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Carta abierta a Amelia

Hoy celebramos y conmemoramos la labor de nuestras madres. Sin duda, es una fecha emotiva para todos, quizás triste para algunos que ya no las tienen a su lado y feliz para otros que aún gozan del privilegio de su compañía; yo me incluyo en este último grupo.

No podía dejar pasar esta ocasión para escribir sobre Amelia, la mamá y esposa más increíble y amorosa que conocen mis ojos y mi corazón. Esta mujer barranquillera ha sido ejemplo de integridad, ha sido el pilar de mi familia y es a quien agradezco haberme otorgado el título más importante que tengo, el de ser su hijo -aunque no sea su preferido-.  A ella, se lo debo todo, lo que he sido y lo que soy.

Esta fecha es la excusa perfecta para honrarte, Amelia, compartiendo momentos de mi vida contigo y nuestra familia que marcaron mis pasos y me impulsaron a seguir construyendo mi propio camino. Quisiera que fuera esta, también, la oportunidad para una sencilla reflexión, pues nunca es tarde para poner en la balanza del agradecimiento el apoyo incondicional de nuestras progenitoras, sus esfuerzos, sus sacrificios y la disposición que han tenido para hacer de nosotros sus hijos, hombres y mujeres extraordinarios.

En mi vida he tenido varias pasiones, el amor por el deporte marcó mi primera infancia y allí siempre estuvo ella.  Cuando el deseo de ser beisbolista me hacía creer que estaría en las Grandes Ligas, era Amelia, con su amor incondicional y su paciencia, quien recorría conmigo todos los estadios, era mi conductora, entrenadora y porrista.

Muy pocos conocen mi paso fugaz por la música, otra pasión que tengo desde muy joven, las canciones a ritmo de acordeón me inspiraron a ser intérprete cuando ni siquiera llegaba a los quince años. Entonces, mi mamá se convirtió en mi manager, inscribiéndome en una academia de acordeoneros, grabé mi primer CD y hasta hoy, no hay reunión familiar en donde mis interpretaciones no sean protagonistas. Sin embargo, la ruta que siempre estuvo presente en mi vida y en donde Amelia definitivamente fue un pilar, fue la de servir.

Desde temprano, la urgencia de ayudar a los otros se convirtió para mí en la posibilidad de trabajar solidariamente por el bienestar de personas vulnerables y de comunidades, despertando mi capacidad y deseo de servir, de crear puentes para lograr soluciones a problemáticas en diferentes contextos y con poblaciones distintas. Si bien, mi inclinación por el servicio al prójimo seguramente vino a través de su ejemplo, mi salto al servicio en otros entornos y desde el ejercicio político, esta vez, no llamó mucho su atención.

No voy a mentir, un par de explicaciones no fueron suficientes, debimos tener largas y profundas conversaciones hasta que decidió acompañarme en este camino que inicié como edil y que continúo ahora como concejal de mi Barranquilla.  Para mí era más que importante su respaldo, he contado con su apoyo en cada momento de mi crecimiento personal y profesional. ¿Cómo no tener su bendición cuando yo estaba más decidido que nunca a emprender mi camino en la política?

Amelia, siempre sabia y oportuna, aceptó seguir acompañándome de la misma forma como lo ha hecho durante toda mi vida: a tiempo completo, con discreción y respeto por mis decisiones, con amor incondicional y paciencia verdaderamente inagotable. Por eso hoy, en el Día de las Madres, te agradezco también en nombre de mis hermanos tu infinita comprensión, tu cariño eterno, tu luz en los momentos buenos y en los no tan buenos.

Valoramos tu esfuerzo y sacrificio por sostener desde el amor y la paciencia a esta familia que hoy te honra.

Gracias infinitas, Ame.