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El Muelle de Puerto Colombia, ¿un lugar de memoria?

A raíz de la reconstrucción del Muelle de Puerto Colombia se ha abierto un debate acerca de qué hacer con el nuevo monumento que reemplazará las ruinas del muelle histórico. Es pertinente anotar que, según la opinión de los expertos, lo que quedó del viejo muelle ya está prácticamente muerto, no se presta para ningún tipo de restauración.

Las razones por las cuales el Muelle de Puerto Colombia se convirtió en el pasado en un importante referente de la economía fueron explicadas en una columna anterior (Ver: Historia del Muelle de Puerto Colombia, aquí mismo en zonacero.com).

Por su papel dentro del puerto complejo que se formó alrededor de Barranquilla, ese muelle tiene una carga simbólica e histórica que es necesario rescatar del olvido, para posicionarla en la memoria de los habitantes del ahora.

Se explicará a los lectores, en primer término, qué se entiende por lugar de memoria, para después plantear la propuesta (y sus razones) de convertir el muelle reconstruido en un lugar de memoria, prosiguiendo una tendencia mundial que combina la memoria, los objetos materiales de cultura y la historia, esta última como una disciplina que resguarda y procesa la memoria.

La memoria colectiva son los recuerdos compartidos que un grupo hace suyos por el peso de la tradición y de las necesidades vitales; estos integran la identidad, que es lo que define y diferencia a una región o nación con respecto a otras. La memoria, convertida en identidad, se proyecta y concreta en un entramado simbólico, en un territorio y en objetos materiales.

Un lugar de memoria (como lo entendió Pierre Nora, Lugares de memoria, varios tomos, publicados desde 1998) es un sitio resignificado en que se combina un territorio, la memoria nacional y la historia, para entregarle un nuevo sentido a la población en el presente, el cual está enraizado (o puede estarlo) en la memoria histórica, y toca su identidad, las tradiciones y su comunidad imaginada.

El lugar de memoria no es neutro: aporta definiciones, perspectivas, interpretaciones, opciones políticas y trasfondos ideológicos. Por eso, casi siempre resulta de un consenso, o de un consenso dominante, que posibilita su cristalización (Silvina M. Fabri, Lugares de memoria y marcación territorial: sobre la recuperación de los centros clandestinos de detención en Argentina y los lugares de memoria en España, Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía, Volumen 22, Número 1, 2013, disponible en Internet).

La memoria patrimonial de un pueblo (expresada en un sitio o un monumento) puede ser importante materia prima, o punto de partida, para desarrollar ese espacio simbólico que los expertos denominan lugar de memoria (Silvina Fabri, Reflexionar sobre los lugares de memoria: Los emplazamientos de memoria como marcas territoriales, Memoria Académica, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de la Plata, Año 6, No 6, 2010, disponible en Internet).

La memoria es simbolismo, aunque también se concreta en objetos materiales, en objetos de cultura, haciendo parte de lo que los antropólogos definen como cultura material. Un lugar de memoria es un escenario simbólico que se explaya en un territorio, en un espacio que suele contener objetos culturales (Eugenia Allier Montaño, Los Lieux de mémoire, Historia y Grafía, num. 31, 2008, México, disponible en Internet).

El Muelle de Puerto Colombia dejó de ser (como entidad física) restaurable, pero conserva su carga simbólica en la memoria colectiva (y, más concretamente, histórica). El territorio en que está enclavado representa mucho como objeto patrimonial, cultural e histórico, no solo para las personas de su municipio, sino de Barranquilla, de la Región y del país.

La importancia económica y social del muelle, en el contexto de la historia que lo integró a Barranquilla y al comercio exterior, ha sido estudiada por los historiadores. Ese monumento simboliza el progreso, la modernización del que fuera el puerto complejo (puerto fluvial + ferrocarril + puerto marítimo) más importante de Colombia, a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX.

Ese muelle está sembrado en la memoria colectiva de los porteños como patrimonio y como epicentro de su identidad. Él es recuerdo (memoria), pasado, pero también presente, como valor simbólico, como objeto de culto patrimonial y como entidad de cultura.

Vale la pena, en consecuencia, ensayar en nuestro muelle lo que ya se ha organizado, en otros países y en Colombia, con los territorios o monumentos de importancia patrimonial e histórica. Es decir, se podría convertir el sitio en que se enclavó el viejo muelle en un lugar de memoria muy trascendente para los porteños, para la Región y para el país.

Lamentablemente, el monumento físico tradicional se perdió como resultado de la desidia oficial, aunque aún perviven marcas físicas a las cuales se les podría otorgar otro uso, si eso es técnicamente factible.

La idea de reemplazar los despojos del muelle por otra estructura nueva (pero más corta), parece que fue la única opción posible, después de escuchar el punto de vista de los técnicos. Era imposible reutilizar esos despojos sin correr demasiados riesgos, en cuanto a la inversión y a la seguridad de las personas.

Por eso construir un muelle nuevo no es inadecuado, si se tiene en cuenta la utilización del espacio simbólico. Lo inconveniente es reducir el nuevo muelle a una sola función, a la simple actividad turística, sin tener en cuenta el gran potencial de memoria y de historia que este aún contiene.

El Muelle de Puerto Colombia puede renacer como un lugar de memoria, en que se utilice la historia como instrumento de reconstrucción de la memoria histórica. La memoria es para la historia (como ciencia) una importante materia prima; pero la historia puede ser, también, un medio para construir memoria histórica, especialmente en los jóvenes y los niños que no conocen lo que ocurrió con el muelle.

La historia, utilizada por los historiadores del departamento, ayudaría a desarrollar el nuevo lugar de memoria no solo a través de la educación formalizada, sino entregando contenidos que se podrían emplear para organizar marcas de memoria dentro y alrededor del monumento principal, útiles para los lugareños y para los visitantes.

Así mismo, las autoridades deberían pensar en la masa crítica del departamento, aglutinada en las universidades, para erigir un gran museo del mar en Puerto Colombia, el cual recoja todas las expresiones de la cultura asociadas con el muelle, que, como es sabido, trascienden lo económico y se proyectan hasta la literatura y la música.

El Muelle de Puerto Colombia posee una gran carga simbólica e histórica; sería mezquino reducir el monumento alternativo a un simple papel turístico, cuando podría ser un lugar de memoria útil para reconstruir la memoria histórica del municipio.

El peso simbólico de ese espacio llama a las autoridades, y a la masa crítica del departamento, a pensar en la recreación de un nuevo territorio que se constituya en un hito cultural, por su contenido histórico, por su potencial de recuerdo, por su papel educativo y por su relevancia turística.

Lo mejor para el Muelle de Puerto Colombia es convertirlo en un lugar de memoria, combinando todas sus potencialidades para beneficio de la población porteña, de la Región y del país.