Las colas del público para acceder a la ceremonia inaugural.
Las colas del público para acceder a la ceremonia inaugural.
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EFE

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Horas previas a la inauguración, en medio de controles policiales, lluvia y largas colas

Cuarenta y cinco mil agentes de seguridad fueron dispuestos en las zonas aledañas al río Sena.

Los numerosos controles policiales en las zonas aledañas al Sena, las calles desiertas en el entorno de la llamada "zona reservada" y los chubasqueros que auguran la lluvia marcaron las horas previas a la ceremonia de inauguración de los Juegos de París, que tendrá lugar en el Sena.

Los seis kilómetros del rio que servirán de escenario para el banderazo de salida de los Juegos aparecen como una zona acordonada, con un importante despliegue de seguridad de 45.000 agentes, además de 15.000 militares y 650 miembros de los cuerpos especiales.

Llegar hasta las riberas del Sena precisaba superar una serie de controles, tener un QR específico para la inauguración e ir cargados de paciencia. Los organizadores ya habían advertido de que convendría acudir con antelación.

Las colas se repartieron a lo largo de los diferentes puntos de acceso, tanto para los 104.000 que pagaron entrada para verlo en una de las gradas temporales levantadas en la parte baja de la ribera, como para los 212.000 que lo harán de forma gratuita en la parte alta.

Pero también para los vecinos de los edificios colindantes al río y sus invitados, porque se espera que en total unas 600.000 personas sean filtradas por las fuerzas del orden.

Entre los que pagaron su entrada figuran Carlos y Katherine, hondureños de San Pedro Sula, que habían programado un viaje a la capital francesa hace tiempo y se enteraron que coincidiría con la ceremonia de inauguración, por lo que compraron entradas para presenciarla en la zona del puente de Austerlitz, que es la línea de salida del desfile olímpico.

"Era un evento que, al igual que nuestro matrimonio, se unió, así que vinimos a verlo", afirmó Carlos, gran aficionado al deporte, mientras que Katherine consideró una buena oportunidad de presenciar algo histórico.

Los espectadores cerca a la torre Eiffel fueron sorprendidos por la lluvia.

Aaron, mexicano asentado hace cuatro años en París y gran seguidor del movimiento olímpico, no podía ocultar su ilusión: "No me puedo creer que esté aquí, lo veía de pequeño por la tele y es increíble estar ahora viéndolo en vivo".

Lo mismo que Nicole y Luis, también mexicanos que llevan menos tiempo en la capital francesa y que afirman estar "viviendo un sueño".

Muchos acudieron con banderas de sus países y regiones para mostrar al paso de las delegaciones olímpicas, como las de España y de Castilla y León que lucían ya en el acceso al puente de Alma un grupo de amigos españoles afincados en París, que lograron cuatro de las codiciadas entradas gratuitas de la organización.

"Llevábamos esperando muchísimo tiempo y llegó el día", afirmaba a EFE entusiasmado Luis Jorge Conde, de Salamanca, mientras que Patricia Pérez Robledo, de Utrera, apuntaba que llegaban "preparados para cantar y para animar".

Especial ilusión les hacía la oportunidad de ver pasar a figuras como el tenista Carlos Alcaraz, aunque sabían también que se quedarían sin ver a otros de sus ídolos, apuntaba por su parte Marga Hernández, como la futbolista Alexia Putellas, ya que la selección femenina española no podrá participar en el desfile por sus compromisos deportivos.

Largas colas y minuciosos controles

A pesar de faltar escasas horas para el pistoletazo de salida de la ceremonia, hasta ese punto del Sena seguían acercándose esta tarde algunos turistas que llegaban esperanzados con la idea de que la entrada era gratuita para ver la celebración, solo para encontrarse que hace meses que las invitaciones sin coste estaban asignadas.

En su mayoría las entradas fueron ordenadas, si bien los repetidos controles minuciosos y largas filas, que en puntos como la entrada a la zona del Louvre alcanzaron casi el medio kilómetro, requirieron que los espectadores se armasen de paciencia.

El perímetro de seguridad desembocó en que buena parte de las calles estuvieran desiertas, los establecimientos cerrados y que París estuviera sembrado de vallas de protección para garantizar la seguridad de un evento, que muchos expertos en inteligencia consideran un enorme desafío.

A todos esos problemas se sumó la lluvia, que hizo acto de presencia en las horas previas al evento, lo que motivó que se vieran paraguas y chubasqueros.

Policías franceses en las calles de París.

EFE

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