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Domingo 7 en Chile, para los republicanos

Chile vivió este domingo 7 de mayo el cuarto proceso electoral asociado a la posibilidad de renovar la carta constitucional. Todo se inició con una tremendo despliegue ciudadano ya que, como pocas veces en la historia no sólo de Chile sino que de toda Latinoamérica, un movimiento de amplia base social había interpelado a la dirigencia política en torno a la necesidad de repensar a Chile. El diagnóstico pareció ser compartido por amplios sectores sociales: un país con escasos espacios de participación de la ciudadanía, con una tremenda desigualdad económica y social, donde el liberalismo más ortodoxo campeaba desde mediados de la década de 1970 y con una constitución que, más allá de los cosméticos cambios, rememoraba años de dictadura y momentos de los más oscuros de nuestra historia.

La verdad es que hoy se vive un momento bien singular, desde aquel Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019, que levantó las mayores esperanzas y que terminó de manera triste el 4 de septiembre del año pasado en que la ciudadanía rechazó por un amplio margen la propuesta de nueva constitución. No vale la pena aquí volver por el análisis de lo que posibilitó dicho resultado, pero si expresar que el panorama que hoy se inicia esta envuelto en una atmósfera más de indiferencia e ignorancia que de fervor y compromiso.

No sé si Chile cambió mucho desde el estallido social del 2019 a hoy. Creo que la desigualdad sigue enseñoreando nuestro país, los espacios de participación ciudadana siguen reducidos a los actos electorales, el sueldo mínimo aún no llega a la brecha ética de los quinientos mil pesos mensuales, con lo que hicieron gárgaras hasta los sectores más conservadores de Chile ante las dramáticas imágenes de los saqueos y los destrozos. La reforma tributaria, base para renovar el pacto social, fue rechazada hace dos meses, el royalty a la minería sigue beneficiando a los mismos de siempre y poco o nada se ha pensado en torno a los derechos de la naturaleza. Parece que los mismos sectores de siempre, aquellos que ya tenían la receta desde los procesos constituyentes de 1828 y 1925, tuvieron la habilidad para volver a poner en el congelador las esperanzas y expectativas de todo un pueblo.

Lo que he observado de todo este proceso y hoy no es la excepción, es que no hay un alma en lo que estamos viviendo. La gente no parece movilizarse por una esperanza de un Chile mejor. Hoy votará por la obligación de votar, no por querer repensar Chile y avanzar a un Estado social de derecho que pareció ser uno de los anhelos más significativos hace apenas cuatro años atrás. La gente hoy no sabe por quién votar, no conoce las listas ni los pactos electorales. Los candidatos, salvo contadas excepciones, son personajes más que desconocidos que se han subido a una oportunidad que les llegó por la fuerza de las circunstancias, pero que en ningún caso han derrochado un despliegue en función de la relevancia de lo que estaría en juego.

A diferencia del proceso anterior este ha sido controlado íntegramente por las elites políticas. El acuerdo del Congreso parece no habérselo pedido nadie en la ciudadanía, más bien ellos se impusieron una obligación para dar sentido a los discursos elevados antes del rechazo de la primera propuesta el 4 de septiembre del año pasado. Cerca de un 38 % de la ciudadanía se planteó por el Apruebo, mientras que en el 62% del rechazo el discurso era a favor de una nueva constitución, pero no la que se estaba presentado, es decir, había un compromiso per sé de un nuevo proceso. Una opción muy minoritaria la representaba el partido republicano que llamaba a rechazar para mantener la constitución de 1980.

La propuesta partió con la elección de la Comisión de expertos, 54 en total, 27 elegido a dedo por cada una de las cámaras del congreso y fiel a la correlación de fuerzas políticas. El trabajo de los expertos ha sido generar, por decirlo de una manera cercana, el esqueleto de la nueva constitución sobre la base de los capítulos que ella debería tener y acompañarlo de propuestas de contenido a los mismos.

Se decidió que no tendríamos una nueva Convención Constituyente, jugando con el tema de las nomenclaturas se decidió que deberíamos elegir un Consejo Constitucional. Los consejeros serían en total 55, elegidos a través de listas que respetaran la ley de cuotas, con una reducción dramática de la representación de los pueblos originarios y con paridad de género a la hora de analizar el resultado electoral.

A diferencia de la Convención que fracasó y que se había estructurado sobre la base de los distritos de diputados eligiendo a 155 convencionales, con un diagrama territorial que es muchos más representativo, hoy se inclinan por las circunscripciones senatoriales que representan, por la voz de muchos, un sistema que expresa grandes desigualdades. Para evidenciarlo podemos dar un par de ejemplos: En la circunscripción de la región de Aysén, del general Carlos Ibáñez del Campo elige dos senadores a razón de una cifra cercana a los cincuenta mil electores por cada representante en el senado. En el otro extremo tenemos a la Región Metropolitana que elige 5 senadores a razón de más de un millón de votos por cada posible senador. Flor de representación ciudadana, sin duda una tremenda desigualdad, a esa que parece que Chile está acostumbrado.

En definitiva, ante el Servicio Electoral de Chile se presentaron a nivel país 5 listas: la lista A es la del Partido de la Gente que amenazó en construir alianzas con otros sectores pero que en definitiva no prosperaron; la lista B, “Todo por Chile” que representa a partidos de centro y de izquierda que no quisieron competir en conjunto con los representantes del actual gobierno como la Democracia Cristiana y el Partido Radical. La excepción es el Partido por la Democracia que, a pesar de integrar el actual gobierno, optó por ser parte de esta lista; la Lista C, el Partido Republicano, liderado por el ultraderechista José Antonio Kast y que fue la opción del sector en la segunda vuelta presidencial con Gabriel Boric; la lista D, “Unidad para Chile” que representa una coalición de izquierda con el Frente Amplio, el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Frente Regionalista Verde Social y el Partido Liberal y; por último, la Lista E, “Chile Seguro” que incluye a  la centro derecha con Renovación Nacional, Unión Demócrata Independiente  y Evópoli.

En el camino constitucional que Chile ha vivenciado en estos últimos 4 años hay algunos que pueden sacar sus propias cuentas. La derecha parece haberse recuperado del shock que le significó la baja representación en la Convención Constitucional del 2021. Por el contrario, los partidos de izquierda no supieron manejar un resultado excepcional y abrumador, se les critica que se marearon con la tremenda mayoría, que quisieron pasar la cuenta al revés y que no fueron capaces de construir consensos que legitimaran aún más el triunfo obtenido. La propaganda de la derecha, aun antes de que se constituyera la Convención Constitucional en 2021, fue siempre de victimizarse, al no obtener el tercio necesario para obligar a la centro izquierda a negociar, se plantearon más que nada en un discurso emotivo, expresaron sentirse discriminados, no considerados ni escuchados y bombardearon el proceso con una cantidad enorme de noticias falsas. La opción parece haberles dado resultado.

Hay otros que aparecieron en el camino con distintos objetivos y diferentes proyecciones. El Partido de la Gente parece ganarse un especio relevante en el electorado, no sólo sacó una buena cantidad de Convencionales en 2021, sino que también lo proyectó a las elecciones parlamentarias y presidenciales de fines del mismo año. El llamado sector de los “Amarillos” piso el palito y fue lanzado como carne de cañón por la derecha para que hiciera el trabajo más sucio contra la posibilidad de la nueva constitución. Los medios escritos y televisivos, fuertemente controlados por la derecha, le dieron una visibilidad de la que hoy no gozan, salvo que su líder sigue disfrutando de las prebendas y regalías de un contrato con el medio periodístico más antiguo y de muchos tristes recuerdos  por su intervención en la política contingente en nuestra historia.

Los primeros resultados, con el 18% de las mesas escrutadas, demuestran que la primera mayoría, un 36% de los votos válidamente emitidos,  la obtiene el partido Republicano lo que le aseguraría una tremenda representación a nivel de consejeros. Le sigue el pacto Unidad por Chile con un 26% de los votos, lo que le aseguraría a la lista del gobierno una cierta representación. El desastre electoral se instala en el Partido de la Gente y del pacto Todo por Chile que no  sacarían representación a nivel de consejeros. Una debacle también para “Chile Seguro” que obtendría una muy baja representación, muy lejana a las proyecciones que los presidentes de sus partidos, en especial el de Renovación Nacional, Francisco Chahuán, que sin duda deberá dar más der una explicación al respecto.

De mantenerse estos resultados surgen una serie de interrogantes, a saber: ¿De qué manera la polarización que demuestra la elección afectará el trabajo del Consejo Constituyente? ¿Qué constitución saldrá de un Consejo con mayoría de un partido que ha expresado insistentemente que no está por cambiar la actual constitución? ¿Qué pasará con la posibilidad de establecer en Chile un Estado Social de Derecho? ¿Qué responsabilidad asumirán todos aquellos que dijeron estar convencidos de un Estado Social de Derecho que votaron Rechazo el pasado 4 de septiembre? ¿Saldrán los Amarillos a dar explicaciones con respecto a los resultados de la votación? ¿De qué manera reaccionará el actual gobierno, que ni siquiera llega al 38% de los votos del Rechazo pasado y que dicha cifra resultó ser más bien un techo que un piso electoral? ¿Pensarán la UDI y Renovación Nacional la posibilidad de hacer pactos con republicanos traicionando muchos de sus comentarios en el actual proceso? ¿Tenemos una derecha que se ha radicalizado que parece nuevamente mirar hacia el pinochetismo más duro? ¿El resultado arroja una composición del Consejo Constitucional que entra en conflicto con la conformación del Consejo de Expertos? En fin, creo que podría seguir agregando interrogantes, que sólo se dilucidarán con la instalación del Consejo Constitucional y el impacto de estas elecciones en el derrotero político de Chile.

Los resultados finales arrojaron el siguiente escenario: el partido Republicano, que no tiene más de tres años, saca 22 consejeros, la alianza gobernante 17, la centro derecha, “Chile Seguro” 11 y los pueblos originarios 1.  La Democracia Cristiana, el Partido por la Democracia, el Partido Radical y su alianza electoral no logran ninguna representación, igual situación para el Partido de la Gente. La conformación es diametralmente opuesta a la elegida en el año 2021, veremos cómo se desenrolla este escenario en el Chile de hoy, más aún cuando la ultraderecha, que se ha planteado de manera insistente en contra de un proceso que lleve al país a una nueva constitución, tuvo su domingo 7.

El líder del ultraderechista Partido Republicano, José Antonio Kast (c), posa para la prensa convocada tras conocer los resultados parciales de las elecciones