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El nuevo Ministro de Hacienda del gobierno Petro

Como se sabe, José Antonio Ocampo fue designado Ministro de Hacienda por el presidente Gustavo Petro. Casi todos han aceptado este nombramiento, por tratarse de una persona experta en los asuntos económicos y con una larga experiencia institucional dentro y fuera del país.

José Antonio posee algunos antecedentes teóricos gruesos que explicaré enseguida. El primero es el estructuralismo (o neoestructuralismo) y el segundo es su keynesianismo o neokeynesianismo. El último de estos aspectos está arraigado en una tendencia de tipo mundial.

El estructuralismo se cosechó en América Latina, especialmente dentro de la CEPAL, la cual fue dirigida, desde 1948, por el economista keynesiano argentino Raúl Prebisch. Dos de las corrientes de pensamiento más influyentes dentro de esta organización de asesoría y apoyo de la ONU fueron el marxismo y el keynesianismo.

Pues bien, esas vertientes dieron origen al estructuralismo que, para el caso nuestro, significó implementar profundas reformas estructurales en los países latinoamericanos para atacar el atraso, la dependencia, la desigualdad extrema y el poco desarrollo del mercado interno, entre otros asuntos.

En los años cincuenta y sesenta del siglo XX tales cambios pusieron el énfasis en el campo, para implementar reformas agrarias que fracasaron por la presión de los terratenientes y de las fuerzas externas, pero que nunca dejaron de ser pertinentes. La CEPAL también asesoró a los gobiernos para hacer reformas estructurales en el mercado interno, utilizando al Estado como instrumento esencial.

Los debates entre los estructuralistas y otras visiones se centraron en el papel de la industrialización como vehículo para desarrollar el mercado interno y para combatir la dependencia con respecto a los poderes foráneos. La industrialización se convirtió en una reforma estructural clave para los estructuralistas latinoamericanos, en el marco del modelo de sustitución de importaciones y de desarrollo hacia adentro.

Ocampo se ha declarado neoestructuralista, es decir, integrante de la vertiente de pensamiento económico de Latino América que, desde hace mucho tiempo, se inclina por los cambios estructurales profundos, sobre todo a nivel agrario e industrial. En este punto tiene filiación con otros intelectuales latinoamericanistas, como Celso Furtado, Enzo Faleto, Theotonio Dos Santos y Osvaldo Sunkel, por mencionar algunos.

José Antonio también pertenece a otra tradición económica de proyección mundial. Me refiero al keynesianismo (o al neokeynesianismo). Las teorías de John Maynard Keynes representaron una ruptura de fondo en el siglo XX con respecto al pensamiento económico liberal u ortodoxo.

Keynes le otorgó un papel más relevante al Estado en el manejo de los procesos económicos, en tanto que la ortodoxia liberal pregonaba la supresión o limitación extrema de ese papel para permitir que las propias fuerzas del mercado, sin ataduras, lograran los equilibrios, casi espontáneamente, en la economía.

Por el contrario, el economista británico sostenía que era pertinente la acción del Estado, especialmente en coyunturas recesivas o de crisis, para estimular las ofertas y las demandas, reanimando la economía. Y no solo para efectuar este esfuerzo técnico fundamental, sino para trabajar, desde el gobierno, en pos del bienestar colectivo.

La corriente neokeynesiana (a la que pertenece Ocampo) ha mantenido aspectos esenciales de las teorías del maestro, pero integrando, con mucha flexibilidad, aportes de otras vertientes, relacionadas con el manejo monetario, fiscal y otros tópicos macroeconómicos. Por eso a los neokeynesianos se les califica de heterodoxos.

De esta concepción económica se derivan hoy las más importantes críticas al neoliberalismo contemporáneo, en cuanto hace a la desigualdad o al papel destructivo del capital con respecto al medio ambiente, al actuar sin ninguna clase de regulación por parte del Estado.

José Antonio Ocampo, como neoestructuralista y neokeynesiano, hace parte de tradiciones intelectuales muy importantes dentro de América Latina y el planeta. Tanto como a él, la influencia keynesiana se ha extendido hasta economistas muy importantes, como Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Thomas Piketty, quienes le otorgan al Estado un papel esencial de intervención dentro de la economía, con una preocupación genuina por los problemas sociales.

Se ha conocido que Piketty mantuvo contactos con el presidente electo y es lógico pensar que este economista francés le brindará asesoría al gobierno para adelantar una reforma destinada a enfrentar la desigualdad económica extrema, mediante la reforma que él plantea en sus dos últimos libros, centrada en impuestos progresivos sobre la riqueza, el ingreso y las herencias.

Si lo que hay que tener en cuenta para rodearse de buenos ministros es la preparación y la experiencia pienso que la escogencia de José Antonio Ocampo es la más adecuada en la cartera de hacienda. Y si de lo que se trata es de hacer una profunda reforma económica en diversos ámbitos este intelectual está entre los más idóneos.

Transformar las fuerzas productivas, desarrollar un capitalismo menos agresivo y más igualitario y construir un sólido Estado de Bienestar requiere de líderes pensantes y experimentados que sepan articular las ideas para producir el cambio positivo.

Las transformaciones estructurales que necesita el país no se pueden alcanzar ni con gritos ni a punta de megáfono. Hay que contar con buenas teorías, con claras políticas de Estado para implementar una transformación beneficiosa. No hay otro camino.

 José Antonio Ocampo