La mano dura del Bolillo en el Junior
El Bolillo Gómez, apoyado por los dueños del equipo, está arrancando cabezas en el Junior. Se paró firme contra la indisciplina de los borrachines y parece implementar un estilo más próximo al de Pinto que al de Ancelotti.
Quizás los propietarios y el señor Gómez han visto esta política como imprescindible debido a los malos resultados de la plantilla y a los runrunes sobre la conducta inadecuada de algunos jugadores.
En consecuencia, Bolillo Gómez quedó convertido en un capataz que está aplicando la mano dura en el equipo, con los efectos negativos y positivos que cabe esperar de esa estrategia. En el pasado, el técnico Pinto se convirtió en un coronel que imponía el respeto a punta de fuete.
Es lamentable que el Bolillo haya entrado por esa ruta grosera cuando en el pasado consiguió logros indiscutibles siendo amigo de la mayoría de sus dirigidos. El método del gendarme contradice el talante tradicional de Hernán Darío Gómez.
Una forma de ser chocante que lo ha llevado a maltratar a algunos jugadores referentes del equipo. Al Bolillo no le importa humillarlos ni herir su dignidad (apoyado por los dueños), porque lo de él es limpiar la casa como sea, aun pateando las buenas maneras y el respeto debido a los deportistas.
Los jugadores no son esclavos y, como personas, tienen derechos y una dignidad que merecen respeto. Lo que está haciendo Hernán Darío puede gustarle a una parte de la afición (aparte de contar con el aval de los dueños), pero no se ve bien, está mal hecho, porque es muy irrespetuoso.
Bolillo entró pateando la mesa e infundiendo miedo como cualquier patán sin escrúpulos. Ninguneó a Viera al tratarlo como alguien sin utilidad y se regodeó en los medios al comparar su salida con la de otros ídolos, como si a los demás les hubieran hecho las groserías e irrespetos que él le ha hecho a Sebastián.
También arrastró en público a Carlos Bacca, cerrando su ciclo deportivo sin su consentimiento y lacerándolo en público. Si Bacca terminó su ciclo futbolístico eso tiene que definirlo él, no el capataz de esclavos que contrataron los dueños para que repartiera látigo contra los jugadores.
Los actos groseros y desatinados del Bolillo (que demuestran la soberbia que lo invade, con el visto bueno de los dueños), le están creando un mal ambiente al equipo y proyectan de mala manera a este técnico, destruyendo todo lo que se ganó, con méritos sobrados, cuando venía con la Selección Colombia.
Una “limpieza” de la plantilla realizada con las estrategias de los esclavistas que asolaron a América en la época colonial habla muy mal de los dueños y del capataz que adelanta sus políticas.
Los futbolistas son personas, tienen dignidad y derechos. Y merecen respeto, hasta cuando les toca partir al concluir su ciclo deportivo. No es correcto ultrajarlos, como lo está haciendo el Bolillo, impulsado por el apoyo incondicional de los dueños.
No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti. El fútbol es un deporte de triunfos y derrotas, y estas últimas provocan crisis. Cuando los equipos no levantan cabeza, la primera víctima es el técnico.
Bolillo, con su método policivo y desconsiderado, está sembrando espinas por los cuatros costados. Si triunfa en el Junior, esas espinas quizá no lo dañen. Pero, si fracasa, todas las heridas que ha abierto con su látigo envenenado se devolverán contra él.
No es necesario ser altanero y maleducado para dirigir un equipo. Las buenas maneras y la decencia dan mejores frutos y ahogan el odio. ¿Por qué el Bolillo está tan irrespetuoso si él no era así?