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Magangué

miltonZambranoPerez

Milton Zambrano Pérez

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Milton Zambrano Pérez

 

Hace más de treinta años no visitaba a Magangué. Por aquellos tiempos fui a esa población bolivarense como integrante del grupo de teatro La Cruz, en el cual representaba a la burguesía criolla y al imperialismo norteamericano, actuando como actor de reparto. Fue esa una época heroica en que los sueños de cambio social anidaban en los jóvenes estudiantes universitarios.

De aquellos tiempos a esta parte, Magangué lo ha vivido casi todo: la violencia guerrillera y paramilitar, el abandono por parte del Estado, el clientelismo, la politiquería…es decir, todas las plagas que afectan a la sociedad colombiana hicieron su nicho en esta pujante ciudad ribereña que lucha por rehacerse.

Magangué es la segunda ciudad del Departamento de Bolívar, con unos doscientos mil habitantes en su zona de influencia. Es considerada la capital de la región de La Mojana, donde confluyen los ríos Cauca, San Jorge y Magdalena. Está ubicada exactamente sobre el brazo de Loba, y posee un potencial agropecuario importantísimo, que se halla aún subutilizado por efecto de la ausencia relativa del Estado y de la iniciativa privada.

Las secuelas del conflicto político-militar y de la influencia del narcotráfico se detectan claramente en esta población ribereña, que intenta dejar atrás la influencia negativa de las mafias y delinear su presente y su futuro sobre la base de estrategias que ataquen de frente los graves problemas sociales que laceran a sus habitantes.

Pero no es fácil derrotar a un ayer que se proyecta en el presente mediante el deterioro de las costumbres y de las funciones del Estado municipal, y del coletazo del conflicto armado que deposita en su casco urbano más de 17.000 desplazados, con su presión sobre el empleo y su potencial conversión en delincuencia común. Esta explosiva situación hace muy difícil para cualquier gobierno atacar con prontitud las necesidades básicas insatisfechas o resolver con eficiencia los crecientes problemas sociales.

A pesar de todo, el alcalde Marcelo Torres Benavides está empeñado en concretar un programa que llamó El Verdadero Cambio, en el cual se enfatiza la acción sobre los sectores más vulnerables, y las políticas de gobierno que resuelven las dificultades apremiantes del funcionamiento estatal y de la convivencia citadina. Los resultados hasta ahora han sido variopintos, puesto que muchas de las soluciones rebasan las posibilidades del gobierno local y se inscriben en el universo de las políticas macro del gobierno departamental y nacional y de las instituciones de apoyo y financiación internacional.

Con todo, Magangué huele a otro aroma. Un gobierno al servicio de las mayorías, que respeta lo público, le ha cerrado el paso a las prácticas clientelistas y politiqueras tradicionales y a la influencia negativa de las mafias, lo que de por sí es muy meritorio y es sinónimo de valentía por parte de los nuevos gobernantes. Este es uno de los elementos claves del verdadero cambio a que se refiere Marcelo Torres en su programa de gobierno.

Y esta transformación fundamental representa una ruptura con el pasado cercano que coloca a la capital de La Mojana en la senda del desarrollo sostenible a todos los niveles. Un desarrollo que será potencializado por los acuerdos de paz que acaben con el conflicto, puesto que la revolución del campo estará en la línea de vanguardia de los cambios socioeconómicos y políticos que requiere el país.

La paz traerá para toda La Mojana la posibilidad de convertirse en una de las más importantes zonas de producción agropecuaria, con lo cual se le restará presión a las zonas urbanas al concretarse proyectos de repoblación del campo que incidirán sobre el desplazamiento y en las tasas de mortalidad, delitos, prostitución y en los demás factores de descomposición social.

Los torrentes de motos, la economía informal, la miseria y las necesidades básicas insatisfechas sólo podrán enfrentarse satisfactoriamente en el marco de un relanzamiento de la economía regional que privilegie las actividades productivas del campo, y reconstituyendo el tejido social mediante un trabajo consistente del gobierno local.

Esa es la difícil tarea que tiene entre manos el alcalde Torres. Un esfuerzo titánico que nunca estará completo sin la transformación de las costumbres. En esa labor de construcción de ciudadanía mediante la circulación y construcción de conocimientos, regresé a Magangué a participar en un seminario de actualización y perfeccionamiento docente que organizó la fundación  FINESO y auspició la alcaldía municipal.

Este es un claro ejemplo de alianza público privada que constituye un círculo virtuoso para transformar un entorno citadino golpeado por el conflicto y por la influencia degenerativa de las mafias. La fundación FINESO, que preside el politólogo Luis Martínez, y el gobierno municipal, encabezado por el dirigente Marcelo Torres, comprendieron que la tarea de transformación positiva de Magangué trasciende las variables económicas y se inserta en los cambios profundos de la conciencia colectiva y de los hábitos sociales donde los docentes de todos los niveles cumplen un papel trascendental.

Indudablemente, Magangué vive un momento crucial de su historia del cual depende su futuro inmediato. A trabajar por ese cambio regresé a la capital de La Mojana después de treinta largos años.

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