Los investigadores de la Unisimón.
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Seis acciones para salvar 1,6 hectáreas de mangle en Puerto Colombia, según investigadores

Académicos de Universidad Simón Bolívar lideraron un estudio sobre este ecosistema localizado cerca al histórico muelle.

En Puerto Colombia, zona costera del Atlántico, se encuentra un ecosistema vital para la biodiversidad de animales y plantas del sector. Se trata de un bosque de mangles de 1,6 hectáreas (ha), cercano al histórico muelle de esta población, que está en riesgo por obras civiles y contaminación humana, entre otros factores.

A propósito del Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares, celebrado cada 26 de julio, un equipo de investigadores de la Universidad Simón Bolívar dio a conocer un estudio en el que se establecieron características, impactos, evolución y dieron seis recomendaciones para la recuperación y conservación de este bosque localizado entre la playa y el malecón.

La investigación fue liderada por el biólogo Hernando Sánchez Moreno y el microbiólogo Hernando Bolívar Anillo, del grupo de Bio-Organizaciones de Unisimón, con apoyo de la Escuela Naval de Suboficiales ARC Barranquilla y la Universidad de Cádiz (España).

Deterioro del bosque

En Atlántico se estima que hay aproximadamente 613 hectáreas de bosques de manglar, ubicadas en Piojó (166 ha), Puerto Colombia (163 ha), Barranquilla (99 ha), Luruaco (95 ha), Tubará (58 ha) y Juan de Acosta (32 ha). Las mediciones, sin embargo, evidencian que cada vez se reducen más estos ecosistemas vitales para el medioambiente.

Una zonificación realizada en Atlántico por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi en 1998 estimó que entonces existían 1.148 ha de bosque de manglar, lo que representa una tasa promedio de pérdida anual de 2,2 % hasta 2005. Pero, según expertos, el porcentaje pudo haber aumentado en los últimos años por el crecimiento urbanístico de las poblaciones donde están ubicados los manglares. 

En contraste, las tasas anuales de pérdidas de manglar a nivel mundial se han estimado en alrededor del 2 % entre 1980 y 1990, de 1 % entre 1990 y 2000 y de aproximadamente el 0,16 % entre 2000 y 2012.

La investigación de los microbiólogos muestra que en 1981 el bosque de manglar de Puerto Colombia estaba protegido por la ciénaga de Balboa y tenía una extensión aproximada de 8,6 hectáreas. En 2015 se redujo a 1,7 ha, y había perdido la protección de una barra arenosa que migró hacia el suroeste de la línea costera del departamento. La tendencia continuó en siguientes años y en 2018 el bosque llegó a las 1,6 ha actuales. 

La evolución del bosque manglar de Puerto Colombia, Atlántico.

“A partir de los años 80, la barrera arenosa aceleró su migración aguas abajo y quedó desprotegido el bosque. Esto es una consecuencia de las obras del canal de acceso al río Magdalena. El oleaje atacó al manglar de manera más intensa, y se produjo la pérdida de mangle rojo (Rizophora), la especie más expuesta. Esto se acentuó luego de 2011 por la construcción de varios espolones en la playa, cercanos a la parte norte del bosque”, explicó Hernando Sánchez, magíster en Biología y doctor en Ciencias Naturales. 

Así mismo, la disminución de cota de fondo y la rectificación del cauce provocadas en un canal de ubicado en el extremo suroriental conllevaron a la pérdida de agua superficial en este sector, lo que produjo la muerte de un gran número de árboles y su incapacidad de auto regeneración. Sumado a ello, la sequía en los años 2015 y 2016 impactó negativamente sobre el bosque.

“Los cambios observados en las últimas décadas en el sector ubicado detrás del bosque, debido a la alta urbanización, también alteraron el aporte de agua de escorrentías. Todos estos factores conllevaron a la pérdida total de agua superficial en el sector sur del bosque. La parte norte aún se mantiene con agua de un canal que se surte de la laguna de oxidación del municipio. Otra de las afectaciones es la gran cantidad de botellas de poliestireno y bolsas plásticas de polietileno que arrojan allí”, puntualizó Sánchez.

Los fracasos en la restauración de manglares como este se debe, entre otros, a la falta de interés a nivel gubernamental e incoherencias en políticas para su aplicación, la no determinación de la falta de recuperación natural, la siembra de plántulas sin tener suficiente información sobre la hidrología y ecología del ecosistema, y el no involucrar a las comunidades locales en las actividades de recuperación.  

Estos bosques de manglar aportan materia y energía a otros sistemas, tienen un gran valor como evapotranspiradores y sumideros naturales de dióxido de carbono (CO2), y constituyen agentes detoxificadores, es decir, funcionan como trampas naturales de contaminantes. Se destaca también su rol de protección frente a la erosión e inundación costera porque amortiguan la energía del viento y del oleaje sobre la costa.

Acciones para recuperarlo

Hernando Bolívar precisó que la recuperación y conservación de este bosque puede realizarse mediante acciones que conlleven a la estabilización de la línea de costa. La primera propuesta es plantar, en la parte hacia el mar, semillas de mangle rojo.

En cuanto a la estabilización del nivel freático del suelo en el sur del bosque y la rehabilitación de los aportes de agua dulce, es necesario aumentar la cota de fondo del arroyo y construir obras hidráulicas adicionales para llevar agua al sur y centro del ecosistema, desde el canal principal que está en el norte. 

“Una vez realizadas dichas actuaciones, se podrá llevar a cabo la siembra de plántulas de mangle negro (Avicennia germinans). También son necesarias campañas de limpieza del bosque y educar a los habitantes del municipio y a los turistas que frecuentan la zona del manglar y sus playas aledañas sobre la importancia de estos ecosistemas. Como sexta recomendación, se deben detener los procesos erosivos del sector, preferiblemente con obras similares a los espolones, pero con materiales blandos”, sostuvo Bolívar. 

La investigación enfatizó en que la siembra de propágulos, plantas o plántulas de manglar sin tener en cuenta estas acciones serán infructuosas. Además, es fundamental que cualquier obra de ingeniería que se lleve a cabo en inmediaciones del bosque, como por ejemplo la reconstrucción del muelle, debe considerar su impacto sobre este ecosistema. El llamado es a que las autoridades ambientales y gubernamentales sean garantes para que no se afecte al manglar y este se pueda integrar como un atractivo para el municipio, que se proyecta como uno de los principales destinos turísticos del Atlántico.

Los resultados de este estudio fueron publicados en junio de este año, en la Revista Latinoamericana de Recursos Naturales. Para ampliar información, consulte enhttps://bit.ly/2Mfn25V.  

*Con información de la Universidad Simón Bolívar

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