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Izquierda democrática e izquierda totalitaria

La izquierda, en general, es una actitud, una posición política que se caracteriza por algunas variables generales: la defensa o apoyo de los sectores más vulnerables, desprotegidos o marginados de la sociedad; la lucha contra la discriminación o el maltrato de las mayorías y a favor del mejoramiento del nivel y la calidad de vida de estas.

Es decir, la izquierda se alinea en pro de la justicia social, de una distribución del ingreso más equitativa y de una ampliación de los derechos para las minorías discriminadas, por cualquier motivo. Estos elementos, entre otros, le confieren una identidad en Colombia y en otros sitios, la cual marca diferencias fundamentales con la de los sectores alineados hacia la derecha del espectro político.

En los últimos tiempos se han desarrollado otros aspectos, como la batalla por la igualdad entre los géneros, la defensa de los derechos humanos y el combate contra el deterioro del medio ambiente provocado por el capitalismo salvaje. Este último elemento enfrenta drásticamente a la izquierda con los partidarios de la derecha interna y externa. 

En el caso de Colombia, y más allá de las afinidades, existen diferencias de fondo entre la llamada izquierda democrática y la izquierda totalitaria. Es claro que quienes militan en esta última opción siempre tratan de ocultarlas, como quien está a la caza de una presa, pero sin mostrar las garras.

Jorge Eliécer Gaitán

La izquierda democrática es partidaria del desarrollo del sistema de derechos y deberes para la ciudadanía (o de la regulación social por la ley) y de la profundización de la democracia, en los campos representativo y participativo. Esta tiene la convicción de que el camino más conveniente para lograr ese estado de cosas no es mediante el uso de la violencia, sino a través de las reformas adecuadas.

Dicha izquierda no está en contra de la economía privada ni de los mercados, pero siempre que se tienda a una redistribución más equitativa del ingreso y a que se abran otras posibilidades económicas, como la economía social planteada por autores como Amartya Sen, y a otras formas de economía solidaria popular, diferentes al capitalismo tradicional súper explotador y destructor del entorno ambiental.

La izquierda democrática cree, por principios, en el pluralismo, en la libertad, en el respeto a la otredad. En este punto concreto sigue impulsando lo mejor del pensamiento ilustrado, democrático y humanista en contra de quienes quieren resolver las contradicciones sociales por la vía de la violencia y la dictadura.

Por otro lado, la izquierda totalitaria añora, aunque lo oculte, la aplicación de la teoría del cambio social de Marx. Esa teoría tiene como eje la violencia y la dictadura de un partido único, así como la eliminación de la economía privada y de los mercados, es decir, el estatismo más crudo y rudo.

Por este motivo, esa izquierda se denomina totalitaria, porque aspira a organizar un poder que lo controle todo a través del Estado: la economía, la política, la cultura, todo, como lo enseñó Marx.

La izquierda totalitaria no cree en la democracia ni en la ley como reguladores de la vida social, y se inclina casi siempre por la arbitrariedad, por el uso de la fuerza, de la violencia revolucionaria. Las instituciones democráticas son solo medios para lograr su fin, que es la revolución por la ruta de la dictadura. Desde este punto de vista, esa izquierda es antidemocrática.

Aunque existen similitudes entre las dos izquierdas es claro que también poseen profundas diferencias. La izquierda democrática le apuesta sinceramente a la democratización del país en todos los planos, pero por la vía de la reforma y con una vocación humanista. No está de acuerdo con el totalitarismo ni con el autoritarismo de cualquier tipo, debido a sus convicciones pluralistas.

La izquierda democrática puede aportarle al país otra ruta para salir del atolladero de la desigualdad económica extrema, de la injusticia y la corrupción promovidas por los poderosos y, así mismo, tender un puente para otro tipo de desarrollo que ponga el énfasis en lo social, empleando al Estado como un instrumento regulador.

Por el contrario, la izquierda totalitaria aspira a reimplantar en Colombia lo que ya fracasó en todo el planeta, siguiendo los postulados de Marx: violencia, represión y antihumanismo; además, un modelo económico socialista que ya se derrumbó, por ineficiente, en la Unión Soviética y en China.

La izquierda democrática tiene algo diferente e importante que decirle a la Colombia profunda y sufriente. La izquierda totalitaria es conservadora, dogmática, reaccionaria ante los cambios viables y representa un gran riesgo para el presente y el futuro. Su principal manía consiste en imponer, en lo económico y lo político, modelos que conducen directamente al desastre.

Porque es imposible transformar el presente y preparar el futuro sin libertad, pluralismo y democracia, y sin una economía dinámica que genere riqueza y cambios en la calidad y en el nivel de vida de la gente. 

Imponer la distribución de la pobreza y la represión por puro dogmatismo (como aún ocurre en Corea del Norte y en Cuba) no empuja a la sociedad hacia adelante, sino hacia atrás. Esa estrategia estimula el estancamiento y el malestar de la gente.

El totalitarismo de izquierda o derecha y el capitalismo salvaje son los principales enemigos de la humanidad. Sobre eso no debe existir ninguna duda después de la experiencia histórica del siglo XX, de la cual saltan a la vista múltiples indicios.

Repetir alguna de estas opciones por dogmatismo, terquedad o intereses creados significa reiterar, por físico antihumanismo y ausencia de visión científica, las peores experiencias sufridas por la humanidad.

La reforma inteligente, la democracia profunda y el humanismo incondicional representan la mejor ruta posible para seguir avanzando. No hay otra más completa y eficaz que esta, desafortunadamente.