Los niños de la Alta Guajira son los más afectados por la escasez de agua.
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EFE

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A los indígenas wayúu les toca combatir la sequía con sus propias manos

Una de las líderes de la comunidad, Debora Barros, asegura que adquirir agua se ha convertido hoy en "una necesidad inmensa".

Las comunidades wayúu asentadas en medio la sabana desértica del departamento de La Guajira combaten con sus propios medios la grave sequía que azota el extremo norte de Colombia a la espera de que las autoridades concreten la construcción de un pozo cercano que sacie su sed.

Para llegar a esta zona yerma hay que emplear unas dos horas desde el municipio de Uribia por caminos de arena, los cuales están interrumpidos por más de media docena de retenes caseros protegidos por guardias niños que, obligados por sus padres, piden lo que sea a los vehículos.

"Agua, agua, por favor", reclaman algunos de los pequeños.

En la Bahía Portete varias mujeres de los clanes de Uriana y Epinayú explican en mitad de la noche a Efe que hace "aproximadamente dos o tres años" que no hay una temporada de lluvias lo suficientemente fuerte como para resucitar los arroyos que atraviesan la Alta Guajira.



"El año pasado medio pringó", comenta una de ellas, mientras que la compañera de al lado detalla que "solamente llovía como una hora", lo que imposibilitó llenar por completo los jagüeyes, esas pequeñas balsas de agua que pueden ser naturales o artificiales.

Una de las líderes de la comunidad, Debora Barros, asegura que adquirir agua se ha convertido hoy en "una necesidad inmensa" hasta el punto de que "han durado días sin nada más que un poquito para tomar, no había ni para bañarse".

La sequía se ha agravado en los últimos meses por culpa de los efectos de unos de los fenómenos de El Niño más graves que se recuerdan en Colombia, que se traduce en un descenso acusado de las precipitaciones y un aumento significativo de las temperaturas en varias regiones, entre ellas La Guajira.

Ante la falta de depósitos naturales, los propios wayúus excavan pozos, de unos 20 metros de profundidad, pero no son suficientes para abastecer al centenar de familias que viven en este declarado Parque Nacional Natural de 125 kilómetros cuadrados, por lo que es necesario contratar camiones cisterna que suministren agua periódicamente.

Una parte de ese suministro está subvencionado por las autoridades, pero el resto lo tiene que aportar la comunidad, que además de afrontar la sequía, también está en pleno proceso de reconstrucción de sus hogares, arrasados por grupos paramilitares en 2004, lo que les obligó a exiliarse durante una década en Venezuela.

"Intentamos vender artesanías y todo el mundo aporta una cuota. Si esperamos a que nos traigan todo, entonces no vamos a progresar nunca (...) No podemos esperar que el Estado venga", señala Barros, quien también reconoce el aporte que hacen entidades como la fundación World Coach Colombia o el banco español BBVA.

Recaudado el dinero, "toca hacer maravillas para rogarles (a los suministradores)", pues a veces "ni siquiera quieren venir hasta acá por el tema de la carretera, porque se puede hundir el camión, por el peso... son miles de dificultades", agrega la líder indígena.

Por otro lado, el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos entregó el pasado mes de junio un proyecto integral que consta de un pozo de extracción de agua que funciona con paneles solares que preveía beneficiar a 121 comunidades de los municipios de Manaure y Uribia (La Guajira).

Los habitantes de estos clanes de la Bahía Portete se quejan del olvido que han sufrido sus familias

Sin embargo, los habitantes de estos clanes de la Bahía Portete se quejan del olvido que han sufrido sus familias, pues hace años diferentes autoridades vinieron a hacer estudios sobre la posibilidad de excavar un pozo cerca de los asentamientos y aún no han dado una respuesta.

"Quizá sea por el terreno que es muy duro. Aquí es muy complicado cavar un pozo, saldría por un billete largo (muy caro). Vinieron a hacer estudios y lo han dejado, no lo han probado, pero sí, hay agua dulce a unos 500 metros de profundidad", argumenta José Miguel Ibañez, habitante de una ranchería en la Media Guajira.

El grito es unánime, todos los miembros de la comunidad están convencidos de que la sequía podría acabar con otro pozo cerca de los arroyos secos que flaquean sus hogares, mientras tanto solo quedar seguir luchando y rezar al dios Maleiwa para que en 2016 traiga abundancia de agua con la que poder sembrar.

EFE

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