Con las ganas de ver un Rey Momo vestido de Marimonda
La pasión que mueve a César Morales, ‘Paragüita’ y la invitación del mismo a vivir la vida como una marimonda.
Thomas Ritter
Nunca se me olvidará el dicho de un familiar de Barranquilla, el cual me hizo retorcer de la risa: “aquí todos somos ‘bilinguales’: Hablamos el español, y hablamos mierda!”
Y es verdad. En toda ocasión, sea en reuniones familiares, en el taxi, en el supermercado y hasta la oficina de redacción de Zona Cero les escucho “mamando gallo”, reír fuerte y tirarse groserías jocosas.
Yo con mi castellano ‘machucao’ (como dicen aquí) aprendido en Alemania, me quedo a veces con un signo de interrogación en la frente pesando: hay que estudiar más el famoso ‘costeñol’ para poder defenderme mejor. Creo que la frase del dicho familiar nada más y nada menos describe la mayor característica de los habitantes de esta ciudad.
Como nos encontramos en la temporada carnavalera pregunto a mis conocidos en la ciudad cuál disfraz del Carnaval muestra esa cualidad en su máxima expresión.
La respuesta es unánime y me responden “pues, la Marimonda. Ese disfraz simboliza como ningún otro el mamador de gallo barranquillero”.
Como pudieron leer en uno de mis últimos capítulos, la Marimonda me ha cautivado hasta tal punto que me compré una máscara. Puede ser porque me recuerda automáticamente a los barranquilleros, pienso yo ahora.
Para conocer más de este personaje que tanto me desvela, pregunté en Carnaval S.A. quién podía hablarme sobre el tema y responder todas mis inquietudes. De inmediato me dieron el número un tal César Morales, pero lo que más me llamó la atención fue el apodo ‘Paragüita’.
Ya con mi disfraz comprado y después de concretar una cita con el hombre, decidí ir a ver cómo es un ensayo con ‘Las auténticas Marimondas de Barrio Abajo’ y la experiencia fue buena.
¡Sin camiseta no entras!
Cuando llegué al lugar del ensayo, en una sede deportiva de gran tamaño donde albergar a cientos de marimondas, lo primero que escuché fue un: “¡Sin camiseta no entras!”
Era el propio ‘Paragüita’, saludando y controlando a todos sus bailarines en la entrada. Uff, eso no se escuchó tan alegre como esperaba yo, pensé.
Pero la explicación siguió a continuación: “Hoy practicamos a puerta cerrada y en privado. No queremos, que otras comparsas nos espíen antes de los desfiles”, me dijo uno de los participantes. Después de algunos minutos de espera me dejaron entrar. (Probablemente no les parecí muy peligroso).
El desorden organizado
Comenzó el ensayo: Unos ochenta bailarines – todos con la respectiva camiseta exclusiva de su comparsa – se ordenan en la cancha de fútbol. ‘Paragüita’ se sentó frente a ellos en la tribuna y dijo unas palabras. Todos le escuchan con gran interés y seriedad. (Esa no era la imagen que tenía de mis barranquilleros). Nadie echa un chiste y todos escuchan atentamente. Ese hombre debe tener una gran autoridad, me imaginé y de inmediato mi mente lo bautizó como ‘El Pékerman de las Marimondas’.
Luego de la charla, ‘Paragüita’ marcó el inicio del ensayo. Y empezaron todos a moverse al compás de porro y fandango, observando a su jefe y motivados por tres coreógrafos. Mientras las marimondas en civil bailan, entablo una conversación con una muchacha sentada a mi lado. ¡Era nada más y nada menos que ‘Cuchi’, la hija de ‘Paragüita’.
- “Cuchi, ¿tú cómo crees que se distinguen las Marimondas de las otras comparsas?”, le pregunto.
- “Es un desorden organizado, así nos describe mi papá”, contestó.
Una vez más escucho la palabra que me persigue desde el inicio de esta columna, o mejor dicho, desde el inicio del precarnaval: Desorden.
Pero por primera vez alguien la relativizó: un desorden organizado. Y no es mentira. Al observar el ensayo me doy cuenta que todos siguen estricta y coordinadamente los pasos estipulados, todo tiene su orden. Pero dentro de esos límites las Marimondas se portan como les place, brincan como si les hubiera dado un calambre, agitan su cuerpo como después de un ataque de hormigas, se tiran en el piso para – como no es de olvidar – culminar con su singular pase de la canoa.
“Todo esto lo practicamos para la Gran Parada de Comparsas, el lunes de Carnaval. Hay que tener un estricto orden por los jurados“, me explicaba ‘Cuchi’, “El gran reto es ganar el Congo de Oro”, me lo dijo como si fuera una obligación anual.
- “Tu papá es una institución en el Carnaval. ¿No le provoca ser el proximo Rey Momo?”, le pregunté.
- “Él tiene problemas con sus piernas y, además, su pasión es dirigir la comparsa”, descartó enseguida ‘Cuchi’ la idea de mi mente.
- “Qué lastima”, pensé, me hubiera gustado ver un Rey Momo vestido de Marimonda”
Barranquilleros: Vivan como la Marimonda!
Al final no pude salir de mi asombro por ese ensayo. Tanta gente con un entusiasmo por la figura de la Marimonda y el carnaval. Se siente que ese es algo muy especial para los barranquilleros.
Bailan libre y de manera arrebatada pero – como dijo ‘Cuchi’ – bien organizado para lograr su meta y ganar el Congo de Oro.
Y así me quedo con la idea:
¿Podría la Marimonda representar el mejor ejemplo para el barranquillero?
Quisiera gritarles a todos:
¡Sean libres y locos, mamen gallo, hablen ‚mierda pero también vivan organizadamente para alcanzar sus objetivos!
Crónica escrita por el periodista alemán Thomas Ritter, ganador del Premio de Crónicas de Carnaval en el 2015, durante su pasantía carnavalera en Zona Cero.