Share:

El papel de las fuentes en la investigación histórica

La investigación en historia es un proceso complejo que empieza con la preparación de un proyecto investigativo y culmina con la presentación de unos resultados, lo que los expertos llaman la síntesis histórica.

El investigador histórico contemporáneo se mueve en un universo de teorías, de conceptos o categorías, de las cuales selecciona las que son pertinentes para resolver los problemas de su objeto de estudio. Lo mismo ocurre con las técnicas o métodos más convenientes para avanzar en la indagación.

Pero, aparte de las técnicas, métodos y teorías (ineludibles en el ejercicio de la investigación histórica), el historiador debe resolver un problema de fondo al iniciar su trabajo, para definir su objeto de estudio y avanzar en la producción de saber: el asunto de las fuentes de información.

Los positivistas en el siglo XIX se inclinaron por considerar que sin fuentes era imposible construir discurso histórico, y esta resultó ser una verdad fundamental. El hecho de que privilegiaran los testimonios escritos no invalida esa consideración cierta.

En el siglo XX, por el papel de la revolución historiográfica antipositivista, los historiadores de Annales, del marxismo y de otras corrientes desvirtuaron la visión acerca del papel de la fuente escrita, y ampliaron el universo de testimonios, al integrar todo lo que contribuyera a resolver, como documento informativo, los problemas implícitos en un objeto de estudio.

Hoy, transitando el siglo XXI, se puede asegurar que fuente histórica es todo medio del cual se adquieren datos para enfrentar los enigmas de un asunto investigativo, de un tema u objeto de estudio que se quiere esclarecer.

Dependiendo de lo que se investiga, las fuentes podrían ser escritas, iconográficas, monumentales, orales, ambientales, ecológicas o de cualquier otra clase. Es decir, con el progreso de la disciplina histórica se amplió el radio de documentos, textos o puntos de partida objetivos que hay que tener en cuenta para generar saber histórico.

Biblioteca Piloto Del Caribe

La noción positivista de que sin documentos no puede haber historia se mantiene firme. Y esto se debe al hecho de que, como lo destaca Marc Bloch, los testimonios representan vestigios de las actividades humanas en el tiempo, más allá de su forma y del contenido informativo que preserven.

O sea, las fuentes son evidencias materiales (o simbólicas) de que algo ocurrió, de que hubo acciones humanas en el pasado que ya no están, pero que perviven, aunque sea parcialmente, a través de los indicios encapsulados en los testimonios voluntarios o involuntarios que legó el paso del tiempo.

En otros términos, esos testimonios certifican que algo diferente a lo que existe en el ahora existió anteriormente, en el marco de las diversas actividades humanas. Por esta razón, las fuentes históricas son una especie de correa de transmisión entre el pasado y la actualidad, que los historiadores utilizan para elaborar sus asertos y las síntesis.

Tales fuentes representan la evidencia de lo ocurrido en el tiempo, y son un recurso imprescindible para probar o verificar las conclusiones de los historiadores. La certeza o mentira de un aserto histórico no está solo determinado por el error o la incapacidad del investigador, sino por la calidad de los indicios que localiza en los documentos históricos.

Para establecer los hechos es esencial el papel de las fuentes históricas, en las cuales es posible encontrar la evidencia para verificar o improbar un aserto o una interpretación. La comprobación de los hechos descansa, de acuerdo con la visión de Pierre Vilar, en esos vestigios de la sociedad, que son la herencia del tiempo.

Eso ocurre de esta manera porque la historia no es un ejercicio especulativo apoyado únicamente en la capacidad reflexiva del investigador, sino una pesquisa sistemática que tiene por norte resolver problemas y producir saber, bajo el horizonte de la certeza que orienta el trabajo científico.

El historiador no indaga y piensa para construir falsedades, sino para elaborar verdades sobre lo ocurrido, más allá de que se equivoque por inexperiencia, mala fe o impreparación. Su polo a tierra, en esta materia, son las fuentes históricas, que lo orientan en el laberinto del pasado y le ayudan a establecer los hechos.

Sin fuentes no hay historia, porque esta no es una especulación vacía sobre lo ocurrido, ni un discurso más, sino un conocimiento fundamental sobre la sociedad, cuyo soporte principal son los testimonios voluntarios e involuntarios que legó la humanidad del pasado a la del presente.

Aparte de la adecuada preparación del investigador histórico, y del mejoramiento de los recursos técnicos, teóricos y metodológicos de la disciplina, es imprescindible revalorizar la importancia de los acervos documentales, como se viene haciendo en todo el país.

Las fuentes históricas son la materia prima principal de la historia razonada. Sin ellas, la historiografía carece de actualidad y de futuro. Indiscutiblemente.