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Chile, a  una semana del plebiscito: ¿más allá de los lugares comunes?

Sin duda que la experiencia vital, individual y colectiva, estos días en Chile está cruzada por lo que significará  el plebiscito de salida para el proceso constituyente, programado para la jornada del 4 de septiembre. De seguro, más allá del resultado, será una de las fechas recurrentes en el derrotero histórico de Chile por muchos años, al mismo nivel del plebiscito del 5 de octubre de 1988, en el que a través de un lápiz y un papel, se derrotó democráticamente a la dictadura más feroz de la Historia de Chile, y por qué no decirlo, del continente.

Escribir, a una semana de un hecho tan relevante, no deja de ser una desafío, más aún si no se quiere caer en los lugares comunes en el que he caído muchas veces: ¿qué pasa con los adherentes de una u otra opción?; ¿Cuáles han sido los errores cometidos por unos y otros; ¿ Sobré qué se han expresado figuras políticas de cierta consideración social?; ¿Cuáles son los vaticinios de las últimas encuestas?; ¿qué opinan los principales líderes de opinión en Chile?; ¿Cómo se ha expresado la prensa internacional sobre la experiencia chilena?, podría seguir enumerando aspectos que han sido noticia y que lo  serán durante los próximos días.

Pero ¿cómo podemos salir de “esos lugares comunes” teniendo presente la relevancia de lo que viviremos? Hay que hacer una acto consiente, racionalizador, que nos permita, en la medida de lo posible, valorar nuestras experiencias cotidianas más allá de la crucial etapa que como país estamos viviendo. Como diría un instructor de yoga, debemos darle a las experiencias de vida la relevancia que tienen, ni  más ni menos, debemos dejar de angustiarnos por un futuro incierto o, por qué no, deberíamos ser capaces de valorar y disfrutar con anticipación aquellos aspectos prometedores, que alimentan la esperanza y que buscan instalar una convivencia respetuosa, solidaria y comprometida.

Todos aquellos, como yo, que nos angustiamos con un futuro incierto, debemos hacer esfuerzos por no sufrir por situaciones  que aún no son  una realidad y debemos, por sanidad mental, aprender a desprendernos y hacer esfuerzos por encontrar otros espacios en que “instalar nuestra aguerrida mente”, con el fin de distraerla y no quedarse pegado en “los lugares comunes”.

La vida familiar es mi espacio predilecto y creo que para muchos de los que puedan leer esta columna, pero al poco tiempo relaciono la experiencia de mi familia con la coyuntura plebiscitaria del próximo 4 de septiembre. Me trato de desconectar, pero me pillo cayendo en lo mismo. Tengo clara mi opción personal al respecto y en ella hay mucho de lo que espero que vivan mis hijos, mis hermanos y también yo, en una no tan lejana vejez.

Me concentro en los whatsapp de grupos de amigos, buscando una experiencia lúdica a través de los recuerdos, las anécdotas y las experiencias familiares que cada uno de ellos comparten con generosidad, pero no pasa mucho tiempo y más de algunos de los amigos instala, en el mismo chat, a través de un meme, una noticia o un vídeo, su opción personal y abre la posibilidad no sólo del debate, también el volver a encontrarnos con la relevancia de lo que se decide el próximo 4 de septiembre.

Las plataformas de televisión digital son un excelente panorama para distraer la mente, me embarqué en una extensa película, “No dejes de mirarme”, que cruza gran parte de la historia de Alemania desde un par de años antes de la Segunda Guerra Mundial y hasta la experiencia de su división, por causas ideológicas, en la Europa de post Guerra. El relato de una tía que se preocupa de un sobrino que tiene habilidades artísticas, pero que siente la amenaza de lo que significa el proselitismo nazi en 1937 a  través de la muestra itinerante de lo que llamaron el “Arte Degenerado”. El intento, a lo mejor más traumático de la Historia de la humanidad, donde a través de la manipulación y la fuerza, se busca imperar sobre conciencias limpias, abiertas, diáfanas y transparentes que parecen más inclinadas a construir que a destruir.

No puedo dejar de relacionarlo con nuestra experiencia vital actual, la relevancia de ser inteligentes a la hora de consumir información y conocimiento, luchar denodadamente por nuestra libertad, por una igualdad que supere la dimensión legal y que busque generar las condiciones sociales y materiales que permitan a muchos, y no a unos pocos, desarrollar sus potencialidades. Nuevamente me doy cuenta que es mucho lo que está en juego el próximo 4 de septiembre, es en definitiva la sociedad que aspiramos a construir, en la que queremos vivir y en donde están depositados nuestros sueños, nuestras esperanzas. Hay incertezas, inseguridades, dudas, como todo lo que hacemos en la vida, pero en el camino no debemos comprometer nuestros sueños, valores y principios. Debemos ser capaces de desprendernos de un individualismo asocial, cargado de exitismo material, que divide y aísla y que nos conmina a mirarnos permanentemente el ombligo y a olvidarnos que la Historia es una construcción colectiva, la hacemos entre todos, todos somos importantes.

Como dice Erich Kahler, las personas individuales no tienen Historia, incluso aquellas que hayan hecho de su vida un símbolo, sólo tienen biografía, no Historia. Los momentos más infaustos de la Historia nos conminan a pensar que la calidad de vida a la que puede aspirar un individuo está íntimamente relacionada con la calidad de vida a la que aspira la sociedad en la que se inserta.

Nuevamente me pille acercándome inconscientemente en los mismos “lugares comunes” de los que he tratado, en un acto racionalizador, de alejarme.  Este fin de semana en Chile se jugaba el clásico universitario, mis sentimientos más comprometidos que nunca, la Universidad de Chile hace largos años que viene luchando por no descender, no enriela un par de partidos buenos y viene perdiendo consecutivamente con sus más tradicionales rivales. La experiencia de este sábado no fue distinta, una nueva derrota y cada vez más cerca del abismo. El resultado da para pensar, al igual que en torno al resultado del próximo 4 de septiembre. No es un partido, no es un juego, como dicen los maestros de yoga, debemos darle su correspondiente consideración y, en vez de aplacar mi incertidumbre, me doy cuenta de que es mucho lo que está en “juego”. Es el futuro de un país, es el tipo de sociedad que aspiramos a construir, es lo que queremos legarle a nuestros hijos y nietos, es donde queremos vivir nuestra vejez y los últimos años de vida de nuestros padres, hermanos y amigos de toda una vida.

Estamos a una semana del plebiscito más importante de los últimos 34 años de la Historia de Chile, puedo buscar fugarme en las reuniones familiares, en las conversaciones con los amigos, en las películas del momento, en los partidos de fútbol, pero más allá del intento denodado de distraerme, me doy cuenta una y otra vez que lo que suceda y cómo suceda este próximo 4 de septiembre, es muy importante para Chile.

Ojalá podamos estar a la altura de lo que nos demanda este momento histórico y tengamos la  inteligencia para elegir; la humanidad para desprendernos de un individualismo que destruye; la solidaridad para comprender que me puedo realizar en la realización de los demás, que las parcelas mezquinas resultan en traumáticas y penosas experiencias;  la responsabilidad para saber que es un paso que demandará el esfuerzo de muchos pasos más, el mío, el de mi familia, el de mis amigos, el de todos los chilenos.