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Cuando lo “mucho” se mal convierte en “demasiado”

Un repaso por el mal uso del lenguaje.

Por Adalberto Bolaño Sandoval 

Afirmativamente, podría decir yo, como manifiesta Perogrullo, la gente aprende de/con los errores. Pero también, muchos, de ese gigantesco grupo, difunde los errores: por ejemplo, cuando van a un sitio a comprar e indican: “Regálame una gaseosa”, “regálame ese desodorante”, “regálame esa nevera”, siendo esta última solicitud lo más impráctica posible, por sus obvias connotaciones de pago.

Otra situación del mal uso del lenguaje, que ya traté antes en otra columna, fue con los verbos poner y colocar: “me coloqué rojo” o “me coloqué frío”, por el miedo mal difundido de “ponerse” (tal vez porque creen que son las gallinas las únicas que ponen) en otro color o en otra temperatura. Está bien que es normal, por su popularización, que se utilicen o se cambien los significados de algunas palabras, como “haiga”, “habemos”, o que se reemplace “jenjibe” por jengibre, cuando se le va a comprar en la calle al tintero. Son “naturales” esos deslices lingüísticos, pues el desconocimiento de ciertas reglas o la mala difusión de ciertos términos se vuelven frecuentes cada vez más.

Lo nuevo en Colombia (y que se está difundiendo en países de América Latina como desde hace dos o tres años atrás) es reemplazar el adjetivo indefinido “demasiado” por el de mucho o muy. “Demasiado” puede constituirse en un adjetivo o en un adverbio. Como adjetivo indefinido, “demasiado” se entiende como un término que califica una cantidad incierta o indeterminada; un ejemplo, “algunos gatos”, “ciertos temas”, etc. En el primer caso, y de manera bien usada, cuando declara una cualidad: “Esto está demasiado bueno para ser cierto”, que no tendría nada de malo, pero que también pudo expresarse así: “Esto está muy bueno para ser cierto”. Y quizá en ello radique, en esa aparente ambigüedad, la mala utilización de muy, mucho y demasiado.

Como adverbio, “demasiado” se refiere a palabras que modifican a un verbo, un adjetivo, un sustantivo, de manera que brinda información sobre él y complementa su significado. El adjetivo manifiesta cualidades, propiedades, relaciones, cantidad, aspecto o pertenencia a un ámbito, o también expresan “circunstancias como tiempo, lugar, modo, cantidad, afirmación, negación, o duda”. Un ejemplo: el cielo es azul. O: “Estás muy frío”. O: “la casa es pequeña”.

Pero ahora es frecuente escuchar (porque lo más constante es que se use en el habla cotidiana): “No saben que aprendí demasiado con ustedes, y, por eso, les agradezco demasiado”. Otro ejemplo cotidiano: “el almuerzo estaba demasiado bueno”. Es notable el uso “demasiadamente” malo de la palabrita, pues su manejo constituye una manera muy intensiva, excesiva, lo que me “coloca” frío. A todas luces, demasiado debió cambiar por muy. Según el Diccionario (DRAE 2001), “demasiado” significa: “‘Que es en demasía o tiene demasía’ y ‘excesivamente’, por lo que asume un valor negativo, pues se supone que se sale de lo permitido, de lo normal, de lo recomendable”. Un ejemplo: "Te amo demasiado" o "Has bebido demasiado", lo cual da no solo un valor más que negativo, sino que, además, esa persona cae en una puesta en escena de un exorbitante comportamiento. Dos ejemplos más, sacados de internet, o escuchados en la calle: “Él sabe demasiado inglés", o "Me gusta demasiado el fútbol". 

Y he ahí que, desde lo supuestamente “normal”, el uso de “demasiado” tiene, realmente, connotaciones negativas, descalificativas. Dos ejemplos: “Me gustas demasiado”, o “Te amo demasiado”, lo que se puede interpretar como que amas o te gusta más allá de una forma sana, razón por la cual no se debe decir como algo positivo, pues esa forma de explicitarlo le pone (no coloca) registros enfermizos. Llegaría, en un momento determinado, a utilizarse de modo equivocado y superlativamente así, en otras situaciones: "¡Demasiadas gracias!". Pero la forma correcta de los ejemplos anteriores es: “Él sabe mucho inglés". O también: "Me gusta mucho el fútbol". Y del último: “Muchas gracias”.

En todo caso, el demasiado se ha infiltrado en la sociedad, muchas veces de manera nada sutil. Ya no solo es la jerga juvenil la que lo usa. Muchas personas, maduras o profesionales, utilizan el voquible de manera peligrosa: “Me llamas demasiado”, cuando se pudo decir: “Me llamas mucho”. Lo que se advierte es cómo se impregna nuestro entorno cotidiano con los malos ejemplos. Se usa para exaltar ideas aparentemente positivas, pero en el fondo son “demasiado” negativas. O realmente: muy negativas.

Demasiado, mucho, muy, pueden a llegar a connotar aparentemente lo mismo, pero es la forma  como la empleas cuando te das cuenta de cómo funcionan y adquieren su verdadero y claro significado. He aquí tres ejemplos de cómo han sido bien utilizados, extraído de internet, de la IA, y que significa que fue sacado de otro texto de internet:

"Has echado demasiado arroz en la paella para los que somos", cuya redacción aparenta no tener problemas solo con la consabida palabra, sino que indica varias confusiones o contradicciones, pues “los que somos” sugiere que hay varias personas que quieren comer paella, pero no cuántas; de igual modo, que el arroz es excesivo para el número de personas. Como se trata de evitar ambigüedades, la redacción pudo quedar mucho (que no demasiado) mejor así: “Has echado demasiado arroz en la paella para nosotros”; o también: “Has echado demasiado arroz en la paella para el número de personas que somos”.

"Considero que eres demasiado perfeccionista".

Aquí, pues no es solo una crítica, sino tiene además una evaluación tóxica, muy exagerada.

"Mi hermana ha comido demasiado y ahora se siente mal".

Puede observarse que allí el “demasiado” conlleva el uso superlativo (muy grande, desmesurado) de situaciones que son dañinas y que no distan de ser desmedidas.  Las tres frases se podrían cambiar por mucho, con lo que podría dar cuenta de una posible ambigüedad léxica. Allí adquieren el rasgo de oraciones con adjetivos que califican una situación exagerada. Recordemos: como adverbio, la forma "demasiado" es invariable y significa "excesivamente".

Para finalizar, reiteremos un ejemplo de Fernando Ávila, columnista de El Tiempo, sobre una consulta de unas jóvenes de un colegio:  sobre la frase antes usada, a lo cual responde: “'lo amo demasiad' significa que quien lo dice tiene una relación salida de madre con el amado o, como se dice ahora, tiene una relación tóxica”.

Creo que, con estos ejemplos, como no son “demasiados”, recomencemos a utilizar muy o mucho, y sabremos hablar de manera más adecuada, y no demasiadamente.

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