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¿Y nuestros jóvenes qué? Un activismo incomprendido

Timochenko, desmovilizado ante la JEP, negó el reclutamiento de jóvenes en sus filas. Las bandas criminales reclutan en los rincones del país muchachos por diestra y siniestra. Los jóvenes son los vándalos que busca la policía, en su mayoría, de los desmanes en la ciudad de Bogotá contra la institución policial, liderados por un par de treintañeros cuarentones.

La generación que hoy llamamos juventud ha pasado de vivir un paraíso de tecnología con acceso a soluciones globales, conocimiento infinito y conexión con el mundo como nunca lo habíamos visto, privilegios y libertades que se ven opacados ante un oscuro y tormentoso futuro de pandemias, pocas oportunidades e inestabilidad democrática y civil.

Como profesor de universidades como la Javeriana, Sergio Arboleda, Universidad de la Costa y como abogado que contrata jóvenes talentos, puedo decir que los jóvenes son el pilar de la continuidad de mi compañía. Aprendí de mi hermano, asesor de un importante fondo internacional en Estados Unidos, que todo líder empresarial debe comenzar su compañía pensando en su sucesor, construyendo un camino que otro continuará en una fecha, en un momento que, ocurrida una condición, te obligará a dejar el liderazgo de tu compañía.

Desde ya me encuentro formando no sólo al joven que será el sucesor en mi compañía y a quien tomará las riendas de mi empresa en 20 o 30 años, sino pensando en la juventud que ve, analiza y observa nuestra realidad. Por eso, he podido ver que mi generación se ufana de haber sufrido más que la generación actual, pero el futuro podría demostrar lo contrario.

Con los pedófilos en cada red encubiertos de manera más profesional, con las bandas encontrando vacíos de oportunidades que deja la formalidad, con un Estado que defrauda los intereses de una generación incomprendida en sus mínimos innegociables, la juventud se encuentra en crisis. En un mundo interconectado, esto no tiene que ver con su ubicación geográfica; su decepción es global, su rebeldía se propaga como pandemia, su sincronía ante los mínimos innegociables es su común denominador y su intención de no ser maniatados, está firme sobre la mesa.

La generación de jóvenes que hoy salen de las universidades no es manipulable con información ni por privilegios, tal vez con retórica y persuasión. Los radicales religiosos intentan encontrar de manera infructuosa en ellos adeptos, a pesar de su fe profunda; los ateos buscan convencerlos de la inexistencia de la divinidad, pero se niegan porque saben que existe algo a pesar de no poderlo probar.

No son ingenuos, comprenden el trabajo como un medio para vivir no como un propósito de vida y el Estado como un proveedor de garantías y no como la patria que se nos enseñó a generaciones pasadas. Y no existe hoy nadie capaz de encauzar esos intereses en políticas claras, determinadas y dirigidas a una juventud sin liderazgo, que no busca caudillos sino expresión plural, que no intenta tumbar lo establecido, sino que les respeten su espacio.

Nuestra juventud está en crisis y nadie presta atención; no estamos pensando en permanecer sino en sobrevivir y nuestras políticas quiebran ese principio fundamental de lo público, pensar en todos.

Existe una efervescencia que hierve como agua para chocolate y se va a derramar como no nos detengamos a oír con humildad que hay mucho que aprender de una generación distinta. No son los mismos valores, no es el mismo concepto de libertad. Antes que imponerles nuestra manera de vivir, intentemos con ellos convivir en el mismo espacio, permitiéndoles vivir éticamente como piden y esperan de sus mayores.

Detestan la incoherencia que nos carcome, la hipocresía que cotidianamente hemos asimilado y el desprecio por los otros a los que nos acostumbramos. La realidad que deben afrontar actualmente corregirá vacíos que los ponía en desventaja frente a nosotros, facilísimos que no volverán a encontrar y mentiras que no se podrán repetir. Los jóvenes indisciplinados y vacíos no tendrán espacio en una economía competitiva, tecnológica y capacitada. Ya los trabajos no serán sustituibles fácilmente, la política no podrá ser un tema de segunda mano, la salud dejará de ser un tema futuro y la muerte, dejó de ser algo extraño.

Encendamos una luz y dejémosla brillar por nuestra juventud, que se encuentra en manos de todos, pero bajo responsabilidad de nadie. Son un barco que debe navegar en un mar para el cual ninguno de nosotros como marineros, nos hemos preparado. Otra vez, no cometamos el error de nuestros inmediatos antepasados, ni hagamos oídos sordos a una generación que está buscando, a su manera, mandarnos señales.

En caso contrario, entrará el diablo y escogerá y nos veremos envueltos en un ciclo que tanto conocemos y nos ha dañado: el de un líder persuasivo que guíe a una juventud perdida a una batalla sin fin. Una política pública coherente, contemporánea y diversa de juventud es necesaria, ahora, o nos arrepentiremos mañana.