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¿Una voz en el desierto?

-Que una sola golondrina no hace verano- reza el refrán. ¿Será que una sola voz si tenga respuesta?. Me refiero a la situación dramática que se vive en Barranquilla, el Atlántico y diría que en la Costa Caribe por el problema del canal de acceso al Puerto. 

Se hizo costumbre y aún seguimos soportando el tradicional cuento del Gallo Capón y la mamadera de gallo que históricamente el centralismo nos mantiene a los costeños.

Se prefiere gastar -que no es inversión- miles de millones de pesos cada quince días o cada dos meses por el alquiler de dragas extranjeras que el de invertir en verdad en la compra de una propia que quede anclada aquí mismo y que pueda hacer el trabajo de la sedimentación en el canal de acceso para que buques y naves de gran calado puedan atracar son inconveniente alguno en el cargue y descargue.

La última muestra nos dejó un pago de 4 mil millones de pesos por el alquiler de una draga que trabajó quince días y se fue a la espera de un pronto e inminente llamado para ganarse otra suma igual y así periódicamente, mientras el detrimento económico para la ciudad y la región sigue creciendo con el desvío a puertos de Santa Marta, Cartagena y muy especialmente para Buenaventura.

Sempiternamente es el caso que se ha dado con mucha más acentuación en los últimos años bajo el miramiento por encima del hombro del gobierno central que en cada solicitud nuestra nos responde con caramelitos momentáneos y la complacencia de nuestros dirigentes incapaces de insistir y persistir en busca de la solución definitiva. Argumentos como que se hace necesario un estudio más profundo y detallado que requiere meses de análisis técnicos, caso similar al que nos exhiben con Electricaribe, siguen postergando en el tiempo la verdadera y definitiva solución para el puerto.

Y en medio de tanta mamadera de gallo, nuestras fuerzas vivas, vale decir nuestros administradores distritales y departamentales, los emporios empresariales, gremios cívicos y comerciales y sin duda nuestros legisladores en el Congreso (senadores y representantes) se regodean en el “caramelito y las promesas de cumbiamberas” que el alto gobierno ofrece a cada petición. Hasta allí llega la solución que al cabo de uno o dos meses vuelve con más ahínco a convertirse de nuevo en el gran problema.

Y en medio de tanta indolencia, aparece por fin, como una voz en el desierto, la del Alcalde Alex Char que agobiado y verraco por tanta vaciladera plantea el derecho de administrar desde su despacho el manejo y control del puerto. Para ello exige la contraprestación económica de impuestos y tributos que por ingreso y egresos se percibe y es trasladado casi en el cien por ciento al centralismo gubernamental. Preguntamos nosotros ¿y dónde están los Fincho Cepeda, el mismo Arturo Char,  César Lorduy, Name Cardozo, Armando Benedetti, Miguel Amín, Armando Zabaraín, Marta Villalba, Modesto Aguilera, Laura Fortich, Jezmi Barraza, Luis Diazgranados, entre tantos otros senadores y representantes de nuestro departamento? No pasa nada con ellos. Prefieren las dádivas, mieles y mermelada que, como contentillo, les ofrece el gobierno para aplacar voces y medrosas peticiones.

Temperamento de verdad es lo que se requiere y de eso pocón pocón; no lo tienen quienes debieran ostentar la potestad que  le dio el pueblo para representarnos cuando son elegidos. A nuestros legisladores les hace falta el temperamento que por momentos también hacen mella en nuestros futbolistas del equipo Junior. 

Quiera Dios, esa voz altisonante del Alcalde Alex Char pudiera ser imitada por el Gobernador y las fuerzas vivas de la ciudad, incluyendo la comunidad y frentes cívicos sociales a la que se debería convocar en protesta pública para hacernos sentir, quizás, como en otros tiempos se hizo.