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Reconocer el valor del trabajo dignifica al capital

Hace unos cuántos días el gran empresariado chileno convocó nuevamente a la ENADE (Encuentro Nacional de la Empresa), instancia organizada por el Instituto Chileno de Administración Racional de Empresas (ICARE), que reúne a los principales líderes del sector privado del país.

Esta versión 2024 tuvo relevantes invitados internacionales y nacionales, tales como Patricia Bullrich, ministra de Seguridad de Argentina, Iván Duque, ex presidente de Colombia y Carolina Tohá, ministra del Interior y Seguridad Pública de Chile

Como todos los años la participación del presidente de la República y su respectivo discurso acaparan la atención y las mediáticas noticias que se terminan instalando, ya que no son pocos los casos en que la realidad del país, de algunos indicadores macroeconómicos, como el crecimiento, la inflación y el desempleo y las discusiones legislativas le dan un ambiente especial y generan más de una noticia.

Este año el tema no ha sido distinto, incluso los discursos se pueden hasta prever, dependiendo del color político del presidente de turno, por ejemplo, con el expresidente Ricardo Lagos, que terminó su mandato siendo casi glorificado por el empresariado, no estuvo ajeno a las críticas de los empresarios, muchas de ellas desde una trinchera ideológica, más de que desde la fundamentación de la realidad económica nacional.

Las palabras de Gabriel Boric también estuvieron en la sintonía que instala el evento, “Los más recientes números nos confirman que la actividad económica se encuentra en un lugar diferente al que se le había asignado. No se cumplieron los pronósticos. Pero no voy a llevar a cabo una lista de cada uno de los datos, porque creo que los conocen, además de que sería aburrido para todos ustedes. Sólo quiero mencionar que los ajustes necesarios para superar los enormes desequilibrios con que recibimos la economía, producto de las políticas públicas que se llevaron adelante para enfrentar los difíciles momentos de la pandemia que, como todos saben, fue a nivel mundial, se han logrado sin crisis y sin costos sociales para los más pobres como ha sucedido con ajustes en el pasado o como ocurre actualmente en otros territorios.”

Si bien, en el largo aliento la economía chilena presenta más preocupaciones que logros, hay indicadores que, en los últimos meses pueden dar una cuota de realismo a una tendencia un poco más positiva: el gran logro del gobierno estuvo  enfocado en controlar la inflación, cosa que se logró en el 2023; desde este punto de partida se proyectó tener un crecimiento superior al 2% en 2024, visión que comparte el Banco Central de Chile y que se justifica en los buenos indicadores del  Índice Mensual de la Actividad Económico de este principio de año y; una mayor inversión extranjera, la que en 2023 superó los veinte mil millones de dólares, una de las más altas de la historia de Chile.

Todo lo anterior no estuvo en el discurso del empresariado, muy por el contrario, el discurso instalado por el gremio tendió más a la crítica  y  al desafío hacia el gobierno, a solicitar las eternas condiciones que favorecen la inversión y que tienen relación con lo mismo de siempre, la carga tributaria, el incentivo a la inversión a través de más de un beneficio estatal que subsidie el empleo o que rebaje los impuestos y de paso, se deja entrever por lo demás, la molestia por las medidas que pueden orientarse a reducir la elusión y la evasión tributaria, en medio de un juicio a un importante sector del empresariado chileno que emitió miles de facturas falsas durante un largo período de tiempo y que acaudillado por un abogado corrupto, instalado en las más altas esferas del poder, favoreció la coima y la corrupción de relevantes institucionales gubernamentales, partiendo por el Servicio de Impuestos Internos. Un mea culpa al respecto de esto último no hubo, la entidad no hace diferencia entre los buenos y los malos empresarios, no levanta la bandera de que en el mismo gremio hay personajes connotados que hacen una competencia desleal, que corrompen las instituciones y que, por ganar más pesos, en menos tiempo, están dispuestos a erosionar la institucionalidad vigente al amparo de la protección que don dinero puede comprar.

Los mismo ha sucedido con incontables casos de colusión de los pollos, del papel higiénico, de las farmacias, en fin, en que esperaba una defensa cruzada del gremio a los buenos empresarios de dichos rubros y una recriminación a aquellos que, no solo no respetan la ley, no respetan lo que para ellos debería ser un credo, las leyes del mercado. Allí resuenan con más fuerza las palabras de Adam Smith cuando reconocía la tendencia que tenían los empresarios hacia la colusión y la necesidad de instituciones sólidas y transparentes que protegieran a los consumidores.

La discusión de este año siguió siendo en los mismos términos del empresariado hacia un gobierno de izquierda, lo pintoresco de este año fue el lenguaje futbolero que instaló el presidente Boric, que solicitó que el empresariado “dejara de jugar para su hinchada” a lo que le respondieron que era responsabilidad de él, “poner la pelota en el piso”.

Todo este preámbulo para demostrar que el empresariado en Chile, y creo no equivocarme si lo proyecto a toda Latinoamérica, comparte una esencia, una especia de visión capitalista-patriótica, que es claramente perceptible a través de su discurso. Se elevan a un nivel superior, exigen siempre ser cuidados y protegidos, son los llamados a desarrollar una acción casi providencial, generar empleo y riqueza, el motor de todo lo que el país puede demandar.

Es por ello que hay que permitirles que defiendan las leyes del mercado cuando les conviene y que la autoridad haga la vista gorda cuando son ellos los que las transgreden, que demonicen al Estado cuando habla de reformas tributarias, reducción de la jornada de trabajo, aumento del aporte del empresario para mejorar las pensiones de los trabajadores, pero le exigen y le critican descarnadamente si no abre la puerta a subsidios a la producción y al empleo y a los perdonazos económicos de aquellos que se enriquecieron gracias a la colusión, de los que por años cobraron mayores comisiones a los trabajadores, a los que burlaron sus responsabilidades tributarias o generaron una máquina de transacciones y facturas falsas y, de paso,  convertir al Estado en otro espacio más para lucrativas ganancias ilegales.

Ya es el momento que este empresariado tercermundista, que ha perpetuado la desigualdad y los bolsones de pobreza en nuestra América morena,  reconozca la importancia de una labor limpia y transparente, que se sensibilice con las necesidades urgentes de nuestros países, que el mejoramiento de la calidad de vida de todos, en aspectos claves como la salud, la vivienda, la educación y las pensiones, son un desafío país  en que tanto el gobierno y los empresarios comparten responsabilidades y, sin duda, recibirán también los beneficios. Sociedades en que se reconoce y recompensa el valor del trabajo dignifica el rol clave que tiene el capital.