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Los orígenes de Barranquilla y la prueba histórica

En el campo de la ciencia histórica los asertos o conclusiones del historiador se prueban con las fuentes históricas. Nadie puede producir discurso histórico si no cuenta con ese tipo de fuentes. Si se arriesga a escribir algo sin la evidencia, su relato podría ser tomado como una simple especulación personal.

La evidencia de lo que el historiador está planteando no proviene de su capacidad de reflexión sino de los indicios o huellas que localiza en las fuentes históricas. Eso ocurre de esta manera porque los testimonios voluntarios e involuntarios (Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador) o las fuentes son el vehículo en el que viaja la información del pasado hacia el presente.

Esto significa que sin fuentes no puede existir la historia como ciencia, pues la evidencia de que ocurrió algo en el pasado no sale de la mente del investigador, sino de las fuentes que emplea. Sus asertos, conclusiones o el establecimiento de los hechos no brotan solo de la reflexión sino, sobre todo, de las huellas o indicios que localiza en esas fuentes.

Este método ha sido establecido de ese modo por los historiadores de los últimos tiempos, los de los siglos XIX y XX. Si se revisan los mejores manuales de metodología y teoría de la historia se notará tal énfasis en el ejercicio investigativo de los historiadores (Ver: Jerzy Topolsky, Metodología de la historia).

La crítica externa e interna de las fuentes fue sistematizada por los eruditos franceses y alemanes en el siglo XIX (Véase: Charles Langlois, Charles Seignobos, Introducción a los estudios históricos), en tanto que en el siglo XX se amplío el universo de objetos de estudio a analizar y el cuerpo de fuentes de que podían disponer los investigadores.

Tanto desde la orilla del marxismo historiográfico como del grupo de Annales se da fe de esta ampliación de temas, problemas y fuentes en libros de teoría y metodología de la historia y en una obra intelectual muy maciza que amplía el terreno crítico más allá de la crítica documental (Ver: Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales; Pierre Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis histórico).

O sea, la crítica ya no es solo con respecto a las fuentes sino con relación a todo el campo de la historiografía, como debe ser en una ciencia. Es decir, el historiador actual debe saber criticar sus fuentes para asegurarse de que no sean falsas; esto es lo que llaman crítica externa de la fuente. Y debe saber interpretar el contenido de estas para evitar los errores o falsedades; esto es lo que denominan crítica interna.

Las habilidades críticas primarias aumentan con la erudición, con la adquisición de los saberes producidos por los pares; aquí surge la crítica intersubjetiva, que es uno de los baluartes en todos los campos de la ciencia, y que en la historia destroza mitos y ayuda a avanzar en los contenidos, apoyándose en las fuentes y en las investigaciones anteriores realizadas por los historiadores.

Archivo General de Sevilla, España

Estas líneas críticas básicas integran lo que hoy se llama las tradiciones intelectuales de la historia, y son las que evitan que se exprese alguna tontería sin fundamento como contenido histórico y, además, las que hacen que cualquier persona no pueda asumir el rol de historiador profesional sin tener un saber adecuado en estos campos.

En el caso de los orígenes de Barranquilla es necesario seguir la ruta trazada por la historiografía internacional, en el terreno de la crítica de las fuentes y de los contenidos históricos acumulados. No es posible hoy construir mitos o leyendas, o decir mentiras, sobre la forma como surgió esta ciudad a la historia.

Para sostener que Barranquilla fue o no fundada es imprescindible mostrar las pruebas de esa fundación, como sí puede hacerse con muchas ciudades y villas colombianas y latinoamericanas. Aquí estuvo la gran falla de los historiadores aficionados de los siglos XIX y XX que, sin contar con ninguna fuente colonial, se aventuraron a sostener que la ciudad había sido fundada en 1629 por unos ganaderos de Galapa que traían sus reses a beber agua al río.

Este mito ha sido desmontado por la crítica intersubjetiva de la región que empleó, como debe ser, fuentes de la época colonial, documentos de archivo, para demostrar que la creencia de esos historiadores aficionados era solo una simple especulación producida por personas que no tenían la suficiente preparación histórica para elaborar un contenido menos discutible.

Para despejar este error histórico había que emplear fuentes de la época, guardadas en los archivos colombianos o del extranjero. No se podía hacer uso de fuentes monumentales o construcciones de otro tipo porque no existe evidencia de ninguna clase (en dibujos o grabados) que permita corroborar la información de la fundación a partir de esos indicios que, hasta hoy, no se localizan ni en Colombia ni en el exterior.

Quien conozca algo de la época colonial sabe que solo se fundaban las villas y las ciudades y que los “surgideros”, como los sitios o los lugares, emergían por generación espontánea, es decir, sin haberse fundado deliberadamente. Aquel que confunda la generación espontánea con la fundación deliberada por los funcionarios coloniales, o sus aliados, es porque no sabe nada de la época colonial.

En Colombia y Latinoamérica hubo muchísimas poblaciones que surgieron por generación espontánea, indiscutiblemente (Véase Milton Zambrano Pérez, La urbanización latinoamericana durante la época colonial: una mirada para su enseñanza). De tal manera que no es nada catastrófico haber carecido de una fundación formal; varias ciudades importantes del ahora aparecieron en la historia por la vía de la generación espontánea.

Pero el hecho de que podamos sostener que Barranquilla fue o no fundada no se deriva de ningún deseo o esperanza, sino de contar con las pruebas; las pruebas, como se sabe, son las fuentes históricas. El conocimiento histórico no brota exclusivamente de la capacidad de reflexión de un investigador, sino del diálogo de este con las fuentes.  

Y son las fuentes las que determinan el establecimiento de los hechos, la construcción de los asertos y la elaboración de las conclusiones. Esto funciona de esa manera porque en las fuentes viaja la información sobre lo que ocurrió, como sucede con los orígenes de Barranquilla, y el historiador debe apoyarse en esos fundamentos para elaborar los contenidos sobre tal asunto. Si no procede de esta manera cae en la arena movediza de la simple especulación sin sentido.

¿Por qué los historiadores que participan de la historia crítica local y regional sostienen que Barranquilla no fue fundada, sino que surgió por generación espontánea? Porque no existen fuentes (pruebas) en ningún lugar para sostener que sí fue fundada.

Y si la ciudad no surgió mediante un acto deliberado de fundación (como Cartagena o Santa Marta), eso quiere decir que tomó la ruta de la generación espontánea, que fue la que siguieron más de 1500 poblaciones de la época colonial, según los expertos en ese período histórico. No hay otra explicación científica para esta problemática. Quien plantee que Barranquilla fue fundada sin pruebas… simplemente está especulando.

Aquella persona que sostenga que Barranquilla fue fundada en 1629 es porque se inscribe en la línea especulativa y mitológica de los historiadores aficionados de los siglos pasados, los cuales se apoyaron en la tradición oral para construir ese mito insostenible. Esa tradición no era un medio idóneo para producir tal saber, porque solo elaboró y mantuvo una especulación, una creencia sin soporte científico, derivada del simple sentido común.

Quien pretenda seguir engañando a la gente con el falso planteamiento de que tiene en su poder una fuente histórica (hasta ahora oculta) para probar que Barranquilla sí fue fundada miente de un modo descarado. No quiere reconocer que, con su idea de la fundación de Barranquilla en 1629, está falsificando la historia y engañando a la ciudadanía. 

En las condiciones actuales de los archivos, bibliotecas y redes nacionales e internacionales para guardar documentos o investigar, ¿es posible que alguien posea, sin que la conozcan los archivos históricos, una fuente desconocida sobre la fundación de Barranquilla?

Es imposible que suceda eso hoy. Por lo tanto, la única explicación razonable del comportamiento de esa persona que dice poseer una fuente histórica secreta y desconocida es que ha falsificado ese testimonio, o que miente por orgullo para sostener la posición frágil de la fundación de la ciudad sin contar con las pruebas de ese hecho. 

Si nunca muestra la pretendida fuente histórica es porque no la tiene y porque prefiere mentir, por orgullo o arrogancia, antes que reconocer su error especulativo y mitológico acerca de la pretendida fundación de Barranquilla aquel lejano 1629. 

El orgullo, la arrogancia y la mentira no son estrategias válidas en el marco de la discusión científica. Esta debe hacerse sobre la base de las fuentes históricas, de los buenos argumentos y del respeto a la verdad. Ese es el único camino a seguir, porque el otro conduce a la terquedad y a la falsificación de la historia.