiciones variables de los sectores de la derecha que han deambulado entre un órgano constituyente 100% de representación ciudadana, a sobrevalorar el aporte que los “expertos” deberían hacer durante el proceso, no sólo para definir los llamados “bordes constitucionales”,  sino que también tengan derecho a voto en las decisiones finales del contenido de la nueva carta constitucional; no tiene que ver con la negativa de sectores de derecha a abrirse a un plebiscito de entrada que resuelva el conflicto partidista sobre el mecanismo de llevar adelante la nueva iniciativa constituyente, ni con la amenaza que han realizado figuras relevantes de dicho sector para con lo que sería una segunda derrota electoral del actual gobierno; no tiene que ver con el anhelo y esperanzas de sectores más progresistas que siguen creyendo en un órgano constituyente de plena elección ciudadana, con el aporte de “expertos” pero que no tengan derecho a voto; no tiene que ver con que la comisión elegida, mixta o no, tenga 50, 100 o 155 representantes.

Tiene que ver con el último libro del historiador chileno, Gabriel Salazar, en donde a la luz del derrotero histórico busca demostrar que el fracaso constituyente de hace tres meses es una historia más que repetida en la realidad chilena.

La literatura histórica ha caído en el último tiempo, al igual que la literatura política, en una especie de oportunismo propio del mercado en que, con no pocos fórceps de por medio y tratando de aparecer novedoso y explicativo, se busca dar respuesta a las problemáticas que generan una mayor sensibilidad en los tiempos actuales.

Recuerdo toda la literatura que surgió para tratar de explicar, lo que para muchos no tenía explicación, el Estallido Social de octubre de 2019.

Las posiciones  explicitadas recorrieron en 360 grados el universo ideológico aventurando las más osadas teorías que irían desde una desigualdad sin privación hasta la anomia exagerada que la sociedad chilena estaba experimentando.

Muchas de ellas, que mencioné en más de una columna anterior, seguro no se elevaran como referentes conceptuales a la hora de querer escriturar históricamente nuestros últimos tres años, pero sí se convirtieron en éxitos de ventas y tuvieron más que una reflexión en los variados medios informativos chilenos, pero parece que no pasarán a ser más allá de una noticia.

No sé si el texto del profesor Salazar corra la misma suerte y tampoco si el interés del autor sea más mediático que histórico, tengo mis dudas al respecto.

Primero que nada porque la línea de argumentación desarrollada está en sintonía con muchos de los trabajos previos que el premio nacional del Historia ha publicado a lo largo de su extensa y prolífica investigación y que busca, sin duda, actualizarse a partir de los últimos acontecimientos vividos por el país.

No es que Gabriel Salazar vuelva a escriturar la Historia de Chile desde el presente, parece, por el contrario, buscar en el presente un nuevo fundamento a sus antiguas miradas sobre la historia de Chile.

Viene a hacer carne la tan repetida frase de Mark Twian, “La Historia no se repite, pero rima”.

Desde esta perspectiva Gabriel Salazar erige al “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” firmado por la gran mayoría de los partidos políticos el 15 de noviembre de 2019, no como el acontecimiento por excelencia que abrió el camino a una nueva carta constitucional que recogiera el anhelo de tantos expresado con fuerza, y por qué no decirlo, con violencia y destrucción, en las noches siguientes al 18 de octubre de dicho año.

La lectura que hace el historiador, muy en sintonía con al menos tres ocasiones anteriores de la historia de Chile, es una verdadera herramienta desmovilizadora de la elite política, que contuvo el proceso de legitimación de la soberanía popular.

Para Gabriel Salazar, y aquí entronca con algunos de los textos que buscaron explicar el estallido social, un rasgo distintivo de la historia de Chile son los problemas sociales, económicos, culturales y políticos que nunca se han resuelto.

Tiene, por lo demás, el valor de clasificarlos, entre problemas pre modernos (el territorio mapuche, la marginalidad del pueblo mestizo , la desigualdad social); modernos (el hipercentralismo estatal, la ausencia de una burguesía industrial y de una clase media rural, la precariedad del sistema laboral, la subordinación de la mujer, los bolsones de pobreza material y cultural); y los post modernos (el individualismo, la competitividad, el consumismo, la depresión progresiva, la pulverización de los valores humanos).

Todos ellos, de manera individual y colectiva, con intensidades diversas, algunos de muy larga data u otros más actuales, configuran un escenario que “tensiona, revuelca, hiere y arrastra a lo largo de siglos

La obra histórica de Gabriel Salazar ya había discurrido sobre estos aspectos al anunciar que en la historia de Chile la acumulación de estos problemas remata en el “problema de los problemas”: La constitución política del Estado.

Producto de ello, que el nervio dorsal de nuestra historia ha sido, es y seguirá siendo el problema constituyente.

Define episodios históricos similares a principios de nuestra historia republicana, a través de importantes movimiento a lo largo del siglo XIX o principios del siglo XX en que se terminó dando a luz la Constitución de 1925.

Para Salazar son todos proyectos fracasados, y son parte del mismo pecado original: “nunca el pueblo ciudadano ha participado soberanamente, desde 1830, en los procesos constituyentes y reconstituyentes del Estado

No viene aquí hacer una referencia más explícita de cada uno de los episodios fallidos de nuestra historia al respecto, el autor define al menos tres de ellos con importantes fundamentos y aportes históricos, pero sí avanzar, desde lo actual, a entender la tesis central de su obra.

Es así que el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019 fue la herramienta utilizada por “los sabios y expertos” que abrió el camino a una Convención Constituyente ajustada a los intereses de los parlamentarios.

De ésos mismos sectores, de las mismas caras que incluso trasnochadas salieron a dar la buena nueva al pueblo chileno, se levantaron las voces que desacreditaron, aislaron y ridiculizaron el proceso constituyente en Chile, los mismos que después del plebiscito de salida salieron a cantar victoria viendo su obra desplomada y son los mismos que monopolizan hoy las condiciones, contenido y alcance del proceso constituyente, y que se permiten hasta menospreciar el valor de la participación ciudadana. ¿Una paradoja? No, Historia, pura Historia de Chile.

PD: espero que estas breves líneas sean un acicate histórico para leer, discutir y reflexionar sobre el libro de Gabriel Salazar, “La Porfía Constituyente”.