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El desperdicio de comida y su impacto sobre el medio ambiente

«Un tercio de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia, mientras que una de cada tres personas no tiene alimentos suficientes. Esto no es una falla de la agricultura: es una falla del corazón humano». —Sadhguru.

 

Con tanta hambre en el mundo, el sentido común debería indicarnos que la comida no se bota. Sin embargo, la seguimos botando. Cada año, el 30% de la producción mundial de alimentos se pierde después de la cosecha o se desperdicia en las tiendas, bares, restaurantes y hogares. En Colombia, de cada tres toneladas de alimentos producidos, una termina en la basura, es decir, aproximadamente 10 millones de toneladas al año, mientras que en el mundo esa cifra alcanza unos 1.300 millones de toneladas, lo que representa pérdidas por valor de $400.000 millones de dólares al año. Lo anterior, provoca daños graves en nuestro medio ambiente y, por ende, en nuestra economía. Solo en América Latina se pierden o desperdician cerca de un 53% de todas las frutas y verduras producidas, lo cual constituye una triste realidad regional.

La situación es tan grave que, actualmente, el desperdicio de alimentos es responsable de un 12% del calentamiento global como consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero, verbigracia, «metano», que en términos de captación de calor es 30 veces más dañino que el dióxido de carbono.

A nivel mundial, se pierden o desperdician un tercio de los alimentos que se producen, que no solo traduce una pérdida económica, sino también en la perdida de los recursos naturales utilizados en la cadena de producción, elaboración, envasado, transporte y comercialización de esos alimentos. Resulta preocupante que, en el 32% de las tierras agrícolas del mundo se producen cultivos que se desperdician, lo que equivale a toda la superficie de China y Mongolia. Tal situación, no es consecuencia del fracaso de la agricultura, sino del corazón humano. De igual manera, el agua que se desperdicia en la fabricación de alimentos equivale a los caudales de los ríos Magdalena y Atrato juntos, una cantidad que podría satisfacer las necesidades de agua de todos los hogares del mundo. Así las cosas, en la medida en que la agricultura y la pesca se expanden en las zonas silvestres, asimismo, se sobreexplotan los recursos naturales acabando con hábitats marinos y forestales con su respectiva biodiversidad. Lo señalado anteriormente, da como resultado que los alimentos desperdiciados contribuyan a producir 3,8 gigatoneladas de gases de efecto invernadero.

Si la naturaleza nos cobrara el costo total de ese despilfarro, la sociedad terminaría con un saldo en rojo en aproximadamente 800.000 millones de dólares por año, toda vez que estos alimentos desperdiciados generan graves daños ambientales representados en emisiones de gases de efecto invernadero y daños relacionados con el cambio climático. Lo anterior, si tenemos en cuenta que para la producción de alimentos se emplea agua para el riego, tala indiscriminada de bosques y erosión de terrenos, lo que conlleva a la pérdida de polinizadores, peces y otra biodiversidad. A la cifra anterior, hay que incluirle otro billón de dólares como resultado del costo social producido por aquellos alimentos que no proporcionan nutrición a la humanidad. En esta última, se incluyen los efectos de los plaguicidas y pesticidas en la salud humana y el detrimento de los medios de subsistencia a medida que disminuyen los recursos naturales, amén de los conflictos ocasionados por la acción ilegal y terrorista, tales como, minería ilegal y atentados contra los oleoductos.

Desperdicio alimenticio

En tal sentido, los consumidores debemos ser más cuidadosos en cuanto al almacenamiento y reciclaje de las sobras. La contribución de cada esfuerzo suma. La pirámide del desperdicio de alimentos radica en la basura, y es precisamente esa pirámide la que hay que invertir con el concurso de los encargados de las políticas, los productores, minoristas y consumidores. En consecuencia, el objetivo es crear las condiciones para que los productores de alimentos adopten tecnologías postcosecha. De manera que, las acciones a tomar estarían encaminadas a:

1.- Revisar las fechas de caducidad para no prescindir de alimentos aptos para el consumo.

2.- Realizar campañas de sensibilización para estimular a los consumidores a tomar las medidas que estén a su alcance para frenar el desperdicio, tales como, hacer acuerdos con bancos de alimentos.

3.- Disminuir los botaderos de basuras e invertir en tecnología que convierta los alimentos desechados en abono para las plantas tipo compostas, como también, en biogás.

¡Esto tiene que parar! En un hipotético escenario que formule mayor población y menos recursos, no podemos darnos el lujo de tirar nuestros recursos naturales a la basura. El mundo debe tomar conciencia de la urgencia de ejercer acciones en contra del despilfarro. Los estados deben proveer de recursos para que los productores de alimentos inviertan en tecnologías de cosecha y almacenamiento, con el objetivo de disminuir las pérdidas de alimentos. En el mismo sentido, los tenderos y pequeños comerciantes de las plazas de mercado pueden contribuir también reduciendo los precios de las hortalizas y frutas defectuosas y donar los excedentes comestibles no vendidos a los segmentos más necesitados de la sociedad. Cabe destacar que muchos países están utilizando alimentos que no son aptos para el consumo humano como opción alimenticia en cerdos y vacas.

En Colombia, hay miles de restaurantes que cada día preparan enormes cantidades de comida, mucha de las cuales no terminan en los vientres de los clientes; esa comida preparada y lista para consumir que no se vende, al igual que las sobras, a pesar de estar en buenas condiciones, desafortunadamente terminan en los depósitos de basuras de esos negocios. No obstante, la crisis económica actual está haciendo que no siempre tengan ese triste final.

Por fortuna, existen aplicaciones LastFood, Too Good to Go y Fair Meals y la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco) las cuales permiten a restaurantes, supermercados y otros establecimientos comerciales vender los excedentes de comida diaria, ayudando a mitigar los desperdicios generando nuevos ingresos a los comerciantes.

De otra parte, hay que tener en cuenta que los supermercados que tienen restaurantes y los restaurantes en general suelen tener políticas específicas para manejar los excedentes de comida. Aunque podría parecer lógico regalar la comida sobrante, hay varias razones por las que no lo hacen: la principal, es la responsabilidad legal, es decir, si alguien se enferma después de consumir comida regalada, el supermercado o el restaurante podría ser responsable legalmente. De igual manera, las autoridades sanitarias tienen regulaciones específicas sobre la donación de comida preparada, lo que puede limitar la capacidad del supermercado para regalarla. Así mismo, la comida que se cocina en los restaurantes debe cumplir con estrictas normas de seguridad alimentaria. Así las cosas, una vez que la vianda se cocina y no se vende, puede ser difícil garantizar su seguridad para consumo posterior.

En resumen, la solución está en cada uno de nosotros. Reducir el desperdicio, comenzando por no producirlo, debe ser una prioridad para todos. Por tal razón, los gobiernos, los productores, grandes superficies, hogares y restaurantes tienen un papel importante que desempeñar. Urge entonces, la necesidad de establecer un gran acuerdo conducente a disminuir la pérdida y el desperdicio de alimentos para que todos los recursos naturales utilizados en su producción terminen como comida para la población mundial, en lugar de basura en los rellenos sanitarios con el subsecuente daño ambiental.