Renata Clarke,  jefa de Calidad de los alimentos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Renata Clarke, jefa de Calidad de los alimentos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
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En el mundo 600 millones de personas enferman y 420.000 mueren al año por comer alimentos contaminados

ONU comienza conferencia internacional sobre inocuidad alimentaria.

La lucha contra los virus, bacterias y otros elementos que estropean los alimentos debe enfocarse desde una perspectiva más global si se quieren resolver problemas cada vez más complejos, según una responsable de la ONU.

Mañana comienza en la capital de Etiopía la primera conferencia internacional sobre inocuidad alimentaria, una oportunidad de pensar a lo grande, como explicó en una entrevista a Efe la jefa de Calidad de los alimentos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Renata Clarke.

“La inocuidad alimentaria existe en el contexto de un sistema extremadamente complejo que está cambiando a un ritmo sin precedentes de muchas formas. Sus especialistas no pueden quedarse en su cajón, necesitan elevar la vista y analizar junto a otros cómo definir soluciones reales y duraderas a los problemas que emergen”, aseguró.

Cada año más de 600 millones de personas enferman y 420.000 mueren por comer alimentos contaminados con bacterias, virus, parásitos, toxinas y químicos, un escenario que se complica a medida que crece la urbanización, cambia el clima y se transforman los modelos de producción y consumo en el mundo.

Organizado por la FAO, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Unión Africana, el encuentro de Adís Abeba reunirá durante dos días a responsables gubernamentales, grupos sociales y empresas en un intento de reforzar la colaboración a nivel global.

Uno de los asuntos que tendrán encima de la mesa es la “falta crónica de inversión” en mejorar la calidad de los alimentos, una cuestión clave para el desarrollo sostenible que “parece que ha quedado enterrada”, en opinión de Clarke.

El Banco Mundial calcula que el impacto de comer productos en mal estado supone una pérdida de productividad por valor de unos 100.000 millones de dólares anuales (unos 88.000 millones de euros) en países de ingresos bajos y medios.

Una carga “desproporcionada” de las enfermedades transmitidas por los alimentos se observa en Asia y África, recordó la experta de la FAO, que insistió en la relación de estos problemas de salud con la falta de agua, infraestructuras o medidas de higiene.

Aunque tienen la responsabilidad de asegurar que se cumplen los estándares de calidad de los alimentos, muchos países no tienen los sistemas que lo hacen viable.

“Los gobiernos nunca tendrán los recursos para inspeccionar todo. Se espera que fijen las reglas y las directrices, creando las condiciones para que los productores produzcan de manera segura”, enfatizó.

Con el objetivo de adaptarse mejor a los cambios, la conferencia abordará cómo manejar los nuevos riesgos de manera efectiva y qué métodos de control usar ante los procesos de intensificación en la agricultura, la ganadería y la acuicultura.

Un espacio reservado lo tendrá el cambio climático y los problemas concretos que plantea, como los casos en los que las condiciones de sequía o lluvias repentinas influyen en la susceptibilidad de los cultivos frente a la contaminación por micotoxinas (sustancias tóxicas producidas por mohos), detalló Clarke.

La ciencia, la innovación y la transformación digital también serán motivo de análisis entre los ponentes, además de las formas de ayudar a los consumidores a elegir opciones de alimentación saludables y sostenibles.

La jefa de inocuidad alimentaria de la FAO apuntó que “los reguladores deben pensar por anticipado en cómo armonizar los distintos enfoques para la regulación” de nuevas tecnologías y productos como insectos, carne salida del laboratorio o piensos más ecológicos.

“Queremos persuadir a los gobernantes de que hay un negocio claro apoyando las inversiones en inocuidad alimentaria. El dinero también significa facilitar las inversiones privadas y proteger a los consumidores, incluidos los más pobres y vulnerables”, subrayó.

EFE 

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