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La culpa es de la monotonía

Todos, en algún momento, hemos culpado a alguien por tomar decisiones sin saber el porqué; otras veces, criticamos lo que dicen y hasta cómo lo dicen, sin entender el contexto de los hechos; y otros más osados, se sientan, muy acomodados, a juzgar a los demás por lo que hacen, dicen o piensan, y se creen dueños de la verdad absoluta.

Hoy invité a alguien muy controversial; a alguien que se ha hecho famosa en la radio y en todas las plataformas digitales gracias a nuestra Shakira, sí señores, con ustedes: ¡La monotonía! No fue fácil contactarla, pero gracias a un amigo en común pudimos lograr esta entrevista en exclusiva.

Llegó muy puntual a la cita. Nos encontramos en un centro comercial al norte de la ciudad; me dijo que llevaría una camiseta gris con una letra M y unas gafas oscuras; le agradecí el espacio y pedimos algo de tomar.

Antes de empezar la entrevista, le pedí que me contara un poco de ella. Con fina voz me dijo que nunca se había sentido tan importante como ahora desde que la cantante barranquillera, Shakira, había escrito la canción:

“Mi vida no es muy interesante. Todos los días hago lo mismo, día tras día. Y, cuando hay un cambio ligero, por más pequeño que sea, empiezo a desaparecer. Con frecuencia habito en casas donde viven parejas de muchos años, donde vivo una eternidad”, expresó.

Cuando empezamos a conversar, le pregunté si se sentía como una villana en las relaciones de pareja a lo que me respondió:

“Siempre he sido juzgada porque acabo con las relaciones de pareja y la verdad quisiera entenderlos. Yo sé que soy aburrida, monótona y repetitiva, pero yo no soy quien elige a la persona que dicen amar y con la que van a pasar el resto de la vida. Yo no les digo cómo deben enamorarse, o cómo celebran sus aniversarios o, incluso, cómo deben tener sexo. Yo llego y, si no veo cambios, me quedo, así funciona”, destacó con cierta indiferencia.

“Pero usted dice que se queda con las parejas que llevan muchos años de matrimonio, Explíqueme, ¿Cómo funciona eso?”, le pregunté, a lo que me respondió sorprendida:

“Que interesante pregunta. La verdad no me la habían hecho. Bueno, las parejas después de un tiempo llegan a conocerse tanto que ni siquiera hablan, una mirada, un gesto y lo dicen todo y, por supuesto, se acomodan a su estilo de vida, eso no es ni bueno, ni malo, es su código”, sonríe pícaramente.

Y agrega: “Hay parejas que todos los días discuten, la verdad no me gusta habitar en esos hogares, como les dicen ahora... ¡tóxicos!, pero es un ciclo que se repite, y me quedo hasta que uno o ambos se cansan. Incluso al final, algunas parejas solucionan sus diferencias, y es ahí cuando yo me voy derechito y cierro esa puerta, aunque puede abrirse repetidamente”, dice con una mueca de desagrado.

La palabra monotonía, etimológicamente, se divide en dos vocablos: Mono, que significa uno, y tonía, que significa voz. Quiere decir que cuando algo se manifiesta con la misma pauta, es lo monótono, como sinónimo de aburrido o repetitivo.

Este estado de ánimo no solo se relaciona con la vida en pareja, también en el trabajo se usa con frecuencia, cuando se refiere, por ejemplo, al cumplimiento de un horario, estar en el mismo lugar, con los mismos compañeros e, incluso, situaciones similares.

En psicología, la monotonía es un estado de ánimo frente a lo que nos rodea. Para entenderlo, basta decir que los días tienen una rutina desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. La monotonía también se relaciona con otros estados de ánimo como la tristeza, el aburrimiento y la falta de motivación.

Por lo general, el mismo hecho que para alguien puede ser aburrido, para otro, por el contrario, puede ser muy interesante. Esto ocurre porque, aunque tengamos personalidades parecidas, no somos iguales, tenemos maneras diferentes de pensar, de enfrentar la vida, un carácter o temperamento diferente, etc.

A propósito de este tema, deben verse una película, algo viejita pero muy buena. Solo les diré su título: ‘El día de la Marmota’ (Groundhog day). Cuando la vean, entenderán el mensaje.

Al momento de despedir a mi invitada de hoy, me hizo una sincera confesión: “Es cierto que los días pueden ser iguales, pero en realidad ese fue el discurso que me tuve que aprender para que me respetaran. Hoy quiero decirles que la única persona capaz de cambiar sus días es uno mismo. Hay momentos del día que no son tan agradables, pero son solo eso, momentos “, afirma.

Abracé a la monotonía y me despedí de ella y entendí que no es tan culpable como pensaba. Los días son iguales y en eso tiene razón, solo depende de cada uno de nosotros hacer que sean diferentes para darle sentido a nuestra vida.

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