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Édgar Perea, el mejor narrador colombiano de todos los tiempos.
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El Colombiano.

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“Yo soy el más grande, caballero”

El fenómeno de Édgar Perea contado paso a paso.

Un letrero en la puerta de su oficina, en los extintos estudios de Radio Mar Caribe, tenía la sentencia “I'm the greatest”, una leyenda que traducida al español, literalmente era la proclama “yo soy el más grande”.

Édgar Perea era así, no tenía miedo de decirlo, de presumirlo y de jactarse en que en el mundo no  hubo, ni había, ni habrá una persona que desarrolle tan emotivamente el relato de cualquier disciplina deportiva y que logre una comunión tan cercana al público.

“Caballero, yo soy único e irrepetible. Como Édgar Perea Arias no habrá otro en el mundo”, explicaba.

Del infierno a la gloria

¿Qué hacía a Perea tan único? Tal vez el hecho de haber nacido sin nada y llegar a tenerlo todo, a punta de garganta, sea el factor que lo hizo estar tan convencido de su implacable talento.

Su nacimiento se dio en medio de la extrema pobreza, el 2 de junio de 1934, en un corregimiento de la población chocoana de Condoto. Allí estaba a cargo de los cuidados de su madre Georgina Arias de Perea, mientras su padre José Rafael Perea trabajaba en la población de El Bagre, Antioquia.

Pronto el destino le jugó la primera mala pasada. A la edad de 5 años, Edgar sufrió la pérdida de su madre, muerta de un derrame cerebral. Quedó al cuidado de unos tíos, más su espíritu rebelde se manifestaba desde entonces, escapando de la casa y llevando prácticamente una vida en la calle.

Al enterarse de esto, Don José Rafael viajó expresamente hasta el Chocó para hacerse con su hijo y llevarlo hasta El Bagre, según recordó Gerardo Agamez, un amigo de infancia del locutor.

“El papá lo trajo a vivir a El Bagre. Allí los dos estudiábamos y fuimos muy cercanos. Él era un poco menor, pero tenía mucha personalidad para las cosas. Fue un amigo sincero y muy humilde y noble”, recuerda Agamez.

 

 

Fue por esa época Perea tuvo que sobreponerse al Polio que lo afectó, la cual afectó su brazo izquierdo y le restó movilidad para el resto de su vida. Cosa que Édgar supo llevar con mucha normalidad. Algunos ni se dieron cuenta, si no es porque Édgar les contaba.

Cada vez que el padre (sacerdote) hacía bazares en la iglesia, Édgar cogía el micrófono para animar. También en los partidos del colegio, hacía que los narraba. Nosotros sacamos un equipo de fútbol, el presidente era el papá y él jugada como centro delantero. Le decíamos ‘Mano e’ santo’ por como tenía el brazo”, recuerda con humor Agámez.

En esos años, su padre se casó nuevamente con una señora de San Andrés, Rafaela Christopher. Ella hablaba el inglés y a Édgar le comenzó a llamar la atención, por lo que pidió que le enseñara. Así fue aprendiendo el hombre”, recalcó don Gerardo, hoy en día aferrado a un bastón y ya casi sordo.

En el alborozo de los años juveniles, Perea llegó a ser bastante indisciplinado. Saltaba de colegio en colegio. Pasó de los colegios de Magangué a Mompóx y finalmente en Cartagena, donde pudo terminar el bachillerato.

Al culminar sus estudios secundarios, Perea regresó a El Bagre, a buscar a su novia de la época, Esperanza Agudelo. Pese a ser muy jóvenes, de esa relación nació Edgar Perea Agudelo, también narrador.

Tras trabajar algún tiempo como mesero para los norteamericanos que operaban en las dragas de la población, su padre lo envió a Medellín, a la academia Pascual Bravo para que estudiara mecánica.

Perea soportó esos cuatro años lejos de su familia y se dirigió a buscar empleo en la Refinería de Cartagena, donde logró el puesto de mecánico en el taller de la empresa.

Fue en ese punto, cuando su vida tomó un cambio radical.

Con ustedes, el Campeón 

“Un día estaba uno de los dueños de Emisoras Fuentes en la Refinería. Al escucharme hablar me propuso que me dedicara a locutor, para un espacio que ellos tenían en la emisora, y le dije respeta, que lo que yo soy es mecánico”, contaría anecdóticamente Perea años más tarde.

“Yo lo que quería ser en esa época era ser el jefe del taller de la Refinería. Ni pensaba en locutar. Sin embargo me dejaron dicho que me pasara por la emisora un día de esos. Así fueron pasando las semanas, hasta que por curiosidad fui”.

 Al entrar el gerente de la emisora le dio tres noticias, sacó una grabadora y le dijo que las leyera. Con la grabación fue a la oficina de Antonio Fuentes que al escuchar la voz quedó encanado: “¿quién es ese locutor?”, expresó.

Tras ofrecerle más que de lo que se ganaba en la Refinería, Perea inició su labor de locutor con el turno del ‘bombillo’, era el que se quedaba en el turno de media noche y debía apagar la emisora al final de la jornada.

Tras pagar su ‘derecho a piso’ y ya ser reconocido por uno de los locutores importantes de la emisora, Perea comenzó a incursionar en la narración deportiva, en el béisbol, el deporte insignia de la ‘Ciudad Amurallada’.

“Yo poco a poco empecé a narrar. A copiar cosas que me gustaban y fui creando mi estilo propio. Les aprendí mucho a narradores como Napoleón Perea y Melanio Porto Ariza”.

Conquistando a Barranquilla, que maravilla

Perea se fue consolidando como narrador y pronto dominaba magistralmente el micrófono, en una mezcla de instinto y emotividad que pronto llamó la atención de los dueños de emisoras de Barranquilla, quienes buscaban una figura con la cual pelear la sintonía en la ‘Arenosa’.

Sin dudarlo, con la oportunidad de ganar mejor y de llegar a un público más amplio, Perea llegó en 1966 a la emisora La Voz de la Patria, donde poco a poco se fue apoderando de los radios, hasta que a mediados de 1970 fue contratado por la cadena Caracol, tras un breve paso por RCN, para que fuera el narrador principal de su emisora Radio Tropical.

Fue esa la época desbordante de Perea, se transformó en la celebridad indiscutida de la ciudad. Su llegada al estadio era un acontecimiento, los mejores comentaristas de la ciudad se dividían en dos bandos: los que se morían por trabajar con él y los que lo odiaban a muerte.

“Lo que pasa es que cuando uno lo escuchan tanto, siempre aparecen los envidiosos. Claro, como no me ganan en el micrófono, quieren ganarme con chismes. Pero conmigo no pueden, yo tengo en 99.99% de la sintonía en el estadio”, repetía para zanjar cada debate.

Fue en esa época en la que aprendió que para ganarse el corazón de su audiencia, Perea debería defender a capa y espada la ciudad, a sus personajes y por su puesto a Junior. Allí comenzó a comprar peleas y se transformó el locutor belicoso que animaba a las masas a no dejarse ningunear. La hinchada lo siguió.

Nace ‘El Internacional’ Édgar Perea

En el albor de la década de 1970, Perea tomó la decisión de expandir su universo laboral. El ya conocido narrador, estaba determinado a asistir a los Juegos Olímpicos Mundiales de 1972 en Múnich, Alemania.

Para ello, el narrador prácticamente se rebuscó su tiquete y gastos para poder asistir a dicho evento. Allí además logró una vinculación con la cadena Todelar, para mediante esa frecuencia emitir informes y narraciones.

Perea inició así sus grandes aventuras internacionales, teniendo además una inauguración sensacional al ser el encargado de relatar, tiro a tiro, la primera medalla olímpica del país, según el mismo señaló.

“Yo le dije al gerente de la emisora que me habilitara una línea para poder narrar la prueba de Helmut Bellingrodt. Como él es barranquillero, ya nos conocíamos y una vez lo acompañé a entrenar y yo nada más veía que le pegaba siempre en la mitad. Me dije, este muchacho, caballero, algo se trae”.

La premonición no pudo ser más adecuada. Helmut empezó a disparar y puntuar. Rápidamente se puso al frente de la competencia. “Yo narraba y cada vez que disparaba decía el puntaje, pero tenía que decirlo bajito porque o si no me sacaban. Ya al final me emocioné mucho y grité: ¡Que viva Barranquilla! Entonces el encargado me echó del recinto… me toco salirme y narrar desde una ventana”, dijo.

Bellingrodt ganó la plata y Perea llevó la emoción del triunfo a los colombianos, aquel primero de septiembre de 1972.

Satisfecho por la labor, Perea regresó a la ciudad y ambicioso como era, se puso de nuevo una meta: ir al combate de título mundial de Antonio Cervantes ‘Kid Pambelé’ que se llevaría acabo el 28 de octubre de ese mismo año en Panamá, ante Alfonso ‘Pepermint’ Frazer.

Allá, en el Gimnasio Nuevo Panamá, Perea describió golpe a golpe la pelea, en la que el palenquero finalmente se quedó con el cetro orbital del peso Welter Junior por nocaut. Fue el primer título mundial de un deportista colombiano a nivel profesional en la historia.

Esa presencia en los grandes eventos fue lo que marcó su sello personal, siendo bautizado por sus compañeros de transmisión como ‘El Internacional’ Edgar Perea, una distinción que caló rápidamente entre los aficionados.

Fue por ese entonces, que comenzó a robarse el show por sus coloridas pintas. Sus trajes llamativos eran producto de lo que el llamaba, “estar a la altura de los ‘artistas’”.

 

 

“Recuerden, Junior es tú Papá”

Para el año de 1977, Édgar Perea era el dueño indiscutible de la sintonía de los partidos de un equipo que no había alcanzado el título. Por eso, en el cuadrangular final de ese año Perea narró con el alma, “como a usted le gusta, toque por toque, siempre al lado de la bola” la primera estrella lograda en Bogotá, al derrotar 3-1 a Santa Fe en Bogotá.

Su influencia era tanta en el equipo, que Antonio del Villar compuso un cantico homenajeando la escuadra e invitó a Perea a que hiciera la narración de un gol para incluirla en la canción. Al final de la grabación, el compositor preguntó a Perea cuanto costaba el favor, a lo que Perea respondió “para ti mi hermano, no cuesta nada”.

 

 

Tres años más tarde, en diciembre de 1980, Junior empataba 2-2 con el Deportivo Cali en un partido que propició una de las narraciones más extraordinarias del ‘Campeón”.

Perea no solo predice el gol del empate con un “sí la emboca Tutino”, sino que además lanzó ese corajudo “a Junior tienes que matarlo para ganarle, a nosotros nos tienen que ganar para matarnos”, esa fue la declaración de un amor indisoluble y que permanece aún más allá de la muerte.

 

 

Durante esa década de 1980 fue que nació el popular dicho de Junior tú Papá, nacida de una rencilla encarnizada entre el narrador y el periodista Poncho Rentería que llamó a los jugadores rojiblancos minusválidos. El desquite llegó en una goleada 4-0 al América, donde al final Perea le lanzó un sentido “mi estimado Poncho Rentería, Junior tú Papá”.

 

 

Dale campeón, dale campeón, dale campeón

Una de las cosas que distinguió a Perea fue su popular ‘corito celestial’, una invitación a madrear desmedidamente al arbitro de los partidos, cada que este pitaba de manera equivocada ante Junior.

Esto fue tomado como incitación a la violencia por la Ministra de Comunicaciones en 1987, Noemí Sanín, quien un día llamó a a su oficina al narrador a decirle que tenía que sancionarlo por su actitud.

“Entonces ella me dijo que por cuanto tiempo quería la sanción. Yo miré el calendario y como vi que estaba cerca octubre, le dije que tres meses para poder ir a Estados Unidos, narrar para la CBS que me había contratado y regresar. Esa ministra jipata me sancionó por defender a Barranquilla”, promovió por años en sus anécdotas.

Tras la Serie Mundial de ese año y la sanción finalizada al corte de la primera semana de diciembre, Perea anunció triunfal su regreso a la narración de los partidos del Junior.

“Esperen una sorpresa el domingo. Vayan Todos al Metropolitano”, dijo en su conocidísimo programa, primer lugar en sintonía, Comentando los Deportes. “La verdad es que no sabía que iba a hacer, me habían sugerido saltar en paracaídas, pero a mi esa idea no gusto mucho. Entonces me dijeron lo del helicóptero, y esa idea si me gustó caballero”.

 

 

La tarde del 6 de diciembre el Metropolitano se llenó y de un momento a otro, los aficionados fueros testigos del descenso triunfal de un Perea impecablemente vestido de blanco. La gente enloqueció en las tribunas y cantaban “dale Campeón”. Perea saltó del aparato, besó la grama y tomó micrófono en mano para inmediatamente iniciar su labor.

Desde Barranquilla, emite La Campeona

En el año de 1989, luego de muchas presiones desde la costa lideradas por ‘El Campeón’, La Federación Colombiana de Fútbol decidió traer al estadio Metropolitano las eliminatorias y la Selección Colombia.

“Esa es la mejor decisión que pudo haber toma la Federación Colombiana de fútbol, en Colombia la mejor plaza para jugar es el estadio Metropolitano. Recién inaugurado, con un terreno precioso, iluminación completamente moderna. No se les olvide que yo estuve en Metrofutbol (ente que promovió la construcción del Metropolitano) y que ese estadio quedó perfecto”, comentó el narrador sobre su papel en el proyecto del escenario deportivo.

Ante esto, surgió para él la posibilidad de hacerse con su propia emisora, la frecuencia 870 AM del dial, la cual negoció con la familia Char, para convertirla en la primera frecuencia deportiva local. De allí nació Radio Mar Caribe Internacional, ‘La Campeona’.

 

 

Para reforzar su proyecto, y asegurarse una total sintonía para los partidos de Colombia ante Ecuador y Paraguay, más tarde el repechaje ante Israel, Perea llamó al único comentarista que podría restar en algo su sintonía: Fabio Poveda Márquez.

Radio Mar Caribe nació como frecuencia, y la PP (Perea, Poveda) arrasó desde el primer instante.

Las actividades promocionales por esta señal se salían tanto de proporciones que fue necesario llamar a la fuerza pública para que controlara la muchedumbre de personas que se daban cita a cada llamado de Poveda o ante cada cita propuesta por Perea.

En ese mismo año, Perea fue contratado para narrar la Copa Libertadores, que era transmitida por la programadora de Jorge Barón en un canal nacional de televisión. Ese año, Atlético Nacional obtuvo el título y el ‘Campeón’ llevó la final a los hogares colombianos con su sensacional estilo.

 

 

"Sigan siendo felices, Édgar les dice"

En la década del 90, tras narrar tres campeonatos mundiales disputados en ese lapso  y ser presentador de noticias deportivas en el noticiero NTC, además de laborar en el programa radial La Polémica Nacional de los Deportes, Édgar narra uno de los sucesos más importantes en la historia deportiva del país, la goleada de Colombia 5-0 a Argentina

 

 

 

 

Así mismo, trabajando para la cadena nortemaricana CBS, transmitió para todo el país el hit de oro y título de serie Mundial de Édgar Rentería, en octubre de 1997.

Para la Copa América de 2001 trabajó para RCN Televisión en las transmisiones de los compromisos, al lado de su eterno contradictor Carlos Antonio Vélez, con quien limó asperezas para esa labor. Perea llevó a millones de personas el título ganado pro el país ante México en la final.

Sin embargo, tras tocar el punto más alto de su labor profesional y ser el locutor en su momento mejor pagado del país, en un millonario contrato con Caracol en Bogotá, Perea comenzó la época del declive marcado por un paso por el Congreso donde protagonizó varios debates.

Tras ser suspendido de su curul, por narrar un partido de Colombia y luego de dos infructuosas campañas electorales tratando de llegar a la Alcaldía de Barranquilla, volvió a las transmisiones de Junior a través de su emisora y al programa de tv la TelePolémica,  el ‘Campeón’ marchó en 2009 a la embajada de Suráfrica, designado por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez. Tras el cargo, en el que estuvo hasta 2011, Perea se radicó en Bogotá, alejado de los micrófonos.

Allí estuvo, mientras que en su ciudad a causa de malas administraciones corporativas, el Ministerio de Comunicaciones decidió cancelar la licencia de funcionamiento de Radio Mar Caribe y esta salía del aire en agosto de 2012.

Perea pasó sus últimos años trabajando en las cadenas Todelar y Colmundo, realizando espacios de opinión y narrando los partidos de fútbol en Bogotá. Así mismo, trabajó en el canal de televisión Claro Sports. También  fue objeto de varios homenajes por parte de sus pares periodistas y gozó del reconocimiento del publico general.

 

 

En el último año sufrió de varias afecciones en su salud, hasta la última recaída que fue definitiva, el pasado 6 de abril. Perea falleció tras cinco días dando lucha contra un bacteria que le afectó sus pulmones.

Tras una breve estancia en Bogotá, su cuerpo fue trasladado a Barranquilla donde fue recibido por miles de barranquilleros, con instituciones como Junior a bordo. Más tarde fue cremado y sus cenizas se esperan que seas esparcidas en el estadio Metropolitano, como fue su voluntad en vida.

Aún después de muerto, el ‘Campeón’ seguirá haciendo su voluntad, incluso luego de muerto. Perea fue una fuerza invencible de los micrófonos. Fue un sonido que no logró ser distorsionado bajo ninguna circunstancia. Perea se seguirá ufanando en la otra vida, de lo mismo que tanto presumía en este mundo: "ser el más grande, caballero".

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