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La minga es política, ¿y qué?

En Colombia se asocia la palabra política a la forma en la que actúan los políticos, esto es un error. El resultado es que se cree que la política es el reino del beneficio personal, una arena de intereses individuales en la que, por subterfugios o a la fuerza, unos pocos se reparten las riquezas del país. Ante este panorama no es extraño que alejarse del reino de la política se considere una virtud en nuestra sociedad. La ignorancia política se vuelve un manto de pureza.

La política, desde luego, no es el reino del beneficio privado, de hecho son antónimos. Política es todo aquello que concierne a los asuntos del pueblo, los asuntos públicos. De ahí su raíz polis que viene del griego para describir a las ciudades estado de la antigua Grecia. Esto significa que, irremediablemente, cada vez que se lleven a cabo acciones que interesen o tengan consecuencias sobre distintos grupos de personas se estará haciendo algo político.

Contrario a lo que la sabiduría popular quiere creer con su apatía hacia lo político, todas las demostraciones públicas de reivindicaciones sociales son políticas. Marchas pacíficas -y violentas-, eventos culturales con fines sociales, educación sobre problemáticas públicas, plantones, paros, cacerolazos, el abanico de manifestaciones virtuales que han llegado con las redes sociales y otro largo etcétera. Esto quiere decir también, desde luego, que la minga indígena que por estos días recorre el país –como lo hace todos los años- es política.

Utilizar la expresión ‘minga política’ para desacreditar una de las formas de participación pública más efectiva que tiene una de las minorías más segregadas de nuestro país es una astuta –pero cruel- estrategia. El problema de lo político –y lo público por antonomasia- es que no existen ni intereses universales, ni visiones universales de lo correcto en ninguna sociedad, siempre habrán formas contrarias de imaginar el mundo. El trabajo de los políticos (ahora sí) es identificar esas distintas formas de idear la sociedad, y los distintos intereses que vienen detrás, para representarlos en las arenas formales del poder público del Estado. Inevitablemente los políticos se benefician de canalizar esos intereses, pero ellos no inventan los intereses.

¿Por qué importa entender todo esto?, porque por la más pura y simple lógica, los intereses de los indígenas tienen que ser políticos porque no conciernen a UN indígena, concierne a un grupo de personas y requiere de una sociedad entera para cumplirlos o resistirlos. También quiere decir que, como todo interés político, tiene que resonar más con los intereses que representan algunos políticos y, al mismo tiempo, va a chocar con los intereses que representan otros políticos. Sería inaudito que las reclamaciones de siglos de los pueblos indígenas todavía no hubieran sido identificadas por ningún político en el país y no hubiera ningún partido ni personaje que se interesase en defenderlas.

Por ponerlo en castizo, no es coincidencia que la izquierda coincida con los indígenas, la izquierda desde hace mucho tiempo ha visto una oportunidad electoral en representar estos intereses y defenderlos, pero la izquierda no crea los intereses de los indígenas. Suponer que cada cosa que los indígenas hacen es patrocinada por los intereses oscuros de una entente comunista es un profundo insulto a estas personas.

Es normal y predecible que el gobierno de Duque señale la naturaleza política de la minga indígena de forma recalcitrante, puesto que su gobierno es el más inclinado hacia la derecha que hemos tenido desde los tiempos de Uribe. Duque no espera que ni uno solo de sus votantes esté interesado en defender los intereses de los indígenas y, por ende, señalar que a los indígenas los representan otros grupos políticos le viene muy bien.

Para construir una democracia saludable, y tener políticos menos rapaces, es necesario empezar a des-satanizar lo político y a la política en general. Asumir que la ignorancia o apatía política habla de las cualidades o la bondad de un individuo es la forma más sencilla de construir un país sin futuro. Por el contrario, empezar a reconocer que la política es la arena en la que inevitablemente tenemos que construir consensos sobre los intereses de los distintos grupos sociales que conforman un país es la mejor forma de empezar a movernos con una dirección y elegir a representantes que sepan llevarnos hacia donde queremos llegar.