Obispos de la Iglesia Católica de Colombia.
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Obispos llaman al diálogo y la unidad para superar el difícil momento que vive Colombia

"Hay que identificar las necesidades ciudadanas y afianzar la relación entre Estado y sociedad civil", indica la CEC.

Los Obispos de la Iglesia Católica exhortaron a sus comunidades a intensificar la oración por Colombia, debido al momento histórico decisivo, complejo y preocupante, que atraviesa el país y que exige de todos escucha, reflexión, diálogo, unidad y compromiso para transformar cada dificultad en oportunidad de fortalecimiento como nación, para trazar caminos de justicia, de reconciliación y de bien común.

El comunicado está firmadopor  Óscar Urbina Ortega Arzobispo de Villavicencio y Presidente de la Conferencia Episcopa; Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín Vicepresidente de la Conferencia Episcopal, y Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo Auxiliar de Medellín y Secretario General de la Conferencia Episcopal.

"No podemos marginarnos, ni equivocarnos, ni encerrarnos en intereses reducidos o particulares en el cumplimiento de esta responsabilidad histórica de encaminar el país por las sendas de la paz", indicaron.

Estas son las reflexiones

1. Defender y respetar la vida, poniendo fin a la ola de asesinatos y de amenazas que pesa sobre personas y comunidades, y ha acabado con la existencia de tantos líderes sociales. Apelamos a quienes siguen acudiendo a vías de violencia, de intimidación y de muerte: no se consigue nada con las armas ni con la imposición de ideas. ¡Escuchemos el clamor de quienes sufren! Es necesario, si queremos la paz, asegurar el derecho fundamental a la vida, reconocido por la Constitución política, desde la concepción hasta su término natural. En consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano; es exactamente lo contrario. Es una profunda herida social .

2. Atender a los movimientos sociales que han surgido y que propugnan por la solución a problemas relacionados con la inequidad existente en el país y con modelos de desarrollo que excluyen a regiones y sectores especialmente golpeados por la violencia y la pobreza. A partir del diálogo, hay que identificar las necesidades ciudadanas y afianzar la relación entre Estado y sociedad civil, para que los diferentes sectores poblacionales se sientan debidamente representados por las instituciones gubernamentales. Es imperativo que el diálogo y el cambio social se hagan sin violencia y sin destrucción de lo que ya con esfuerzo se ha construido; los colombianos no podemos aprobar lo que desestabiliza y destruye el país.

3. Avanzar hacia la realización de un proyecto común de país en el que la dignidad humana sea reconocida y garantizada en todas las circunstancias más allá de posiciones ideológicas o sectarias; en el que la política y la economía se pongan al servicio del bien común; en el que se disipe toda sombra de corrupción y haya oportunidades educativas y laborales para todos, primordialmente para los jóvenes. Es necesario superar la polarización que no deja prosperar ninguna iniciativa para el bien de las comunidades. Hacemos un urgente llamado a los laicos católicos vinculados al mundo de la familia, de la educación, la economía y la política a aportar seriamente en orden a ese proyecto común que anhelamos.

4. Apoyar efectivamente los procesos que conduzcan a la paz, conscientes de que éstos no son responsabilidad exclusiva de unos pocos, sino que reclaman la participación de todos. Nos lo pidió enfáticamente el Papa: “¡Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios, déjate reconciliar!”. Es necesario que mantengamos abierta la puerta del diálogo y que luchemos sin miedo para alcanzar esta reconciliación. Especial atención merecen las acciones a favor de las víctimas del conflicto y de quienes han dejado las armas y buscan la completa reintegración a la dinámica social.

5. Tomar conciencia y reconocer el gravísimo mal que entrañan para las familias y la sociedad el narcotráfico, el microtráfico y todas las actividades conexas con ellos, así como el daño que causan a la vida, la economía, la política y la ecología. Es apremiante contrarrestar, con una visión y una acción integrales, la epidemia y los estragos que este fenómeno conlleva.

6. Reconocer que los migrantes son nuestros hermanos y avanzar en la hospitalidad que les debemos ofrecer. El Papa Francisco ha invitado a acoger, proteger, promover e integrar a quienes han sido desplazados por diversas circunstancias. Es inhumano e injusto permitir formas de explotación o de rechazo frente a la población migrante.

7. Promover la ecología integral, porque la naturaleza se nos confía para ser guardada y cultivada (cf. Gen 2,15) para las generaciones futuras. Hemos causado ya graves e irreparables daños a la obra que Dios nos dio para que fuera nuestra casa común; necesitamos reconciliarnos con el Creador y con su creación. Para ello, como lo ha recordado el reciente Sínodo especial para la Amazonía, tenemos que llevar a compromisos concretos y visibles la responsabilidad que Colombia tiene frente a este corazón biológico del planeta y a las comunidades que la habitan, especialmente los pueblos indígenas y los campesinos. Urge también revisar los modelos de aprovechamiento de los recursos naturales en todo el país, particularmente los referidos a la explotación minero-energética y a la deforestación. Y sobre todo, hay que dar el paso hacia la conversión en nuestras convicciones y estilo de vida para cuidar la creación y hacer que esté al servicio de la humanidad entera.

 

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