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Pirateando el oro de Bolívar, historia del Siglo XXI

A mediados de los años 1600, en la edad de oro de la piratería, en el período de los bucaneros, marineros ingleses saqueaban barcos españoles navegando por el Caribe y el Pacífico. Uno de los éxitos de la piratería en esa época era la gran capacidad que ostentaban los marineros desertores entrenados por el Royal Navy o la Naval Real Inglesa, aunado a los gobiernos ineficientes y corruptos en las colonias europeas en las Américas.

Hoy, sin tantos piratas en nuestra mar, pero sí con muchos corruptos en nuestros gobiernos, 31 toneladas de oro venezolano se encuentran en las Bóvedas del Banco de Inglaterra, confinadas tras la decisión del Tribunal Superior de Justicia en Reino Unido, en cabeza del buen pirata, el juez inglés Nigel Teare, de entregarle al Presidente ad hoc de Venezuela Juan Guaidó, la administración sobre dichos bienes, así y de una vez por todas. El Banco de Inglaterra recibió la solicitud del oro valorado en aproximadamente 1000 millones de dólares por la Junta del Banco Central de Venezuela, el organismo formalmente autorizado.

El presidente ad hoc Juan Guaidó se opuso a su entrega alegando las ya conocidas conductas de su rival de patio. Guaidó, reconocido por más de 50 países (incluido Reino Unido, Colombia y USA) ganó esta primera batalla: ¿Quién es el verdadero administrador de los bienes en el extranjero del Estado venezolano? ¿Guaidó o Maduro? Pues el juez británico Nigel Teare, sin asco y con toda la gallardía, ha reconocido a través de una fuente del derecho internacional como único Presidente de Venezuela a Juan Guaidó, renovando así las esperanzas ya muertas de un pueblo convaleciente. Esta es sólo la primera instancia dentro de este proceso, pero genera un precedente de valor incalculable para las democracias latinoamericanas.

Es increíble que a hoy la OEA y los diferentes organismos internacionales no hayan tenido la oportunidad de tomar decisiones de tal contundencia en contra del gobierno de Maduro. Inaudito, que un juez inglés, haciendo de pirata de un gobierno corrupto y de justiciero latinoamericano más que cualquier local, haya podido ejercer más presión al gobierno dictatorial de Maduro que las propias cortes de su país, las de nuestro país y las de la mayoría de países latinoamericanos. Es asombroso, que, en Cabo Verde, África, y no en Latinoamérica, Alex Saab, el empresario barranquillero acusado de lavar dinero del dictador Maduro a través de diferentes aliados y empresas, haya sido detenido allá y no aquí, en nuestra propia jurisdicción latinoamericana.

El Banco de Inglaterra es el segundo mayor tenedor de oro en el mundo, con aproximadamente 400.000 lingotes de oro. Solo el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, Estados Unidos, tiene más. Londres es el centro mundial del comercio del metal precioso. El Banco de Inglaterra se destaca porque en sus más de 320 años de historia nunca un lingote de oro ha sido robado en sus instalaciones. Hugo Chávez ya venía repatriando el oro de su país desde el año 2011, por temores a las sanciones internacionales.

Sin embargo, no lo logró repatriar todo. En estos momentos de crisis, el oro es fundamental. La falta de liquidez no se acompasa a pesar de los recursos naturales con los que cuenta el país. Ojalá esta estocada final inglesa, más la cantidad de decisiones americanas sobre PDVSA y demás activos de Venezuela, por fin den la caída al gobierno chabacán de Maduro.  El dictamen podría servir también para resolver un pleito planteado por Deutsche Bank sobre cuál de los dos bandos puede reclamar millones de dólares derivados de la terminación de un contrato de "swap" o permuta de oro. Y este precedente resolvería muchos otros pleitos que rondan la pequeña duda sobre quién representa a Venezuela en el exterior. Es un empujón, nada más y nada menos que por un juez de la corona inglesa, quien lanza este salvavidas judicial. Esta decisión, como en la Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson publicada en 1883 precisamente en Londres, sienta un precedente donde se definirá si el oro de Bolívar se queda o no en las Indias o si se sigue dilatando la caída tan esperada de la República bananera de Maduro y sus compinches.

Es hora de que vuelva la democracia a Venezuela. Es hora de que, para bien, Venezuela vuelva a ser una tierra libre. Esta sentencia le da un gran respiro, el que le faltaba a Guaidó y su gente para que despierten y salgan de esa neblina en mar abierto, para que recuperen su sangre y su alma y para que con más que sólo ganas y entusiasmo retomen el poder democrático en Venezuela. Los abogados que representan a Maduro y su gobierno, sin duda, impugnarán la decisión del juez Nigel Terae; bien hecho, porque aquí en las Américas necesitamos que el Juez Superior en Europa, ratifique la que es una sentencia bañada en oro, una sentencia que pasará a la historia.