Por década psicólogos analizaron la relación entre salud mental y poder.
Por década psicólogos analizaron la relación entre salud mental y poder.
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La salud mental de los gobernantes

Muchos líderes son conscientes de sus características y tratan ocultarlo por mucho tiempo recurriendo a asesores cosméticos de su imagen.

En diversas partes del mundo es innegable la preocupación que algunas veces genera en el común de la gente las manifestaciones mentales y comportamentales de algunos de sus máximos dirigentes.  Esta inquietud es comprensible pues al fin y al cabo ellos no son dioses del Olimpo…también son seres de carne y hueso con sus virtudes y defectos, con una vida personal, familiar que no deben sacrificadamente abandonar.  

Aunque muchas veces veamos hechos disparatados, expresiones incoherentes, decisiones ilógicas que ponen en entredicho la cordura de algunos personajes en el mundillo político y de la gestión pública,  en este apolítico escrito nos ceñiremos a estudios de renombrados estudiosos científicos y nunca se podría generalizar expresando que ese sea un “mundo de locos”. Al contrario muchos de esos estadistas han sido modelo mundial de liderazgo, valores, fortaleza de carácter, innovación  y toma de decisiones en la solución de grandes retos  ocurriendo que muchísimas de sus ideas y mensajes han servido de guía y dado luces por mucho tiempo al devenir de la humanidad. 

De todas maneras es tal la inquietud respecto de la cordura y el estado de salud mental de uno que otro  gobernante que poco a poco ha ido tomando fuerza el análisis psicológico y psiquiátrico  de algunos de ellos antes y después de subir al poder  encontrándose rasgos inequívocos (transitorios o duraderos) de variabilidad en su equilibrio psíquico. Lo anterior basado en que en ocasiones han trascendido detalles singulares que dicen mucho de la  personalidad y temperamento de algunos dirigentes mundiales de la talla de Hitler, Berlusconi, Gadafi, Saddan Hussein, Tony Blair, Margaret Tacher o, como aducen sus opositores, del actual mandatario norteamericano. Inclusive se han puesto en tela de juicio la salud mental de líderes latinoamericanos tales como Chávez, Castro, Pinochet, Fujimori o de algunos mandatarios actuales. 

Lo cierto es que estas llamativas manifestaciones psico-emocionales son de todo tipo pasando desde leves trastornos de carácter (sentimientos de inferioridad o superioridad, egolatría, insensibilidad, soberbia, abuso de poder, terquedad, indecisión o inseguridad, bajo control emocional, trastornos del sueño, alto consumo de licor, inclinaciones sexuales, tics, trastornos psicosomáticos, etc. )  hasta la exteriorización de una severa patología mental con ideas obsesivas, psicopáticas (que llevan a actos de corrupción) o paranoicas ya sea de poder,  delirios persecutorios o ideas mesiánicas.  

¿Qué produce estas manifestaciones psicológicas? ¿Son factores hereditarios o producto del estres ante el exceso de carga laboral?  De todas formas se considera que diversas de las perturbaciones de los jefes de Estado han sido subestimadas u ocultadas a la opinión pública. Muchos de esos líderes son conscientes de sus características y tratan (y logran) ocultarlo por mucho tiempo recurriendo a asesores cosméticos de su imagen pero en diversos casos algunos de ellos con sus actos, expresiones y decisiones terminan exteriorizándolo de una manera patética afectando a la población que dirigen.  

Salud mental y gobernabilidad 

Es clásica la clasificación psicológica hecha por David Mcclelland (el investigador creador  del termino Competencias) en la que encontró que los seres humanos están orientados a 3 tipos de personalidades: Los seres “orientados a la búsqueda del Poder” (siempre mandar), los “orientados a las realizaciones o logros” ( hacer técnicamente bien las cosas)  y los “orientados a las relaciones sociales” ( servir y llevarse bien con los demás). En algunos políticos y gobernantes prima el primer tipo de personalidad por encima de las otras.    

La cuestión  es que, según expertos,  el poder en ciertos temperamentos tiene un efecto similar al de una droga adictiva por lo que es necesario que la persona afectada entre en razón y comprenda que muchas veces basta con no escuchar a su EGO y que con toda la fuerza de su voluntad se aparte del poder para que se cure. Lo malo está en las recaídas en la que la persona siente ansiedad al alejarse del poder y persisten en aferrarse a recuperar lo que perdieron, y el ciclo se puede volver a repetir. 

El psiquiatra español José Cabrera refuerza lo anterior en su libro' La salud mental de los políticos', al mencionar que “una persona que accede al poder político ya presenta un perfil predeterminado y posee una ambición especial. El ejercicio del poder es una losa tan grande que le puede hacer perder la perspectiva. No necesariamente se traduce en algo grave, pero sí pueden darse unos síntomas inherentes al oficio”.  

Este autor insiste en que  “los ciudadanos tienen todo el derecho de exigirles un mínimo de salud mental a sus gobernantes, inclusive conocer posibles antecedentes en su salud mental antes de elegirlos, si es posible a través de la aplicación de test psicológicos". También  menciona que “las mujeres dan un punto distinto en la política. Se adaptan mejor a los cambios. También son mucho más agresivas que los hombres. Los hombres son más rígidos y tienden más a la autocracia. Ellas, por muy duras que sean, tienen mucha más elasticidad para adaptarse a los cambios de realidad y eso es clave”.  

No obstante para el autor ciertos rasgos aparentemente patológicos pueden resultar beneficiosos para el ejercicio del poder: “Enfermedades como la depresión, el desorden bipolar y quizá algunas formas de ansiedad podrían, hipotéticamente, preparar a una persona para el liderazgo (Churchill, Gladstone, Disraeli, Lord Liverpool y Abraham Lincoln en los Estados Unidos) son buenos ejemplos. La ventaja de la depresión es que los hombres afectados extraen fuerzas de la misma lucha que han tenido que mantener para controlar su trastorno. Los rasgos realistas que acompañan al depresivo podrían ser útiles también. Por lo demás, es difícil imaginar que la demencia o el abuso de alcohol y drogas puedan ser beneficiosos”. 

Psiquiatría y poder

Destacadas autoridades científicas se han dedicado a estudiar este singular fenómeno encontrando interesantes y muy dicientes relaciones entre psiquiatría y poder.  Históricamente este tema se ha tratado desde los tiempos de Aristóteles, Platón, Herodoto, entre otros y que fue en el drama griego donde se desarrolló con más fuerza. El destacado médico, neurólogo  y político británico David Owen en su clásico libro “En el poder y la enfermedad” explica que en los dramas griegos se patentizaba de la siguiente manera: “El héroe se gana la gloria y la aclamación al obtener un éxito inusitado contra todo pronóstico. La experiencia se le sube a la cabeza y empieza a tratar a los demás, simples mortales corrientes, con desprecio y desdén, y llega a tener tanta fe en sus propias facultades que empieza a creerse capaz de cualquier cosa”.   

Los investigadores anglosajones F. Post y A. M. Ludwig, aseguraron que las enfermedades mentales afectan a entre el 20% y el 40% de los políticos y personas dedicadas vocacionalmente a la cosa pública.  El antes mencionado médico David Owen llegó a la preocupante conclusión de que la frecuencia de enfermedades mentales, psico-somáticas graves y abuso de sustancias en los políticos o gobernantes es mayor que en la población general, y cercana a la de artistas, genios y líderes sociales.  

Por su parte el docror Jonathan Davidson, profesor de psiquiatría de la universidad de Duke (EE.UU.) en su libro El Blues de Downing Street: Una historia de la  depresión y otros males mentales en los primeros ministros británicos analizó  51 hombres que han ejercido el primer cargo en el Reino Unido, concluyendo que un 75% de ellos sufrió trastornos mentales “significativos”, en algunas veces graves hasta el punto de afectar al ejercicio de sus funciones y que fueron desconocidos en su mayoría para sus representados. Depresión severa, bipolaridad, ansiedad social, demencia. parafilias varias y diversos casos de alcoholismo.  

En otro artículo de la revista Brain (2009) los mismos Owen y Davidson se unieron para publicar, a partir de un minucioso estudio, que “la mitad de los presidentes estadounidenses entre 1776 y 1974 ha padecido trastornos psiquiátricos. Los más comunes: depresión, ansiedad, trastorno bipolar y dependencia del alcohol. En uno de cada tres casos, estos problemas fueron evidentes a lo largo del ejercicio de su mandato”.  

 Estos autores hicieron una relación de reconocidos dignatarios mundiales que padecieron trastornos emocionales de diverso tipo. Encontraron que en los últimos cien años dos estadistas en pleno ejercicio del cargo fueron declarados formalmente como casos psiquiátricos: el presidente francés Paul Deschanel, que renunció voluntariamente en 1920, y en 1952 el rey Talal de Jordania, que se le obligó a dejar el cargo a causa de su esquizofrenia.   

En sus estudios hicieron manifiesto que el expresidente francés François Miterrand padecía un cáncer de próstata que mantuvo como “secreto de estado” (inclusive para su esposa e hijos) durante los 11 años de su mandato. Con tal de mantenerse en el poder desarrolló una obsesión por esconder la enfermedad la cual con el tiempo se convirtió en paranoia. Siempre acompañado por su médico personal día a día se inventaba todo tipo de estratagema para evitar dejar rastros que permitieran descubrir su enfermedad. El presidente francés tenía miedo de ser objeto de espionaje médico internacional y de que le descubrieran.  

En sus investigaciones Owen y Davidson describieron que Winston Churchill (primer ministro de Inglaterra) cuando joven sufrió episodios  depresivos con ideas suicidas. Cuando estaba en el  poder las personas cercanas describían que era “un mar de contradicciones”, siendo su humor muy variable e inestable. También se dice que eran increíbles las cantidades de licor (champán, brandy, whisky) que consumió. 

Del líder nazi Adolf Hitler textualmente Owen y Diquison plantean en su estudio que “los psicólogos de la CIA consideraban que sufría de histeria, paranoia, esquizofrenia, tendencias edípicas, autodegradación y sifilofobia, un miedo a la contaminación de la sangre. ….Hitler, más que estar sumido en la locura, era un neurótico que carecía de las adecuadas inhibiciones”. Su doctor, Theo Gilbert Morell, le inyectaba a diario un compuesto de cafeína, estricnina, glucosa, morfina, vitaminas, fermentos lácteos (y otro, aún más estrambótico, a base de testículo de toro y uva). Su temblor en el costado izquierdo era típico del parkinson. Sólo tenía un testículo, sufría hipocondría e insomnio y durante el asedio de su bunker consumió cocaína.  

Según el estudio el expresidente y fundador de la República Popular China Mao Tse-Tung.  “ fue despiadado y sádico". En 1927, el líder chino comentaba en la revista del Komintern: “Uno o dos ciudadanos golpeados hasta morir no es para tanto”. Según Owen Mao se pasaba meses en la cama, según su médico, “enfermo de preocupación” ya que padecía trastornos bipolares.   

Por su parte estos autores mencionan que las ideas religiosas iniciales del expresidente norteamericano George W. Bush se transformaron con el tiempo en mesiánicas Por mucho tiempo Bush fue considerado como un  alcohólico lo cual  aseguró haberlo dejado en 1987. Así mismo aseveran que Woodrow Wilson  (presidente de los Estados Unidos a comienzos del siglo pasado) sufrió de una “neurosis religiosa” durante la conferencia de Paz de 1919 después de la cual le dio un infarto cerebral  que le llevó a un estado semi-vegetativo. A partir de ese momento se prohibieron todas  las visitas y se instalaron barrotes en algunas ventanas del primer piso de la mansión presidencial.  Esta situación se sobrellevó ante la opinión pública desde 1919 y 1921. Se dice que todo este tiempo los Estados Unidos fue gobernado por su esposa Edith Galt quien explicaba que su esposo asentía y decidía sobre todos los asuntos.  

De J.F. Kennedy se dice que durante su campaña se ocultó al electorado que él padecía la enfermedad de Addison (insuficiencia de las glándulas suprarrenales) para lo cual desde joven se le trató con testosterona y esteroides, que exacerbaron su apetito sexual. Confesó al primer ministro británico Harold Mc Millan que necesitaba mantener relaciones sexuales tres veces por día para combatir sus dolores de cabeza. La ciencia médica define que este tipo de pacientes padecen, casi sin excepción,  anormalidades psiquiátricas tales como  depresión, apatía, ansiedad, irritabilidad.  

Y asi otros grandes dirigentes fueron analizados por diversos investigadores psiquiátricos encontrando por ejemplo la paranoia del dirigente ruso Joseph Stalin, el totalitarismo de Francisco Franco en España o en Estados Unidos la propensión melancólica de Abraham Lincoln, el trastorno bipolar de Theodore Roosevelt, la reacción de parálisis catatónica de George Wassington en el campo de batalla en Manhattan,  el trastorno depresivo grave de Hebert Hoover  y de James Madison. También un trastorno depresivo importante dejó a Calvin Coolidge y a Franklin Pierce incapaces como líderes después de que murieran sus hijos. El exmandatario de E.U. Richard Nixon, además de ser un alto consumidor de bebidas alcohólicas, padecía depresión y paranoia y estuvo muy cerca de ser un “psicótico”: hacía llamadas telefónicas en plena madrugada y hasta amenazó, en estado de embriaguez, con tirar bombas atómicas a Corea del Norte. Por ultimo un estudio realizado en 2012 por psicólogos de la Univ. de Emory (Georgia, E.U.) encontró que varios presidentes exhibían rasgos psicopáticos, entre ellos Lyndon B Johnson, Andrew Jackson y Bill Clinton. 

La enfermedad del poder o sindrome de Hibris 

En diversos casos las predisposición a ciertas  afecciones psico-emocionales las traía el gobernante desde antes de ingresar al mundo de la política, pero en otros los comportamientos se empiezan a desplegar después de alcanzar posiciones y cargos de poder. A este último se refiere el síndrome en el que el oficio de gobernar se sube a la cabeza y, al parecer, desgasta y pasa factura, a veces de forma grave, a los mandatarios.  

El antes mencionado medico neurólogo David Owen describe un listado de signos y síntomas que pueden orientar el diagnóstico del Síndrome de HibrIs en políticos. Resulta preocupante que un gobernante o político presente al menos 5 de estos síntomas:.  

  •  Propensión narcisista a ver el mundo como un escenario donde ejercitar el poder y buscar la gloria.  
  •  Tendencia a realizar acciones para autoglorificarse y ensalzar y mejorar su propia imagen.  
  •  Preocupación desmedida por la imagen y la presentación personal.  
  •  Modo mesiánico de hablar sobre asuntos corrientes y tendencia a la exaltación.  
  •  Identificación con la nación, el estado y la organización.  
  •  Tendencia a hablar de sí mismo en tercera persona y usar la forma regia de nosotros.  
  • Excesiva confianza en su propio juicio y desprecio por el de los demás.  
  •  Autoconfianza exagerada, tendencia a la omnipotencia.  
  • Creencia de que no deben rendir cuentas a iguales, colegas o a la sociedad, sino ante estrados elevados.  
  • Creencia firme de que dichas instancias les absolverá.  
  • Pérdida de contacto con la realidad: aislamiento progresivo.  
  • Inquietud, imprudencia e impulsividad.  
  • Convencimiento de la rectitud moral de sus propuestas ignorando los costes.  
  • Incompetencia ‘hubrística’ por excesiva autoconfianza y falta de atención a los detalles (termina por tomar decisiones erradas). 

En síntesis es también un compromiso social el de velar por la salud mental de sus dirigentes ya sea previniendo que accedan a cargos de poder aspirantes con manifiesta predisposición a los trastornos mentales o  procurando apoyar psicológicamente a los actuales mandatarios ya sea manejando sus cargas de responsabilidades, usando la herramienta de la Delegación de tareas ( para lo cual se requiere de un equipo de trabajo experto y técnicamente bien seleccionado), intercalando recurrentes pausas en sus actividades u ofreciendo asesorías psicoterapeuticas que le ayuden a sobrellevar tan altas responsabilidades sin afectarse en su equilibrio psicológico y su convivencia familiar y social.  

 

Por Roque Herrera Michel

roquehmichel@hotmail.com  

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