Elecciones en Estados Unidos, más de lo mismo, lejos de lo mejor
Es difícil para todos tratar de ser indiferentes ante las elecciones en Estados Unidos, la pregunta es si es por un tema más romántico, instalado en las lógicas ideológicas de las meta narraciones, en la persecución de ideales y en un proyecto de vida personal y el de los demás, o es sólo una tradición que se ha instalado para con la primera potencia tecnológica y militar del mundo ya que, como me dijo muy sabiamente alguien a quien quiero y admiro mucho, “en realidad da lo mismo quien salga elegido”.
En una clase que comparto con un grupo de adultos mayores se instaló, por la pertinencia temporal, el tema de las elecciones en el gigante del norte. Las dudas afloraban por temas relativos a cómo es el sistema electoral, qué cargos se estaban eligiendo y que importancia tenían en la correlación de fuerzas entre los poderes del Estado. No resulta fácil para nosotros acostumbrados a la elección directa, a una democracia más bien representativa, entender la lógica de los colegios electorales, el voto indirecto, las elecciones de fiscales y jueces y las consultas ciudadanas instaladas en medio del proceso que pueden aprobar incluso reformas constitucionales.
Las miradas siempre se las lleva la elección presidencial, sin duda la más mediática de todas, pero también la más cercana a nuestra idiosincrasia. con una historia presidencialista marcada a fuego en el derrotero democrático de nuestros pueblos. Para nosotros, creo que de manera equivocada, en cada uno de nuestros países, la elección presidencial se eleva siempre al nivel de la madre de las “batallas electorales”.
Parece que hoy los sueños, el compartir un proyecto ciudadano ha sido reemplazado exclusivamente por la búsqueda del bienestar económico. Parece que allí Fukuyama aún tiene validez, cuando expresaba, ante los claros síntomas de crisis del sistema soviético en 1989, que parecía que “la economía resolvería el problema ideológico”. Las preocupaciones del día de hoy están enfocadas en lo que la sociedad del tener ha instalado, una cultura materialista, en que las personas valen en función de cuánto tienen y que las aspiraciones no van más allá de lo que el estilo de vida americano instaló en la primera mitad del siglo XX, “la casa propia, al auto propio, las vacaciones, en fin”.
Es difícil encontrar proyectos que se muevan en torno a ideales, hay una ciudadanía menos reflexiva, por qué no decirlo, menos emotiva y más pragmática, que se mueve en cuanto sonante caiga en su bolsillo y que ha reducido el debate político a breves slogan, muy básicos por lo demás, sobre la base de palabras grandilocuentes, que en no pocos casos pueden resultar contradictorias, y que ante la derrota de sus candidatos, eleva como máxima la pobre frase: “mañana debo salir a trabajar igual y ganarme la vida”. Ausencia de proyectos, de sentido, de sueños y esperanzas capaces de movilizar intenciones, actitudes que deberían impactar en el día a día, en término de una convivencia más solidaria, sobre la base de un compromiso personal y colectivo, que nos permita superar el individualismo asocial, con tendencia materialista de la vida que nos ha infectado a todos.
Una aguda participante de las clases que comparto con los adultos mayores, ante la pregunta de ¿por qué ganó Trump? O, que podría ser casi lo mismo, ¿por qué perdió Kamala Harris?, se preguntaba cuántas personas, en el mundo de hoy, se estarían haciendo estas preguntas y reflexionando al respecto. Con argumentos muy válidos, asociados al escaso valor que hoy se asigna a la formación personal, en términos realmente intelectuales y valóricos, no exclusivamente funcionales para ser competitivos en el mercado. La formación humanista, en el amplio sentido de la palabra, se ha desvalorizado, no se reconoce y menos se respeta y ha chorreado al resto de la población que tiene tiempo para reality y telenovelas, noticias que instalan el morbo, ni siquiera para películas y documentales serios, qué decir para leer un libro profundo o informarse sobre los proyectos de sus posibles candidatos. Es la sociedad de la pildorita, todo rápido, superficial, en poco tiempo y, si es barato, aún mejor.
Entonces, ¿por qué ganó Trump?, en gran medida, desde mi discurso, por lo que he tratado de compartir en esta narración: por ser un candidato de frases hechas; que es reconocido como exitoso en sus negocios; con un discurso nacionalista chovinista; que pone el dinero por encima de los temas ambientales; que muestra desprecio por los derechos reproductivos de las mujeres, con un aire machista, que a muchos les huele a triunfador en la vida; que se instala en el discurso de odio, tan propio de los rencores que genera la idea de éxito que se reduce a lo material; con frases ofensivas desmedidas, sin una cuota de respeto por el que piensa diferente y; con un aire de fanatismo medio religioso que lo eleva a un nivel mesiánico protegido por Dios para cumplir con un proyecto materialista que devolverá a Estados Unidos a nivel de privilegio económico que ha perdido, poniendo a la religión al servicio del capitalismo.
Y, por último, ¿por qué Perdió Kamala Harris?, nuevamente desde la línea discursiva que propongo: porque se transformó en una candidata que trató de parecerse a Trump, pero que no es Trump; que se perdió en el discurso descalificador que su adversario maneja a la perfección; porque no tuvo tiempo necesario; porque el partido demócrata no fue capaz de convencer a otros candidatos que estuvieran dispuestos a derrochar “capital político”,; porque Biden nunca supo de la relevancia que tenía su necesaria renuncia, que llegó a tirones, que dejó heridos, que develó que el poder es adictivo y que acceder y mantenerlo, como decía Maquiavelo, resulta tan apreciado, a pesar, incluso, de las deficiencias asumidas.
La democracia más antigua del mundo está en crisis, el ejemplo que fue para muchos países, hoy da muestras claras de pérdida de sentido, le hace falta un remezón, que nazca de una voluntad colectiva y no individual, no creo en ésos prohombres salvadores y mesiánicos que terminan disfrazando el sistema y destruyendo más que aportando. Para ser sinceros, desde mi emotividad y desconocimiento expresado en estas líneas, desde el sentido de palabras que me hicieron sentido al oírlas, cualquiera de los dos candidatos, Trump o Harris, son más de lo mismo, lamentablemente ambos, lejos de lo mejor.