Share:

No dejemos que el miedo nos devuelva al pasado

El 17 de enero del presente año, la Escuela General Santander fue víctima de un ataque nefasto e inescrupuloso. El saldo de este atentado ascendió a los 21 muertos y 68 heridos. Al ver las imágenes de esta desdicha, brotó en muchos de nosotros ese sentimiento de tristeza y amargura, ese dolor y rabia que ya hemos sentido en muchas ocasiones. Tristemente en este país se ha derramado incalculables gotas de sangre a lo largo de nuestra historia.

No habían pasado ni 2 horas después del atentado y empezaron a llover los ataques verbales y la aparición de ese dedo acusador que siempre está presente a la hora de buscar culpables. De un lado se podían leer los comentarios culpabilizando al expresidente Juan Manuel Santos y a su “Paz”, mientras que otros decían que esto era una cortina de humo del gobierno para desviar la atención sobre el tema del fiscal y Odebrecht. Los ataques entre distintos bandos se volvieron aún más virales y se lograba observar como el fantasma de la guerra y el miedo se tomaba nuevamente las calles de nuestro país.

Este atentado no ha sido el único acto de violencia perpetuado en los últimos años. Todavía, sigue habiendo un alto número de extorsiones, atracos y secuestros. En el 2018, según información clasificada obtenida por Caracol Radio, se presentaron unos 100 secuestros y un poco más de 5000 extorsiones. También, hemos visto como desde el 2016 hasta el 2018 murieron 438 líderes sociales y en lo que va del 2019 ya son 12 asesinados. En la marcha del 20 de enero en contra del terrorismo quedaron evidencias de la intolerancia y el resentimiento existente entre muchos que piensan diferente. La cantidad de insultos, agresiones verbales y físicas, las amenazas y en especial el mensaje de odio que buscaban esparcir una gran parte de los marchantes nos demuestra un quiebre profundo entre los colombianos.

El miedo se ha encargado de despertar espíritus del pasado, revivir viejas heridas y fomentar una guerra interna que nada bueno va a traer. Se escuchan las voces haciendo eco para que se armen grupos civiles y así protegerse de las guerrillas, las bandas crimínales y otras organizaciones al margen de la ley. Ya sabemos que eso no puede volver a suceder, que en Colombia debemos ser cuidadosos y prestar mucha atención a la hora de pedir una flexibilidad en temas como el porte de armas. La sociedad civil no debe estar armada en ningún caso y hay que confiar en el trabajo de nuestros policías y militares para que nos garanticen la seguridad necesaria.

Rechazo tajantemente el atentado terrorista ocurrido en la ciudad de Bogotá, el asesinato masivo de líderes sociales y cualquier otro acto de violencia en nuestra querida Colombia. La inversión en temas de educación, salud, la generación de empleo, cerrar las brechas sociales deben ser los pilares para la transformación de nuestra sociedad y seguramente así podremos llegar a tener un país más seguro. Podemos aprender de las experiencias vividas, pero no podemos permitir que el miedo nos devuelva al pasado.