Kim Jong-un y Vladimir Putin.
Kim Jong-un y Vladimir Putin.
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EFE

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Cumbre de Putin y Kim: Gran sintonía personal y 'lluvia' de elogios

El primer encuentro entre ambos duró tres horas.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, exhibieron este jueves una gran sintonía personal, a juzgar por las sonrisas y elogios que se dedicaron a lo largo de las tres horas que duró su primera cumbre. 

Los dos mandatarios no se habían reunido nunca hasta ahora pero, en su primera cumbre, los dos mandatarios se prodigaron en sonrisas y elogios en una muestra de marcada afinidad. 

Ello en contraste con la cumbre de Hanói entre Kim y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que terminó en un fracaso.

En el escenario de la cita entre Putin y Kim, la Universidad Federal del Lejano Oriente (UFLJ), el ambiente era bastante distendido y los dos líderes se mostraron relajados. 

Las medidas de seguridad solo bloquearon el edificio "S", donde tuvieron lugar las conversaciones, pero en el resto del campus los estudiantes realizaban sus actividades habituales.

Putin llegó a la sede de la cumbre en helicóptero, ya que la ULFJ está en la isla Russki, a la que se puede acceder por carretera gracias a un gran puente atirantado. Su desplazamiento por tierra hubiera supuesto prácticamente paralizar la ciudad y desplegar un dispositivo de seguridad.

El sonido de las aspas y los motores de la aeronave presidencial alertó a la periodistas de la inminente llegada del jefe del Kremlin. Su limusina solo tuvo que hacer un breve recorrido, del helipuerto universitario a la sede de la cumbre.

Unos veinte minutos después hizo su aparición Kim. En su caso, el viaje fue aun más corto, pues había pernoctado en un complejo residencial de la universidad.

El primer apretón de manos de ambos líderes, visiblemente satisfechos, se produjo ante las cámaras sobre una alfombra roja que había sido recortada a golpe de tijera y a toda prisa minutos antes del histórico encuentro.

Ambos subieron charlando animadamente en unas escaleras mecánicas a la sala donde se reunieron y allí recordaron los lazos de amistad entre ambos países. 

El líder ruso recordó que fue el padre del actual líder del país comunista, Kim Jong-il -con el que se había reunido en tres ocasiones (2000, 2001 y 2002)- el que impulsó la firma de un tratado de amistad con Rusia. 

El mariscal norcoreano se mostró a su vez "muy contento" de visitar Rusia, a la que calificó de "amistosa" y "gran" vecino. 

Gran parte del diálogo entre los dos se centró en el proceso de desnuclearización, pero el interés dentro y fuera de Rusia también estaba puesto en escrutar cada gesto entre ambos para ver el nivel de afinidad que podía existir. 

Putin lo resumió con pocas palabras al término de la cumbre. En su opinión, Kim es un líder "abierto" y un interlocutor "interesante".

La importancia del encuentro merecía también una recepción por todo lo alto para Kim y su extensa delegación. 

El presidente ruso le ofreció una cena a su huésped, en el que no podía faltar el brindis y platos tradicionales rusos, que había pedido expresamente Kim. 

Los invitados degustaron borsch - una sopa de remolacha -, pelmenis con carne de reno (raviolis siberianos), ensalada de cangrejo del Pacífico, lomo de salmón con salsa de eneldo y carne de res horneada con berenjena. 

Todo ello regado con dos tipos de caldos. De postre hubo helado de manzanas con caramelo y tarta de chocolate. 

Tampoco faltaron los regalos: Putin regaló a Kim un sable ruso (shashka) y un servicio de té, según reveló el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.

El líder norcoreano a su vez entregó al jefe de Estado ruso una espada coreana, que "encarna la fuerza".

Putin entregó a Kim una moneda para "comprarle" simbólicamente la espada y evitar el mal augurio que según la tradición popular existe en que a uno le regalen un arma.

Putin acompañó finalmente al líder norcoreano hasta su limusina y ambos se despidieron calurosamente, como lo harían dos buenos amigos. 

El líder norcoreano agitó su mano en gesto de despedida y, ya en su automóvil rompió el protocolo al bajar la ventanilla del coche para juntar las manos en un gesto de amistad, que mantuvo durante varios segundos, con la limusina alejándose.

EFE

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