Los retos del presidente Petro
Un reto es un objetivo de difícil concreción o ejecución que se convierte, simultáneamente, en estímulo y desafío para quien lo hace suyo. Los retos de Gustavo Petro fueron planteados por él mismo en la campaña y se esbozaron en su programa.
Aquí se mencionarán los desafíos asumidos más importantes que enfrentará el presidente en ejercicio, sin agotar el tema. Como es de suponer, los retos hacen parte de los propósitos del gobierno y brotan de la realidad política, económica y social del país, entre otros aspectos.
--El primer gran reto consiste en mantener funcionando la aplanadora política que cosechó en el Congreso de la República, en la cual participan casi todos los partidos del espectro. Esa estrategia de unidad al estilo del gobierno Santos (garantía de gobernabilidad) hasta ahora ha salido relativamente bien, pero a medida que corra el tiempo quizás aparezcan fisuras que no podrán solucionarse con el método tradicional de intercambiar cargos por apoyo político.
--Otro importante desafío consiste en mantener la cohesión dentro del Pacto Histórico, una alianza variopinta que encarna los anhelos de cambio de gran parte del pueblo, pero que también arrastra las manías de una izquierda tradicional cuyos grupos y grupitos se consideran los más puros y auténticos de todos los puros y auténticos del país. Esa actitud sectaria, por ahora aletargada, y el deseo de recibir un premio por el esfuerzo realizado en el proceso electoral crea unas tensiones muy fuertes y alimenta tendencias centrífugas con capacidad para destrozar el principal soporte del gobierno, sobre todo porque los apetitos burocráticos y de otra índole de esos aliados están muy por encima de la capacidad del Estado para satisfacerlos.
--La bestia mayor que enfrentarán Petro y sus coequiperos será la corrupción. Esta se enquistó en las instituciones y se pasea por la sociedad conectada a las prácticas clientelistas y politiqueras, al narcotráfico y a los partidos y líderes políticos cuyo único programa consiste en devorar la plata del erario. Meter en cintura a los corruptos, como piensa el presidente, pasa por fortalecer a la rama judicial, preservando su independencia, y por acorazar a las instituciones estatales.
--La paz total se pronuncia fácil, pero es un objetivo tremendamente difícil. Algo se avanzó con los acuerdos de La Habana, a pesar del sabotaje del uribismo y del resto de la ultraderecha. Aplicar esos acuerdos y, sobre todo, implementar la reforma agraria que contiene levantará más de una roncha en los sectores que se sientan afectados. El desarrollo de la justicia transicional también es una veta de conflictos y dificultades, más que nada si van al cadalso los grandes barones del conflicto, entre militares y civiles. Alinear a las disidencias de las FARC y a los narcotraficantes puros alrededor de la legalidad requerirá de mucha astucia y firmeza. Y convencer al ELN, una guerrilla dogmática y guerrerista, de entrar a la sociedad política será un logro digno de un Premio Nobel. La paz total promete ser un valle de lágrimas y de mucho sufrimiento.
--El ambicioso plan social del gobierno, debido a su importancia, está en el mismo nivel o quizás un poco por encima de la lucha contra la corrupción o de la consecución de la paz total. El primer escollo para concretarlo es el tremendo hueco fiscal que dejó el gobierno Duque. Quizás los fondos de la reforma tributaria nunca superen las necesidades colectivas que se pretende superar. Si este es el caso, la tentación de emitir billetes siempre estará ahí, latente. Y esa emisión, en el supuesto de que sea excesiva, destruirá la estabilidad macroeconómica, aumentando la inflación y lanzando a la economía al caos. Aquí está el principal defecto de cierta izquierda y el populismo de Latinoamérica, que le prometen el cielo y la tierra a la gente y, para tratar de cumplirle, destruyen las instituciones en vez de mejorarlas y destrozan la economía aplicando disparatadas políticas económicas. El gran reto de Gustavo Petro reside en enfrentar los problemas sociales para superarlos, pero sin llegar al extremo de destruir la economía de la nación y sin deteriorar sus instituciones.
Parece que estos son los asuntos más relevantes que tendrá como tarea el gobierno del Pacto Histórico. Todos estos impactarán, de un modo u otro, las demás estrategias que tiene entre manos, sobre todo el gran cambio energético que propone. De alguna manera, la velocidad de implementación de este programa dependerá de los recursos estatales y de las condiciones externas, y no tanto del deseo del gobernante.
Las carencias monetarias alimentarán el pragmatismo y ayudarán a encontrar una ruta menos riesgosa para estimular la transición energética. Y el haberse rodeado de gente capaz para gobernar (sin mencionar las excepciones) le evitará muchos errores.
El tiempo determinará si Petro se niega a seguir el camino del autoritarismo que hoy lacera a algunas naciones latinoamericanas, o si opta por la vía más difícil del fortalecimiento de las instituciones democráticas y por la construcción de una democracia más plena eludiendo, también, la vía perversa y destructiva del populismo.
Es decir, una democracia representativa y participativa que privilegie la lucha contra la desigualdad extrema, que combata la discriminación y el maltrato, pero que, igualmente, sepa respetar la libertad, el pluralismo y, más que nada, una economía sana. En otros términos, una democracia moderna, eficiente, pero con justicia social, como ya existe en algunos países de este planeta.
Hay que desearle al gobierno Petro buen viento y buena mar pues, si trabaja con intenciones altruistas y claridad de miras, se beneficiará toda la nación. Para alcanzar sus objetivos más loables tendrá que beber de la fuente de la historia nacional e internacional.
Es muy seguro que, si sabe aprender del pasado, no repita los mismos errores de la izquierda autoritaria latinoamericana o del populismo, que desbaratan los países por sus pésimas ideas políticas y sus medidas económicas atolondradas. Este es, tal vez, el principal reto del gobierno del presidente Gustavo Petro.