Los cuatro vecinos de El Bosque que desde pelaos danzan en los congos
Samuel, Germán, Janeth y Dabeidis hacen parte del Congo Moderno de su barrio.
Janeth Judith De las Salas tenía 10 años cuando su papá, Benito De las Salas, fallecido, la llevaba de la mano para que lo acompañara mientras él bailaba en la desaparecida danza ‘Congolandia’ del barrio El Bosque.
“Yo iba feliz, era una pelaíta, es que eso es propio del barranquillero que le gusta el Carnaval”, dijo el domingo, mientras se alistaba para desfilar con los otros integrantes del Congo Moderno en la Gran Parada de Tradición.
Impecablemente peinada, con unas flores rojas y azules en la cabeza y enormes aretes, esta hacedora de 63 años, quien se gana la vida trabajando en casas de familia, dice que lo suyo es danzar, como lo ha hecho toda su vida, como se lo enseñó su padre.
Al mediodía el sol es aún más intenso en ese punto de la ciudad, Vía 40 con calle 82, pero dice que ya está acostumbrada. ¡Es que son 53 años gozándome los desfiles!, afirma con amplia sonrisa.
A su lado, tres vecinos y amigos de El Bosque, integrantes de la misma danza, la escuchan con atención.
Uno de ellos, Samuel Padilla Pérez, el más veterano, de 67 años, cuenta que desde los 18 años ya hacía parte de la desaparecida danza ‘Congolandia’.
Para esa época ya se ganaba la vida en la albañilería, experiencia que lo convirtió en todo un experto en pintura y ahora en estucado.
“Por la edad ya no me contratan, no me buscan, ahora vendo pescado y verduras en el barrio San Isidro donde tengo mi clientela”, cuenta en diálogo con Zona Cero.
Otra de las hacedoras, Dabeidis Puerta Ricardo, de 58 años, recuerda que acostumbraba a irse con sus compañeros del Congo Moderno, para aprenderse los pases, hasta que se vinculó oficialmente hace 4 años.
Al igual que Samuel, ella también se gana la vida vendiendo pescado, frutas y verduras, “lo que salga”, añade, sin quitarse un pañuelo de su cabeza para protegerse de la canícula.
Germán Antonio García Ruiz, director de esta danza de tradición del Carnaval de Barranquilla, que la integran 46 personas, fue fundada hace 45 años por su abuelo Manuel Antonio García, por lo que la misión de él y de su hermana Lidis García, es seguir su legado.
“Para mí el Carnaval es tradición y alegría, es una herencia que viene a través de muchas familias, como es nuestro caso. Ese patrimonio es lo más valioso”, asegura con enorme orgullo mientras luce su capa verde en tela brillantina de lentejuelas.
En el resto del año, García se gana la vida en labores de albañilería.
Los cuatro coinciden en que el panorama para los hacedores del Carnaval ha mejorado en los últimos años porque ahora tienen el apoyo económico de Carnaval S.A. para cubrir parte de los gastos que se generan en esta fiesta.
Con enorme paciencia, mientras aguardan el puesto 53 en la Gran Parada de Tradición, dicen que ellos nacieron para danzar.
“Nos gusta bailar, lo llevamos en la sangre, y que la gente nos aplauda, ese es el mayor regalo”, aseguran.