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Dos asuntos del 2022 que serán definidos este año

El año que ya terminó fue muy rico en sucesos importantes, de esos que marcan indeleblemente la historia. El primero es la situación de Donald Trump, en los Estados Unidos, y el otro es la invasión rusa a Ucrania.

Trump se ha convertido en el principal problema de la política norteamericana. Un líder que provino de la farándula, de los negocios inmobiliarios y que nunca ha respetado a nada y a nadie con tal de convertirse en triunfador.

Toda su vida está marcada por el irrespeto más crudo a las mujeres, a los débiles y a las normas que rigen la sociedad. Su comportamiento ha estado más cerca del de un jefe mafioso que de un caballero que se distinga por la gentileza y por el respeto a las normas legales. 

Trump ha sido un truhan en toda la extensión de la palabra. Un tipo inescrupuloso que alcanzó el poder impulsado por el descontento popular, por la ignorancia y por personas que se parecen a él porque tampoco respetan nada y quieren hacerlo explotar todo, sin tener un proyecto viable de sociedad.

Donald Trump ha sembrado la semilla del autoritarismo en los Estados Unidos e intentó hacer explotar el sistema sin poseer una ideología sistemática ni un modelo de sociedad alternativo. Su aparente modelo es el desorden y el irrespeto absoluto por las instituciones, apoyado en un oportunismo ramplón y en la impreparación para gobernar.

Este personaje nefasto es un gran riesgo para la sociedad local y para todo el planeta, si llegara de nuevo al poder. Y es posible que llegue, si no logran detenerlo. En una democracia que funcione la única manera de pararlo es por la vía legal.

Existe la posibilidad de que lo inhabiliten y hasta que vaya a la cárcel por sus líos financieros y por su rol en la toma del Capitolio por las hordas descompuestas que lo apoyan, aquel 6 de enero de 2021. Ese fue, ni más ni menos, un intento de golpe de Estado por la vía sangrienta.

Si consiguen castigarlo, muy merecidamente, la sociedad podrá librarse de un tipo sin escrúpulos, del talante de un Mussolini, un Hitler o un Putin. Es decir, una persona con una gran capacidad de destruirlo todo, especialmente motivado por su ambición personal y por la egolatría que lo domina. 

Vladimir Putin y Donald Trump


El otro evento importante del año que ya se fue es la invasión rusa a Ucrania. Los argumentos esgrimidos por Vladimir Putin para realizar ese ataque a un país independiente son, en parte, cómicos, pero a la vez trágicos.

Putin y los suyos justificaron la invasión aduciendo que la dirección ucraniana era neonazi y que una de sus prioridades se concentraba en desnazificar a esa nación. ¿Puede ser nazi o pronazi un país dirigido por un judío y compuesto por un pueblo que parece detestar al autoritarismo? Esa excusa del líder ruso es un insulto a la inteligencia de todos, incluidos los que le apoyan a nivel local e internacional.

Vladimir Putin invadió a Ucrania por su disputa con la OTAN, con los Estados Unidos y con Europa. El interés básico fue evitar ser cercado por las fuerzas de sus enemigos estratégicos, en el caso de que el país invadido cayera en manos de la Unión Europea y de la OTAN.

Esta es la raíz principal del conflicto, no tanto la lucha por el petróleo, como arguyó cierta vez Gustavo Petro. Allí hay una batalla geopolítica por el control de un territorio que antes perteneció al Imperio Ruso y después a la Unión Soviética.

A Putin se le creció el enano pues, gracias a la ayuda europea y estadounidense, la dirigencia ucraniana y el pueblo de ese país (que no son pronazis, como arguye el jefe ruso) han logrado detener la ofensiva de Rusia y hacer retroceder a los soldados invasores.

Por otra parte, las razones por las cuales hay personas que apoyan esa invasión despiadada son parecidas a las de los gobiernos que están de pelea con los Estados Unidos y que son aliados de los rusos, como es el caso de Siria e Irán. 

Sin importar la muerte de los niños, los ancianos, las mujeres y el desplazamiento forzoso de gran parte del pueblo ucraniano (que no es pronazi), quienes apoyan a Putin, por razones ideológicas, lo hacen bajo el criterio de que lucha contra el imperialismo, ¡como si la guerra genocida de ese líder autoritario no fuera también causada por motivos imperialistas! 

En vez de oponerse al imperialismo, sea quien sea el país que lo practique, los aliados y amigos internacionales de Putin apoyan la matanza porque la realiza un enemigo de mi enemigo, y lo que hace mi amigo está bien hecho, sin importar que sea un genocidio.  

Este oportunismo que conspira contra la autodeterminación de un pueblo que quiere ser soberano es otra variable que alimenta una catástrofe de proporciones inenarrables, no solo para Rusia o para Ucrania, sino para toda la humanidad, debido al poder nuclear de los rusos.

No se sabe cómo reaccione un tipo como Putin ante una situación desesperada y sin salida que implique una probable derrota militar suya. Tipos como él tienen el mismo corte psicológico de un Trump o de un Hitler: si no consigo nada, que se destruya todo, que arda el mundo, presa de las bombas atómicas.

Más allá del irrespeto a la ley, de su autoritarismo trasnochado y de desconocer la autonomía de Ucrania, Vladimir Putin, formado en la escuela totalitaria de la KGB y buscando preservar su trono, es capaz de lo que sea con tal de no dejarse desbancar. Este es uno de los principales riesgos presente en la guerra ruso-ucraniana.

Lo ideal sería que ese conflicto militar se resolviera por la vía del diálogo, lo cual parece casi imposible. Y lo ideal, también, es que metan preso por sus delitos a Donald Trump, lo que suena un poco más probable frente a que Vladimir Putin se rinda sin acariciar la posibilidad de un bombazo nuclear. 

El año 2023 que acaba de empezar no solo trae las dificultades derivadas de la inflación y la recesión globales, sino el accionar de dos tipos de talante fascista a quienes les interesa más su ambición y egolatría que el resto de la humanidad. 

Ojalá lo escrito resulte equivocado, por el bien de todos.