“No me gustaba que saliera los sábados, por los conductores borrachos”: esposa de docente fallecido en Vía al Mar
Sixta Balaguera dijo que después de su familia, la gran pasión del docente universitario Luis Cortázar Ávila, era el ciclismo recreativo.
Sixta Balaguera siempre tuvo miedo de que su compañero sentimental durante 33 años, el reconocido docente universitario Luis Fernando Cortázar Ávila, saliera en bicicleta a la Vía al Mar los sábados en la madrugada, como lo hacía el resto de los días.
De domingo a viernes dice que se sentía más tranquila, pero cuando llegaba este día que marca el inicio del fin de semana, los nervios la envolvían con malos presentimientos.
Aunque reconoce que su esposo era muy respetuoso en cumplir las normas de tránsito, su temor eran los conductores borrachos que suelen transitar por esa vía en los amaneceres de los sábados, y se convierten en potenciales asesinos frente al volante.
“Por más que le insistía de ese peligro no me paraba bolas, es que su pasión era la bicicleta”, dice la señora en diálogo con Zona Cero.
Por eso transcurrido más de 20 días de la tragedia, no se repone de la muerte de su esposo.
El docente resultó arrollado el 15 de octubre pasado por un vehículo marca Volkswagen de placas GZW-737, conducido por César Andrés Porto Ochoa, de 30 años.
Este hombre se encontraba en aparente estado de embriaguez, según el reporte de las autoridades, deducción a la que se llegó también por el comportamiento que muestra en unos videos que circularon luego del accidente. El percance ocurrió cerca del Colegio Alemán.
Actuación de la justicia
El 18 de octubre pasado, por solicitud de un fiscal de Unidad de Reacción Inmediata de la Fiscalía, un juez con función de control de garantías envió a prisión de manera preventiva a César Andrés Porto Ochoa.
La Fiscalía le imputó al capturado el delito de homicidio doloso con dolo eventual, cargos que no aceptó durante las audiencias.
La señora cuenta que ocho días antes del episodio fatal su marido pasó “el susto de su vida”, cuando estuvo a punto de ser atropellado montado en su bicicleta.
“Me dijo: ‘Mami, me pegué un susto grande. Al muchacho que venía delante de mí lo levantó un carro y me rozó’, eso fue algo que me impactó, por eso le volví a recordar la imprudencia de los conductores borrachos”, dice Sixta.
Sin embargo, Cortázar no le prestaba atención a estas advertencias, confiaba en que él era muy cuidadoso, además, el ciclismo para él representaba integrarse con sus amigos a través de una pasión que lo acompañaba desde muy joven.
Su cónyuge recuerda también que en las últimas semanas el profesor le había dicho que le iba a regalar una bicicleta para salir juntos a pedalear, pero ella en tono de broma le respondía que tendría que “llevarla cargada”, porque el ciclismo no le llamaba la atención.
Como pareja eran inseparables, en especial los fines de semana cuando organizaban paseos y fiestas en Santa Marta, donde residen familiares.
“No le gustaba quedarse en casa, agarraba el carro y salíamos”, asegura.
Cuenta que Cortázar Ávila, nacido hace 67 años en Girardot, era además amante de la música vallenata, la única que solía escuchar.
Precisamente una semana antes de su muerte habían disfrutado en familia una parranda vallenata en el municipio de Fonseca, La Guajira.
“Le encantaba ir a fiestas, hablar con los muchachos, como buen docente, se dejaba querer por su carisma. Luis era un hombre feliz, generoso, cariñoso y muy amiguero”, añade.
Sixta y Luis Fernando tuvieron un hijo, Luis Fernando. De una primera relación de ella nació José Víctor Sánchez, que él crió desde los 8 años, mientras que del primer matrimonio del docente sobreviven Ingrid Rocío y Gina Paola Cortázar Torres.
Además de compartir con sus hijos y nietos, este ingeniero industrial egresado de Inca de Bogotá, era un apasionado de la docencia.
Cuando llegó a Barranquilla trabajó en el ITSA de Soledad y la Universidad Autónoma del Caribe, pero en cuanto se pensionó se vinculó a la Universidad Sergio Arboleda y la Institución Universitaria Americana, actividad que ejercía de manera simultánea como par académico del Mineducación. Siempre con las cátedras de logística y operación marítima y portuaria.
En su tarea de docente, se iba a los penales con los estudiantes como parte de su trabajo social. Era algo que disfrutaba, porque pensaba que había que aprender de los errores y salir adelante.
Una tarde cualquiera se encontró con uno de los internos a los que había tenido como alumno en las cárceles.
“Profe, cómpreme unas bolsas para la basura. ¿Se acuerda de mi?”, le dijo.
“Tome estos 50 mil pesos para que se lo lleve a su familia. Y si algún día me necesita, anote mi contacto”, le comentó Cortázar a aquel muchacho.
Su esposa dice que así de generoso se mostraba Luis Fernando. Y era de los que le bajaba un plato de comida a los vigilantes de su edificio o entregaba una buena propina a los encargados de los servicios generales.
“Ellos deben ganarse el mínimo y eso no alcanza para nada”, le comentaba a Sixta.
A sus cuatro hijos les enseñó a dar amor, a expresarlo con palabras y gestos, a ser disciplinados y éticos y a tender la mano a quien lo necesitara.
Por eso Luis Fernando, su hijo menor, escribió en las redes sociales:
“Con tu ejemplo me enseñaste como ser un buen profesional, un buen ser humano, cómo buscar la excelencia y luchar contra la injusticia. Como vivir la vida al máximo, cómo disfrutar al lado de lo que más quieres, cómo apreciar los pequeños detalles de la vida y cómo levantarse y salir adelante en medio de la adversidad”.