Cualquier amenaza contra las altas cortes es un riesgo a la democracia misma
Recientemente hemos sido informados de un presunto atentado contra el Palacio de Justicia en Bogotá, un acto que merece el más rotundo rechazo. Este tipo de acciones violentas representan una amenaza no solo para la seguridad y la vida de los magistrados y demás funcionarios de las altas cortes, sino también para los ciudadanos y para los pilares fundamentales de nuestra democracia y Estado de Derecho.
Colombia ha vivido momentos difíciles y dolorosos en su historia, y uno de los episodios más oscuros fue el asalto al Palacio de Justicia en 1985. A lo largo de los años, hemos intentado superar esas heridas y avanzar hacia una sociedad más pacífica y justa. Permitir que la posibilidad de actos de terrorismo reviva esas tragedias del pasado es inadmisible y debe ser condenado con firmeza.
El hecho de que existan grupos dispuestos a usar la violencia para imponer sus intereses nos recuerda los desafíos persistentes que enfrenta nuestra nación. Sin embargo, este presunto intento fallido de atentado también resalta la importancia del trabajo arduo y continuo de nuestras fuerzas de seguridad e inteligencia, que han logrado evitar una tragedia mayor. Es vital que continuemos apoyando y fortaleciendo a nuestras instituciones para que sigan protegiendo a los colombianos de estas amenazas.
Es fundamental rechazar de manera categórica cualquier acto que busque socavar la justicia. La violencia no puede ser el medio para alcanzar objetivos políticos o ideológicos. Debemos defender la justicia y la paz con determinación, porque son los cimientos sobre los que se construye una sociedad civilizada. El miedo no debe ser una herramienta para quienes buscan doblegar nuestras instituciones democráticas.
Este es un momento para la unidad nacional. Es necesario que todos los sectores de la sociedad, incluyendo desde el gobierno hasta la ciudadanía, pasando por las organizaciones sociales y el sector privado, trabajemos juntos para enfrentar y derrotar el terrorismo y la violencia. No podemos permitir que el odio y el temor guíen el futuro de nuestra nación. Colombia merece un futuro de paz, y para lograrlo, debemos ser inflexibles en la defensa de nuestros valores democráticos.