Share:

El gamberro Donald Trump

El expresidente Donald Trump atraviesa tremendos líos legales que involucran su gestión como presidente, los negocios privados y el papel que cumplió en el intento de golpe de Estado del 6 de enero de 2021.

Trump y los suyos esparcieron la especie de que la victoria de Biden era fruto del fraude electoral, y con esa justificación las bandas del presidente se tomaron el Capitolio con el propósito de evitar que el congreso avalara la elección del aspirante demócrata.

La toma del Capitolio fue un intento de golpe de Estado que no cuajó, a pesar del saldo de heridos y muertos; sin embargo, prevalecen las secuelas de ese escándalo nacional e internacional generadas por una insurrección que buscaba mantener en el poder, ilegalmente, a Donald Trump.

Al salir del cargo, el expresidente se llevó para su residencia particular muchas cajas con documentos que pertenecían a las instituciones gubernamentales, entre clasificados y secretos. Esto es un delito y quizás el Trump sea sancionado por su comportamiento ilícito.

El otro asunto pendiente, por lo cual tiene abierta una investigación, se relaciona con sus negocios privados. La revalorización de los activos para conseguir créditos y la reducción de estos para eludir el pago de impuestos es el núcleo de este caso. Pero solo ese hecho sirve para demostrar la clase de individuo tramposo que es Donald Trump.

No se sabe si saldrá indemne de todo lo que se le acusa, pues el expresidente es muy hábil para torcer las cosas, dilatar, hacer montajes y engañar a la gente acudiendo a la mentira. Todavía cuenta con el apoyo de muchos de sus fieles, apoyado en la falacia de que todo lo que le hacen se debe a una persecución política de los demócratas.

En su actitud hacia la ley y las instituciones Trump repite el comportamiento de Adolf Hitler, después de alcanzar el poder en Alemania en 1933. Este último desmanteló el andamiaje legal del Estado y masacró a quienes se le oponían para organizar su gobierno totalitario.

El expresidente Donald Trump

La violencia, la utilización de la fuerza bruta, fue justificada para mantenerse en el cargo, tal y como lo hizo Trump aquel 6 de enero al azuzar a sus bandas. Es un comportamiento típico de los fascistas (o de la ultraderecha que simpatiza con esas ideas) desconocer las instituciones y las normas legales, si estas están en contravía de sus pretensiones.

Esa es una de las aristas que tiene en crisis el modelo democrático y los sistemas institucionales apoyados en las normas legales. En Europa, varios políticos aspirantes al gobierno siguen la ruta del engaño, la mentira y el irrespeto de la legalidad instituida, deslegitimando la estructura política vigente debido a sus apetitos particulares. 

En América, después de Trump, el ejemplo más visible es el de Jair Bolsonaro, para quien las instituciones y la ley solo sirven si satisfacen su interés singular. De lo contrario, resultan inaceptables y, por lo tanto, no merecedoras de respeto. Esta actitud crea una inestabilidad y una desazón que ponen en alto riesgo el andamiaje democrático y la estabilidad de la nación.

El gamberro de las élites, apoyado en la desesperación de la gente, es capaz de destrozar a un país para salvarse él o apoderarse del Estado. Los enredos legales de Trump, provocados por su modo de ser y por sus mañas perversas, han puesto en jaque la democracia norteamericana.

Si un tipo como él ganara de nuevo la presidencia quién sabe hacia qué rumbo se dirija esa nación. Trump ha demostrado carecer de escrúpulos para hacer lo que sea, volándose todas las escuadras legales y morales. Como ya lo hizo Hitler con mucho apoyo popular. 

Un nuevo gobierno suyo quizás sea el golpe final a la democracia de los Estados Unidos, porque implica la destrucción de la institucionalidad por la peor vía, por la ruta de un gamberro sin control que solo tiene como norte sus intereses personales. 

No es improbable que algo como esto ocurra, si se piensa en el apoyo popular con que todavía cuenta Donald Trump, y partiendo del hecho de que domina al Partido Republicano, una organización compuesta, en su mayoría, por políticos oportunistas que se parecen a él en su falta de escrúpulos.

Solo cabe aspirar a que la justicia actúe como es debido y que Donald Trump obtenga el castigo legal que se merece. Esa quizás sea la única alternativa posible para salvar la institucionalidad del asedio del gamberro Donald Trump.