Los sufrimientos de Ismael Borré en Barranquilla, encomendando a Rafael Santos
El papá del goleador barranquillero vio desde la distancia el primer partido de la Final de la Copa Libertadores.
El profesor Ismael Borré y toda la afición riverplatense, aunque más bien 'rafasantista', llegó sobre el pitazo del juez al Hotel Barranquilla Plaza. Sin embargo los nervios ya estaban con ellos desde antes de instalarse frente a la pantalla.
Ismael, el jefe de la casa, solo duró un minuto sentado tras el silbatazo del central de la contienda. Los nervios pudieron más que cualquier otra cosa. De pie observó cada uno de los 48 minutos jugados en la primera mitad, “ya no me puedo ver los partidos sentado, ya no los disfruto”, explicaría luego.
“Mucha suerte para hoy”, le dijo alguien en la estancia del hotel, a donde acudieron a ver el partido, “Ojalá amigo, en el nombre de Dios”, respondió Ismael con amabilidad.
Las jugadas avanzaban en la Bombonera e Ismael, con un gesto nervioso en sus bigotes y los ojos clavados fijos en la pantalla, solo atinaba a mirar cómo avanzaba la partida.
Solo alguna llamada ocasional de un amigo o familiar era capaz de interrumpir la concentración que tenía dispuesta en el televisor, y en especial en su hijo Rafael Santos, delantero titular para el duelo de la final y quién se batió como un león en la disputa de cada balón.
Ismael miraba, su corazón palpitaba y la primera gran emoción llegó al cuarto de hora. A los 15 minutos Ismael sentía como el corazón se le iba saliendo por la boca.
Rafael Santos anticipó la marca de un defensa bostero para conectar un cabezazo que hizo volar al arquero xeneize Agustín Rossi, para preservar el 0-0 en el marcador.
Un suspiro generalizado, un “uffff” profundo, se sintió en el lobby del hotel. Ismael se llevó por primera vez las manos a la cabeza. Casi llegó el gol, pero los casi no valen.
Y sin haber aprovechado, llegó el lamento. A los 33 minutos, tras salir de la marca en el área, y gracias a un rebote de Franco Armani, Wanchope Ábila ajustó el primer tanto de la tarde para los de La Bombonera.
Ismael nuevamente las manos a la cabeza, y un gesto de desilusión áspero en sus ojos. Sin embargo, tomó una bocanada de aire y se apretó a ver la reacción de River Plate, “contra Independiente fue igual”, aseguró.
Y realmente que River tenía cómo, y en pocos segundos lo demostró. A los 35 minutos la fórmula en ataque de Santos Borré, el argentino Lucas Pratto, emparejó las cargas desatando la alegría de media Argentina y de un pedazo de Barranquilla.
El juego entró en la recta final del primer tiempo. Ismael seguía recibiendo llamadas, solo que ahora las conversaciones eran cortas. Un rápido intercambio de respuestas monosilábicas eran suficientes para cumplir con amabilidad pero seguir de lleno en el partido, “sí, ajá, ok”, era cuando mucho lo que se escapaba de los labios.
A cinco minutos del punto final, cuando parecía que el equipo millonario iba a cerrar bien el negocio, llegó una fatídica pelota quieta.
Un centro lanzado al goleador Darío Benedetto por el también colombiano Sebastián Villa, terminó en gol a este, ganando en la marca nada más y nada menos que al mismo Rafael Santos Borré. Nuevamente manos a la cabeza y silencio sepulcral que tan sólo rompió el silbatazo del juez para mandar al descanso.
El entretiempo sirvió para serenar el corazón. Ismael, todavía de pie, aguardó en el silencio de los desesperados el reinicio del partido. Alguna corazonada le decía que el marcador no se iba a quedar así.
A los 61 minutos una nueva pelota quieta movió el marcador. En un centro, el defensa Carlos Izquierdoz metió la pelota en su propio arco para poner la balanza nuevamente en el partido con el 2-2.
Pero no todo fue felicidad. A Rafael Santos el árbitro le sacó amarilla a los 75 minutos tras una falta sobre el símbolo boquense Carlos Tévez, acción que lo priva desde ya al barranquillero de jugar la final de vuelta en el Monumental.
“¿Se la sacaron? ¡Entonces no juega! Había que sacarlo antes”, se lamentó Ismael que no podía creer la suerte de su hijo. “Toca que haga los goles hoy”, aseguró.
El último estallido de felicidad de esta improvisada barra riverplatense llegó a cinco minutos del final cuando Franco Armani evitó un casi seguro gol de Darío Benedetto, ante un magistral pase de Carlos Tévez.
“Un partido de Copa Libertadores tiene que ser así me de la mano de Dios las cosas se dan en el Monumental. Lástima que Rafa se vaya a perder la final. Ojalá las cosas se den”, dijo tras el pitido final Ismael.
Ahora la familia de Rafael Santos esperan ir a acompañar en el día definitivo en el Monumental. Allí, Ismael espera darle en persona la bendición a de siempre a su hijo Santos.