Ana Suárez y su hijo Ricardo en su faena en Puerto Mocho.
Ana Suárez y su hijo Ricardo en su faena en Puerto Mocho.
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Jair Varela.

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Ana y Ricardo, madre e hijo, 20 años pescando en Puerto Mocho

Una historia en una de las zonas potencialmente turísticas en Barranquilla.

Con la salida del sol, Ana Rosa Suárez Burgos, de 58 años, y su hijo Ricardo Betancourt Suárez, de 39, se levantan cada mañana en su humilde vivienda del barrio Las Flores de Barranquilla para dirigirse hacia la primera playa de Puerto Mocho, en cercanía de la desembocadura del río Magdalena con el Mar Caribe, para iniciar su faena diaria.

Ana y Ricardo se suben en su canoa, ‘Luchador’, e inician a eso de las 7 de la mañana su aventura en el agua para pescar.

Ana Rosa tuvo 6 hijos, pero con Ricardo se dedica desde hace 20 años a la pesca. 

“Allí en Las Flores vivo con tres hijas, otro hijo, mi hijo Ricardo y nietos, pero siempre salgo con Ricardo a pescar. Con él estamos en las buenas y en las malas pescando”, aseguró Ana Rosa mientras ayudaba a su hijo a sacar del trasmallo lo que habían logrado pescar. 

En medio de los hilos de nailon sacaron cangrejos, caracoles, pescados como el sable, bagre, anchova y chivos. 

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No hay día para el descanso. Ana, con su hijo, a orillas del agua construyó un humilde rancho de madera para allí cambiarse, cocinar y preparar los pescados que traen del mar.

Ana, su hijo Ricardo y otro joven que los acompaña a sacar los pescados del trasmallo.

Ricardo, algo tímido, continúa sacando del trasmallo, que mide unos 180 metros de largo, los productos del mar y su mamá hace la misma labor para llevarlos posteriormente a un balde negro.

“Hoy lo que estamos pescando es para la comida de nosotros y llevar para la casa, pero hay veces que sacamos más pescados y los vendemos. Con el dinero compramos arroz, aceite y pagamos los recibos de los servicios. Acá se vende el pescado más fresco y acabado de sacar del mar, también es más barato”, relató Ana Rosa.

Desplazada por la violencia

La vida para esta humilde pescadora no ha sido fácil. Con el padre de sus hijos aprendió la técnica de la pesca y encontró en Barranquilla, en las playas de Puerto Mocho, una zona potencialmente turística de la ciudad, una segunda oportunidad en la vida para su sustento y para sus hijos.

“Llegué hace como 40 años a Barranquilla y tengo 20 años dedicada a la pesca. Soy natural de Montelíbano, Córdoba, y siendo niña a mi papá le tocó sacarme de allá a la 1 de la mañana del pueblo porque habían grupos armados que se llevaban a los niños y jóvenes para el monte. Primero me fui para El Bagre, Antioquia, y después migramos a Barranquilla”, detalló. 

Ana Rosa vio en la capital del Atlántico y con la pesca su oportunidad de salir adelante y dejar atrás esa infancia difícil marcada por la violencia.

Ana Suárez seleccionando los pescados que atraparon con el trasmallo.

Como dice la canción del Joe Arroyo “En Barranquilla me quedo”, así Ana se quedó en la ciudad y en esa zona del Mar Caribe y el Río Magdalena una nueva opción de vida, pero su pasión por la pesca ya venía con ella desde pequeña.

“Cuando pequeña íbamos al río San Jorge, en Córdoba, y allá logramos coger pequeños pescados”, recordó.

Ana y Ricardo tienen dos horarios para la pesca. Como actualmente no tienen motor deben hacer su faena en la bahía que se creó en esa zona de Puerto Mocho y con aguas calmadas lanzan el trasmallo para lograr sacar lo que necesitan para su sustento. 

Su labor inicia a eso de las 7 de la mañana y tipo 9 a.m. están de regreso a la orilla, en su humilde rancho preparan los pescados, los ponen en una cadena de frío en cavas para evitar que se dañen. Luego seleccionan algunos para que ella y su hijo almuercen allí mismo para poder empezar su segunda jornada de pesca que va alrededor de las 2 de la tarde hasta las 4. 

“A esa hora ya nos regresamos a la casa de Las Flores y llevamos los pescados para que coman allá. Otros los vendemos a las personas que lleguen a comprar o en las pescadería”, narró Ana.

Para poder llegar hasta su rancho de madera, en Puerto Mocho, contratan mototaxistas para que los busquen en su casa y luego al atardecer los vuelven a llamar para que los lleven hasta su vivienda, en Las Flores.

El único susto que han vivido en el mar

Ana le da gracias a Dios porque el mar le ha dado de su sustento. En el menú de sus comidas difícilmente falta el pescado. 

“Se hace sopa, pescado frito, en salpicón, en viuda, la presentación varía y cuando se consigue más dinero se compra a veces carne o pollo”, señaló. 

En las dos décadas dedicadas a las faenas de pesca, recuerda Ana, en una sola ocasión se llevaron su tremendo  susto: la canoa en la que pescaban se volteó.

Menos mal que estábamos cerca de la orilla. Una ola nos volteó la canoa, pero gracias a Dios solo ese ha sido el inconveniente que hemos tenido. Siempre hemos tenido para el sustento diario”, contó.

Durante la jornada, nada se desperdicia. Cuando revisan el trasmallo tocan los pescados que lograron atrapar para verificar que están en buen estado.

“Cuando se sienten como aguados no están en perfectas condiciones y no se escoge”, detalló.

Ese pescado que no está apto para el consumo humano es lanzado de nuevo al mar y allí las aves como los alcatraces y los pelícanos los atrapan y de un solo bocado se los comen.

Lo que pescan es solo del mar

Los cangrejos y los caracoles que caen en el trasmallo los consumen Ana y su familia. Todo lo que es consumible es aprovechado por ellos. 

Ana aseguró que todos los pescados que logran atrapar en esa zona de Puerto Mocho e incluso del lado del río Magdalena son de agua salada.

“Para los meses de enero, febrero y marzo el nivel del agua del río Magdalena baja y por consiguiente el agua salada del mar ingresa del lado del río. Por eso para esa época se ubican las canoas del lado del río para pescar, pero lo que resta del año sí estamos de este lado del mar, en Puerto Mocho, porque es donde se encuentran los pescados”, narró.

Al lado izquierdo, el Mar Caribe; y del derecho, el Río Magdalena.

La experiencia no se improvisa y es esta la que le ha dado la capacidad de poder dimensionar a Ana y a su hijo las claves para tener una pesca más efectiva.

“Cuando llueve los pescados salen a la superficie y por eso en ese momento también es bueno salir a pescar. Así es más fácil atraparlos, pero si no llueve igual toca salir a pescar”, contó Ana, quien aunque nació en Córdoba se siente adoptada por Barranquilla.

El tren que atraerá más turismo

Como Ana hay muchos pescadores en la zona de Puerto Mocho que esperan que el nuevo tren turístico que construye el Distrito de Barranquilla, con el impulso del Alcalde Alex Char, sea también para el beneficio de ellos, que les traiga más turistas para vender más rápido su pescados.

“Han venido quitando los ranchitos que están a orillas del mar, pero nosotros seguiremos aquí viniendo a pescar, porque esto es para tener nuestra ‘liga’, para nuestro sustento”, contó esta humilde mujer. 

Rieles donde pasará el tren. Además, tendrá ciclovía y espacio para caminar.

Este proyecto del tren comprende 2.600 metros de vía férrea y 2.200 metros de ciclorruta, así como la misma extensión de un malecón por el cual también se podrá llegar caminando hasta la playa urbana de Barranquilla, por lo que la obra ocupa más de 6.000 metros cuadrados de espacio público. De igual manera,  contará con dos estaciones de embarque y desembarque que serán llamadas estación Las Flores y estación de Puerto Mocho.

Para su operación este tren contará con dos vagones, Río y Mar,  con capacidad para unos 70 pasajeros, contemplando a personas con movilidad reducida, y serán totalmente eléctricos.

Así las cosas, Ana guarda la esperanza de que el progreso de la ciudad también la beneficie a ella y a los demás pescadores. 

 

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