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La Universidad del Atlántico como proyecto académico

Lo académico es la razón de ser principal de la universidad pública y de cualquier otra institución universitaria. O, por lo menos, debería serlo. Y tiene ese papel desde aquellos lejanos tiempos en que fueron creadas las primeras universidades como epicentros del saber.

Se entiende lo académico como el conjunto de actividades tendientes a formar o preparar a los intelectuales, científicos, artistas, técnicos o pensadores que requiere la sociedad para continuar su desarrollo. Es decir, se trata de la organización de los saberes en un currículum y en unas tareas extra curriculares que tienen como norte la preparación profesional y la formación humanística de todos los que ingresan a la universidad.

Toda sociedad, para transformarse positivamente, necesita de científicos en los diversos campos, de pensadores profundos dotados de los conocimientos y de la capacidad crítica necesaria para detectar problemas y resolverlos. Prepararlos es una de las tareas primordiales de la universidad.

El Estado debe facilitar las condiciones económicas y de otro tipo para que la institución universitaria ejerza esa función histórica. Eso es lo moderno: libertad de enseñanza y aprendizaje, es decir, libertad de pensamiento y de cátedra. Libertad para investigar, hacer arte o conectar a la institución con el contexto externo mediante actividades de extensión.

Lo que necesita preparar la universidad pública no son demagogos y especuladores, sino ingenieros, economistas, químicos, historiadores, sociólogos, etcétera, bien formados para enfrentar los retos que la sociedad genera. Bien formados en su campo y con una adecuada preparación humanista que oriente su capacidad crítica.

Este es un logro que caracteriza a la autonomía universitaria contemporánea, después de que la universidad transitara por la influencia negativa de la religión en el medioevo y por las diversas formas de autoritarismo o totalitarismo que intentaron convertirla (o la convirtieron) en un simple apéndice acrítico del poder estatal o de un partido.

La Universidad del Atlántico debe ser, sobre todo, un proyecto académico a tono con las necesidades regionales y nacionales. No solo una solución en el punto de la movilidad social, mediante la educación, o un simple instrumento de redistribución del ingreso que favorece a los sectores populares, sino una cantera de profesionales y pensadores para cambiar la sociedad.

Mejorar la docencia, la investigación, las bibliotecas, los medios infraestructurales, la conexión con la comunidad externa mediante sus servicios; colocar los procesos administrativos en sintonía con la academia son tareas siempre vigentes en la Universidad del Atlántico.

Construir o estimular un ambiente interno democrático y de libre pensamiento es el aditivo indispensable para la buena marcha de un proceso académico respetuoso de las diferencias en los diversos niveles, sobre todo en el plano ideológico y político. Este aditivo debería servir, junto a otros, para superar la tradición violenta que quiere resolverlo todo a las papas y a las patadas.

La única revolución posible en la Universidad del Atlántico es la revolución de las cosas bien hechas, de la docencia de calidad, de la investigación de alto nivel, de la creación de contextos adecuados para el buen desarrollo de los procesos académicos, para que los estudiantes vivan una experiencia agradable en su paso por la institución.

Todos aquellos que no vean al Alma Mater como un proyecto académico al servicio de la gente entran en el terreno de los potenciales destructores de la institución, por más buena fe que aparenten tener.  Ahí caben los politiqueros tradicionales clientelistas, los demagogos y charlatanes de la izquierda tradicional y los violentos que solo sienten placer por destruir.  

La Universidad del Atlántico debe luchar por convertirse en un ente académico de alta calidad. Para eso requiere de la visión y del apoyo de sus estamentos y del gobierno. Es bueno e importante el servicio que presta a la comunidad regional, pero este podría ser mejor.

Será superior en la medida en que cuente con el apoyo del gobierno nacional y departamental para elevar la calidad de su principal razón de ser, que es la academia en todas sus facetas. Una academia regida por la libertad y por el respeto a las diferencias. Por esta ruta se avanzará mucho mejor hacia el futuro.

El camino de la instrumentalización por los agentes del dogmatismo de izquierda, del clientelismo y la politiquería que corrompen o de la violencia que no respeta nada representa un boleto seguro hacia el desastre.

La universidad debe ser para la ciencia, el arte, la cultura, el conocimiento y la crítica fundamentada en un contexto dominado por la libertad y el respeto. Este es el escenario ideal posible para que florezca como proyecto académico. No existe otro.   

Universidad del Atlántico