Que los Olímpicos no rompan su intenso ritmo diario, el reto de Tokio
La capital nipona se prepara para recibir uno de los eventos deportivos más grande de la historia.
Organizar unos Juegos Olímpicos en una megaurbe como Tokio sin alterar su ritmo diario es uno de los desafíos que tienen las autoridades para evitar que ese reto, a la larga, termine por convertirse en una pesadilla.
Cambios en los horarios de trabajo, el refuerzo de los medios de transporte público y hasta el uso de sistemas como buses acuáticos son algunas de las medidas que se están planteando para que los JJOO de 2020 no generen el caos en la ciudad.
"Creo que deberían poner días festivos, así nadie trabaja y tanto nuestros clientes como nosotros no vamos a tener problemas", bromea Niyuki Nagai, de 49 años, directiva de una firma de planificación de videojuegos.
Unos 35 millones de japoneses viven actualmente en Tokio y sus alrededores. El metro, el transporte urbano más usado, tiene diariamente más de diez millones de usuarios que se desplazan por el Gran Tokio.
Se espera que para los Juegos Olímpicos, que se desarrollarán entre el 24 de julio y el 9 de agosto, lleguen más de medio millón de personas con el fin de ser testigos de una serie de acontecimientos deportivos que se desarrollarán fundamentalmente en esta capital.
La fiesta deportiva tendrá lugar en la época más calurosa del año y en fechas en las que Japón suele ser castigado por los tifones de la temporada, que este año, por ejemplo, causaron más de dos centenares de muertos en todo el país.
Por un lado, las autoridades están desarrollando planes para el transporte de espectadores y atletas, que tendrán que compartir el metro, los taxis y las aceras con millones de japoneses muy celosos de sus trayectos, del orden de sus colas y de sus horarios.
Las autoridades están pidiendo a las empresas de reparto que cambien sus rutas de distribución para no coincidir con los puntos más concurridos durante las competiciones deportivas, y, en general, que se fomente el teletrabajo en esas fechas.
También se han diseñado planes para escalonar la entrada y salida de las oficinas, que actualmente se concentra en el horario de 9.00 a 17.00 horas.
Es una iniciativa que se lanzó en julio pasado, con el nombre de Jisa-Biz, a la que periódicamente se suman empresas en un impulso que se espera de intensifique según se acercan las fechas de los Juegos Olímpicos.
"Voy a intentar cambiar la hora y evitaré usar el transporte de algunas líneas de metro para que no coincida con los horarios de las competiciones", sostiene Akiko Mori, de 29 años, empleada de una firma de promoción deportiva.
Las medidas que se estudian buscan también crear una línea de autobuses acuáticos que conecten distintos puntos de la bahía de Tokio, que albergará varias sedes de eventos deportivos y la Villa Olímpica, especialmente en los lugares donde se disputarán competiciones como la de canoa.
Mori, por ejemplo, defiende la idea de que se aprueben horarios nocturnos para los autobuses o el metro, que se cierra cerca de la medianoche.
Todo ello para contentar a propios y extraños, aunque algunos propios, como Miyuki Nagai, no están convencidos de que todas estas medidas puedan evitar un colapso del transporte público a determinadas horas por la llegada de tantos extraños.
"Me importa menos cuando voy a la oficina, si llego tarde, pero cuando tengo que salir de la oficina para alguna reunión de negocios no puedo llegar tarde", dice Nagai a Efe.
Los problemas de desplazamientos se unen a los del idioma porque, como recuerda Akiko Mori, "no todo Tokio tiene señales en inglés" en los medios de transporte público.
"De esto me di cuenta cuando fui a Corea porque no leo coreano, así que supe apreciar el inglés en ese sentido", añade.
Está por ver si estos problemas y las medidas de seguridad extraordinarias que se adopten desalentarán la asistencia de japoneses a las competiciones deportivas que se ofrecerán en los distintos puntos.
"Quiero ver los paralímpicos, porque si no aprovecho esta oportunidad, no iré a ver paralímpicos nunca", sostiene Nagai.
EFE